Mindfulness: el arte de darse cuenta
Cada época tiene su flagelo. El de la actual –uno de ellos- es el del miedo y la ansiedad. Claro que la cuestión ha suscitado centenares de libros, tratamientos, métodos, teorías y charlas, aunque el ritmo de vida que llevamos no da tregua y la locura sigue entonces ahí, en la cumbre de la montaña que gobierna nuestras actividades diarias. Hemos perdido la capacidad de parar.
Lo que el Mindfulness propone es en realidad bastante simple: se trata de estar presentes en todo aquello que llevamos a cabo. Porque la raíz del problema es que intentamos hacer todo a la vez y sin demasiada conciencia, motivo por el cual andamos permanentemente distraídos. La coach española Silvia Escribano decía hace poco que el tiempo medio que trabajamos sin interrupción frente a la computadora suele ser de apenas tres minutos, ya que miramos la bandeja de entrada del correo unas treinta veces por hora, además de que solemos tener abiertas en paralelo ocho ventanas. “Y lo más interesante –remataba- es que tardamos otros 23 minutos para volver a concentrarnos en la tarea que estábamos haciendo”.
Cada vez que tenemos que encarar algo que no nos gusta, o no nos sale, o nos confunde, la mente quiere salirse de esa incomodidad y divaga en pensamientos de futuro o de pasado. La atención deja de estar en la tarea en cuestión para aferrarse a algo que ya ocurrió o anticiparse a lo que vendrá. La idea del Mindfulness tiene que ver con cultivar la intención de estar presentes, de conectar con la experiencia del cuerpo y de ser amables con nosotros mismos. En realidad no es nada demasiado nuevo, sino un conjunto de técnicas milenarias que se vinculan con la claridad mental y que si hoy han tomado un nuevo envión es en parte porque ahora se saben cosas sobre el cerebro de las que antes ni se tenía noticia.
“Mindfulness propone un abordaje complementario a lo que cada quien esté llevando adelante con su médico, psicólogo o psiquiatra. Digamos que no reemplaza, pero sí complementa”, arranca a explicar Nicolás Del Vecchio. Nicolás es instructor de Visión Clara, una asociación sin fines de lucro que desde 1993 se dedica a la enseñanza de esta práctica en la Argentina. Y prosigue: “De los montones de meditaciones que existen, esta es la que tiene mayor aval científico: más de mil estudios confirman sus beneficios sobre el organismo. Además, al no tener ningún contenido religioso, es muy universal”.
Según señala Del Vecchio cuanto más queremos controlar a las emociones, más se desbocan estas. “Por eso hablamos de observar a la emoción, recibirla con afecto y momentáneamente dejarla ser, por más desagradable que resulte. Porque si se la deja ser, entonces cesa su sombra y pierde poder. De lo que se trata es de observar sin juzgar. Y si surgiera, por ejemplo, un estado momentáneo de ansiedad, la sugerencia es recibirla pero sin identificarse con ella, porque uno no ‘es’ esa ansiedad. De ahí que Mindfulness es también la práctica del darse cuenta, volver a sentir el cuerpo y conectarnos con lo que nos pasa. En suma: un trabajito bastante fino. Simple, pero no necesariamente fácil”, sostiene.
La práctica del Mindfulness –cuya traducción más aceptada es “atención plena”- nació en realidad como un programa de reducción de stress. Fue el médico estadounidense John Kabat Zinn quien en 1979 creó el método “MBRS” (o Mindfulness Basado en Reducción de Stress) que más tarde daría lugar a la Clínica de Reducción de Estrés en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts.
“John Kabat Zinn tiene el mérito de haber tomado una disciplina monástica tradicional, como es la meditación budista, que nació para aliviar el sufrimiento humano, y haberla llevado a un hospital. Porque es el hospital el lugar donde las personas sufren. Y de haber ofrecido este recurso a estas personas a las que la medicina no lograba resolverles sus problemas de enfermedades crónicas o de origen psíquico. Así dio lugar a la medicina mente-cuerpo”, marcaba el introductor el programa MBSR en España Andrés Martín.
Fue justamente Clara Badino, directora de Visión Clara, quien en el año 2000 trajo a John Kabat Zinn a la Argentina. “Siento un gran agradecimiento por este inquieto precursor que en el momento justo y con una increíble claridad introdujo la práctica de Mindfulness en el sistema de salud como una medicina complementaria”, escribe Badino en el libro Mindfulness en la era del miedo y la ansiedad. Hoy Visión Clara ofrece diferentes programas de cuatro u ocho encuentros teórico prácticos, además de talleres por temas puntuales y también prácticas abiertas.
Despertares
¿Qué otras aplicaciones puede tener Mindfulness más allá de la reducción del estrés? Juan Martín Romano es médico especializado en nutrición y desde hace casi una década que está profundizando el modo de enseñar atención plena para generar cambios en las conductas alimentarias de las personas. El foco del entrenamiento que propone –y que sugestivamente se llama Comer despierto- está puesto en lo que él llama el “comer emocional”. “Estoy convencido de que más o menos el 70 por ciento de las veces que comemos lo hacemos en un modo de distracción, por aburrimiento, por costumbre o por estrés, sin siquiera darnos cuenta si de verdad es hambre lo que sentimos. Olvidamos cómo estar presentes cuando comemos y entonces comemos sin conciencia, con el piloto automático encendido”, advierte el especialista.
Según Romano comer con atención plena significa observar la propia experiencia de comer y beber, atendiendo a cuestiones como la presentación del plato y sus colores, aromas, texturas, sabores, temperaturas e inclusive sonidos de nuestra comida. “Con la práctica de Mindfulness, mientras comemos dirigimos nuestra atención a la experiencia del cuerpo. ¿Dónde en el cuerpo sentimos el hambre? ¿Dónde sentimos que estamos satisfechos? ¿Cómo se siente estar medio lleno, o lleno del todo?”, se pregunta.
También Del Vecchio relata que muchos de los participantes de los programas se mostraron agradecidos por recuperar la capacidad de conectarse con lo pequeño y lo sutil. “De lo que nos damos cuenta es que el problema no es el estresor en sí mismo, sino en la relación de la mente con el estresor. Eso se puede cambiar, empezando por relacionarse con el estresor de una forma más saludable. Esa es una vía muy poderosa para reducir los niveles de ansiedad y miedo. No hay nada que buscar afuera, ni maestros, ni respuestas ni nada, sino de descubrir los recursos de salud innatos con los que cada uno cuenta”, revela. Y concluye: “La mente se la pasa en el futuro y el pasado y no está en el único momento real, que es aquel en el que está el cuerpo. Porque el cuerpo siempre está en el presente. Siempre”.