Fertilidad consciente, otro camino a la maternidad

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Propone abordar la búsqueda del embarazo desde un lugar emocional y teniendo en cuenta aspectos físicos, nutricionales y hormonales que pueden potenciar las posibilidades de ser madre. Los alimentos que ayudan y los que conviene evitar.

Los avances en las últimas décadas en los métodos de fertilización asistida ayudaron a resolver dificultades de gestación en mujeres que deseaban ser madres. Estos recursos fueron surgiendo para atender la necesidad planteada por una baja en la tasa de fertilidad femenina –y también, aunque en menor medida, en la masculina–, producto de una realidad, mayormente urbana, sobrecargada de estrés y otras cuestiones ambientales que la afectan, más el acceso de la mujer a mayores compromisos como consecuencia de su sostenida aunque aún no totalmente satisfactoria presencia en la vida laboral, política, social, académica, empresarial, etc. Estas son algunas de las cuestiones que influyeron en esa caída de la fertilidad. 

A partir de su propia experiencia, Jorgelina Galera –licenciada en Administración, Project Mánager certificada, profesora de yoga y fitoterapeuta– pensó una idea para mejorar la fertilidad a partir de herramientas emocionales, orgánicas y naturales que estudió dentro y fuera del país una vez que creyó agotados los recursos habituales de la medicina y el psicoanálisis, al menos en su caso. Fue así que desarrolló un sistema para potenciar la fertilidad consciente, para lo que tiene en cuenta, por ejemplo, cómo abordar emocionalmente la búsqueda de un embarazo que no llega, cuáles son los alimentos aliados y enemigos de la fertilidad y cómo se pueden aplicar otros recursos, como  la meditación y el mindfulness, a la fertilidad.

“La fertilidad consciente –explica Galera– es un proceso personal en el que la mujer se conecta con su poder interior, sus posibilidades, y se integra registrando deseos, miedos y todos los aspectos corporales, mentales y espirituales que se ponen en juego al querer convertirse en mamá. En general, en la sociedad actual no nos cuestionamos cuando invertimos años de nuestras vidas para estudiar una profesión que ejerceremos durante 30, 35 años, pero no queremos asignar tiempo en prepararnos para gestar y acompañar a un ser que tendrá una expectativa de vida de 90 o 100 años. Así, queremos que en 10 minutos nuestro ‘plan’ de ser mamás se concrete y nos frustramos y buscamos soluciones ‘rápidas’. Por el contrario, la fertilidad consciente busca traer luz a nuestros procesos internos e invertir nuestras energías en prepararnos para ser mamás y papás sea cual sea la forma que elijamos para ello (concepción natural, reproducción asistida, adopción y las múltiples formas de ma-paternar posibles)”. 

 

fertilidad consciente

Y agrega que este recurso que hoy busca transmitir a través de su proyecto Nidra Mater “llegó a mi vida gracias a la imposibilidad de ser mamá aun utilizando tratamientos de reproducción asistida. Sentí que tenía que tomarme el proceso como un aprendizaje que me estaba demandando mi cuerpo y así fue como exploré en la Argentina y en el mundo todo lo que estaba a la mano en relación con la fertilidad de forma fisiológica y respetuosa. Luego de varios meses de este camino que me transformó, me dio salud y autoconocimiento, llegó el deseado embarazo y así el llamado a compartir con el resto del mundo lo que había descubierto”.

 

Respecto de qué aspectos de la vida cotidiana se deben cuidar o modificar para lograr un embarazo, dice que “es difícil poder decirlo como una generalidad, porque depende de cada caso, cada cuerpo y cada situación en particular. Pero algunos aspectos en general que debemos revisar son la alimentación, preguntándonos si es fértil, si incorporamos muchos químicos y alimentos industrializados; nuestro ciclo, reflexionando sobre si estamos conectadas con nuestro cuerpo, porque si solo nos concentramos en la ovulación y la menstruación en pos del embarazo perdemos la conexión con nuestro sagrado ciclo, su conexión con la naturaleza, y se torna un factor de éxito o fracaso. Esto nos desconecta y puede producir alteraciones hormonales y por lo tanto del ciclo; el deseo de la maternidad: revisar cómo y de qué surge, preguntarnos si hay mandatos que estamos siguiendo; el estilo de vida, ya que el nivel de estrés que llevamos en nuestra vida puede estar activando mecanismos de anticoncepción natural, porque el cuerpo se protege para sobrevivir; conservar o aumentar espacios de placer, ya que en general cuando la llegada de un hijo se demora más de lo deseado nos abocamos a la búsqueda como un ‘trabajo’, nos obsesionamos con el día de ovulación y las relaciones sexuales con el fin de embarazarnos. Esto aumenta el estrés, disminuye el placer y por lo tanto atenta contra nuestra fertilidad”.

