Las matemáticas han vuelto
Durante mucho tiempo, quienes en la escuela sentían cierta atracción por las matemáticas eran señalados con cierta sorna por sus compañeros: los que eran buenos con los números eran una clase especial de “tragas”, mote que se utiliza un tanto despectivamente para identificar a los estudiosos o buenos alumnos. Los pequeños matemáticos, en realidad, lo que demostraban era facilidad para aprender y retener aquello que otros no lograban ni sentándose horas y horas con los manuales. A juzgar por el reconocimiento que hoy parecen tener los matemáticos, ese menosprecio parece estar cambiando.
Prueba del interés que generan en la actualidad estos genios la da el cine por ejemplo, que en los últimos tiempos retrató con bastante éxito la vida de los matemáticos John Forbes Nash y Alan Turing y del físico Stephen Hawking, fallecido el 14 de marzo de este año. Una mente brillante, estrenada en 2001, es una biopic sobre el matemático estadounidense Nash, quien ha hecho importantes aportes a lo que se conoce como la Teoría de Juegos, muy en boga hoy porque analiza cómo operan los incentivos en la conducta humana ante la toma de decisiones. Más cerca en el tiempo, El Código Enigma se presentó en 2014 y cuenta cómo fue el papel desempeñado por el matemático y pionero de la computación británico Alan Turing a la hora de descifrar los códigos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Y el gran físico teórico británico Stephen Hawking también tuvo su película en 2014, poco antes de su muerte. En la Teoría del Todo se puede ver como este estudioso del cosmos revolucionó el ambiente científico, especialmente por sus aportes respecto a los agujeros negros. Los tres films han tenido muy buena repercusión entre el público.
En nuestro país, la señal más importante de este resurgir de las matemáticas tal vez haya que buscarla por el interés que suscitó hace pocos años el trabajo del matemático y periodista Adrián Paenza, quien condujo los ciclos televisivos pertinentes Científicos Industria Argentina, Alterados por Pi y Laboratorio de Ideas, además de contar con una vasta producción literaria (Matemática… ¿Estás ahí? y Matemagia, entre otros). Tal fue su aporte a la divulgación que en 2014 recibió el Premio Leelavati que otorga el Congreso Internacional de Matemáticos a quienes difunden públicamente la disciplina.
La era del número
Algunos no dudan en definir a la matemática como “la madre de todas las ciencias”. Otros, en cambio, le niegan ese status y plantean que en realidad se trata de un lenguaje. Pero más allá de la discusión epistemológica, lo que sí parece estar más claro es que las matemáticas funcionan como una herramienta o soporte para las más variadas disciplinas científicas.
El primer gran matemático fue para los historiadores de la matemática el griego Pitágoras. En “Historia de las ideas científicas”, Leonardo Moledo y Nicolás Olszevicki prefieren hablar de los “pitagóricos”, es decir del grupo que reunido bajo quien les diera nombre le dieron un vital impulso a la disciplina llegando al principio de la semejanza formal entre los números y las cosas primero y yendo luego bastante más allá. “Había un paso audaz que estaba cantado, y los pitagóricos lo dieron: no es simplemente que las cosas se parecen a los números, sino que las cosas consisten en números. Así, establecen un principio abstracto como la esencia de todas las cosas”, escriben. Más adelante, comentando la obra de los pitagóricos, Aristóteles dirá que “el firmamento entero es armonía y número”. Por aquel entonces, cuando la ciencia era una y versaba genéricamente sobre el conocimiento de la naturaleza, las matemáticas ocupaban un rol preponderante. En la clasificación aristotélica, las matemáticas, la física y la metafísica conformaban la Teoría: se trataba de ciencias cuyo conocimiento estaba basado en el saber por el saber. Luego, había otras disciplinas de la Praxis (saber práctico) y de la Proiesis (saber creador).
El hecho de que las matemáticas estén en cierta forma en la base de todo no alcanzó para evitar que en algún momento perdieran popularidad. Sin embargo, hoy eso parece estar revirtiéndose. Un factor importante en ese resurgimiento es la evolución de la era digital. En una sociedad tan inclinada hacia la tecnología, y tan consciente que detrás de ella hay fórmulas y algoritmos, la matemática inspira otro respeto. El historiador de las matemáticas mexicano Alejandro Garciadiego Dantán sostiene que “la popularización de las matemáticas entre las sociedades no es una moda pasajera, sino que se mantendrá y demostrará que son más humanas y cercanas a la vida diaria de las personas”. Quizá en esa facilidad para percibir ahora que los números están en cada una de las cosas se encuentre parte del fundamento de su auge.
Hoy no hace falta ser matemático para, por ejemplo, manipular una base de datos y extraer algún listado o dato. Pero detrás de esas “consultas” está la teoría de los conjuntos. Tampoco hay que ser un genio para aprender un lenguaje de programación, pero la informática solo ha sido posible después de siglos de razonamientos lógicos y deductivos. El Big Data, la Inteligencia Artificial y hasta los algoritmos de Google tributan a la matemática.
Pero además, los matemáticos ya no son extravagantes personajes que viven encerrados haciendo cálculos: ellos también se están integrando a un mercado laboral más común. Hoy sus perfiles son buscados y valorados incluso para trabajos de gestión por su capacidad de analizar y resolver problemas, definir estrategias y hasta tomar decisiones.
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