Natalia Zuazo: “Las corporaciones están periodísticamente blindadas”
“En este mismo momento, mientras usted empieza a leer este libro, la mitad de las personas del mundo están conectadas a los servicios de Google, Microsoft, Facebook, Apple y Amazon”, arranca a contar Los dueños de internet, el libro en el que Natalia Zuazo busca explicar cómo nos dominan los gigantes de la tecnología, pero también qué podríamos hacer para modificar ese escenario. De acuerdo a la periodista y politóloga las grandes corporaciones tecnológicas ostentan hoy un poder tan grande que hacen tambalear no solo el equilibrio de mercado, sino también “las libertades y los derechos de las personas en cada rincón del mundo”. Aguda, sagaz y sin pelos en la lengua, Zuazo explica en esta charla los entretelones de su trabajo y qué espera para el futuro.
¿Qué inquietud, qué chispazo, te llevó a interesarte precisamente en este tema?
En mi libro anterior, Guerras de internet, hice un trabajo medio descomunal que fue explicar internet desde cero. Me parecía que era una deuda, que no había en la Argentina un libro que se encargase de ese tema y que además lo hiciera con una mirada política. Me tomó mucho, muchísimo tiempo. Y quedé feliz con el resultado, pero fue una cosa humanamente aniquiladora. Así que en este momento quise encarar un trabajo más del tipo “notas largas” que dijeran diferentes cosas. Quise escribir sobre tecnología y educación; sobre tecnología y trabajo (y su vínculo con el Estado); sobre las noticias falsas; sobre la big data desde el punto de vista político. Son cuatro notas, más la introducción y el final, lo que se convierte en un libro. La otra cosa que me motivó es que las corporaciones tecnológicas están periodísticamente blindadas: tienen comprados a todos los periodistas de tecnología. O “auspiciados”, esa sería la palabra correcta. Son todos amigos. Por eso quería escribir un libro que dijera las cosas como son. Y lo que me está pasando ahora es que cuando la gente lo lee, me dice: “es un libro valiente”. Ojalá lo sea. Porque si algo le falta al periodismo es valentía.
¿Qué lector tenías en la cabeza cuando escribías?
Amplio. Jóvenes interesados y curiosos, gente grande que quiere entender qué está pasando con esto. También sé que hay mucho gurú y mucho académico que me leen, aunque les cueste admitirlo. Supongo que suma escribir en tono de divulgación. Yo leo a todos. Leo en profundidad, leo muchas cosas de afuera. Y cito a todos. El mix de citar ese tipo de fuentes pero a la vez contar historias es lo que a la vez me gusta como lectora.
¿Te han criticado alguna vez como que proponés una mirada “anti tecnología”?
Es que cuando veo venir ese razonamiento no se sostiene demasiado. Intento ir siempre por el lado gris, lo que tiene que ver con mi formación de politóloga. Entiendo que los fenómenos son complejos. Yo nunca voy a explicar las cosas linealmente, nunca te voy a decir que “A lleva a B” y que en el camino no pasa nada y no hay contradicciones. Por ejemplo: cuando me preguntan sobre Uber, lo que pongo sobre la mesa es que hay empresas que son imperios que van a buscar instalarse en ciudades donde hay gente que necesita trabajar, de ahí que lo primero que tenemos que hacer es no tirarles piedras a los autos. Después también está en que el que te lee -o el que te entrevista- tenga la disposición de vincularse en una charla contradictoria y en la que muchas veces ni siquiera se llega a una conclusión. Eso cuesta un montón. Los medios usan a las fuentes para que les brinden un discurso lineal, mejor todavía si al final termina en una bomba. Lo digo al final del libro: politizar la tecnología, comenzar a tener una mirada crítica, es una tarea que requiere trabajo y también tiempo.
El libro cuenta historias muy puntuales -Microsoft, Uber, Google, Facebook- pero a la vez puede ser visto como una matriz para analizar otras plataformas tecnológicas o entender incluso diferentes subsistemas del capitalismo. ¿Creés que el corazón del problema está en la dinámica de concentración capitalista?
Es que es un libro económico más que tecnológico. Las corporaciones de las que hablo son excusas para visibilizar la concentración y el peor problema que tenemos, que es la desigualdad. Y la desigualdad sucede por lo mismo que siempre ha sucedido, pero hoy está tapada por unas empresas que mientras no pagan impuestos y fugan plata al exterior tienen la posibilidad de mostrar a los chicos felices con su tecnología, por más que al mismo tiempo están creando para esos chicos mucha inequidad. Y cuando vas a un congreso de tecnología, ves hombres -porque la mayoría son hombres- tomando cafecito nespresso y vestidos con unos trajes carísimos pregonando cómo la tecnología va a ayudar a sacar a la gente de la pobreza. Lo lamento, pero a esa contradicción yo la veo. Y la cuento.
¿Qué pensás que puede pasar con todo esto en el futuro?
Estamos en un momento de la correlación de fuerzas en el que las empresas tienen muchísimo poder. Pero también empieza a verse qué fallas y qué grietas hay en ese esquema. En Europa están comenzando a reforzar el tema de la protección de los datos personales, y el caso Cambridge Analytica es otro ejemplo de que sí existe un cuestionamiento. De la misma manera en la que muchas veces se dice que la tecnología “es imparable”, también resulta imparable, por lo menos para muchas personas, la necesidad de transparencia, el querer saber. Creo que esa tendencia necesariamente va a crecer. Esa es la parte positiva. También es cierto que los que queremos esa apertura probablemente seamos pocos, porque existe una enorme cantidad de gente que tiene que resolver temas mucho más inmediatos -como comer-, mientras que otros prefieren directamente no mirar estas cuestiones. Por eso trato de que las historias que escribo sirvan para tomar conciencia y para que cada uno en la medida de lo individual y de lo social pueda hacer algo. O por lo menos estar atento a que todo esto también sucede.