 

Alimentos y emociones

Galera hace especial hincapié en la alimentación, donde existen “aliados” y “enemigos” de la fertilidad. Aunque aclara que es necesario analizar cada caso, cada persona en particular, en términos generales recomienda consumir los alimentos como los trae la naturaleza. Es decir, lo de la estación, sin agregados químicos ni procesos industriales, evitando los de alto contenido de agroquímicos y procesos de transformación. También destaca lo que denomina “alimentos estrella” de la fertilidad:

• Frutos oleaginosos utilizados como colación y semillas agregadas a las comidas, en lo posible activadas con agua

• Frutas y verduras de color naranja o amarillo, ya que son antioxidantes y aportan beta caroteno.

• Verduras amargas y coles (rúcula, achicoria, brócoli, cebolla, puerro, alcaucil), a razón de 5 porciones por semana, ya que favorecen la depuración del hígado, un gran órgano para la fertilidad: depura todo lo que comemos y respiramos, luego tiene que drenar el colesterol y la grasa animal, y es responsable del reciclaje hormonal, algo que solo puede hacer cuando le queda “tiempo libre” y por eso, en el contexto de esta vida moderna, agitada, hay que ayudarlo a que pueda llegar a este nivel.

• Frutas y verduras de color rojizo-azulado como remolachas, arándanos, uvas, moras o rabanitos (2 o 3 porciones por semana): fortalecen los vasos sanguíneos, entonces fortifican el endometrio y mejora la calidad del implante del embrión en el mismo.

También recomienda utilizar harinas y azúcares integrales en lugar de refinadas: “Hoy en día hay muchas cosas ricas para hacer o comprar. Alimentos excelentes que aportan muchos nutrientes son la avena, la quinoa y el reemplazo por las harinas integrales. Además, mejoran el funcionamiento hormonal. Los desarreglos hormonales y las harinas refinadas no aportan nutrientes a nuestro cuerpo y hacen que se nos acumule grasa en el abdomen; una buena forma de medirlo es mirándonos al espejo. Sé que es más sencillo comprar galletitas, pero si ponemos un poco de voluntad, hoy en día hay muchos alimentos ricos y al alcance de nuestras manos para reemplazarlas: barras de cereal naturales, galletitas integrales, mix de frutos secos, etc.” Por otra parte, aconseja evitar los edulcorantes y reemplazarlos con azúcar mascabo o integral de caña, o miel; los alimentos químicos: latas, envasados, procesados; las grasas hidrogenadas, es preferible consumir manteca o margarina; los lácteos; las bebidas cola y el café.

¿Cómo abordar la búsqueda de un embarazo desde lo emocional? “Las emociones siempre están presentes –señala Galera–, ni que hablar en un proceso de búsqueda de la ma-paternidad. Nos ponemos sensibles, recordamos nuestra historia, nos enojamos cuando no llega, nos enojamos con nuestro cuerpo cuando tenemos dificultades, con nuestra pareja, con nuestros ancestros, con la vida. Este es un ejemplo de emociones presentes en el proceso. Abordarlas para que contribuyan a la concepción significa reconocerlas, aceptarlas e integrarlas como parte del proceso. Luego hay que trabajar sobre algunos preconceptos y con la conexión con la potencialidad interna para transmutar las mismas en aquellas que nos hacen bien y nos conectan con la fertilidad”. Y agrega: “Sabemos que para embarazarnos necesitamos oxitocina, la hormona de la felicidad, además de las conocidas hormonas femeninas y masculinas (estrógenos, progesterona, testosterona, etc.). Estas van de la mano con el amor, la calma y la felicidad. Por el contrario, el miedo, la ansiedad, la angustia, el enojo, están asociados con hormonas del estrés que ponen al cuerpo en alerta y no van a favorecer un embarazo: cortisol, adrenalina y noradrenalina. ¡Las hormonas son emociones!”

Sobre los resultados obtenidos, concluye, “con gran satisfacción veo los procesos de crecimiento vital y el empoderamiento que observamos en las parejas y mujeres que acompañamos sea cual sea el camino que elijan hacia la fertilidad. Esto puede continuar en una gestación, un nacimiento, una decisión de adopción o pausar la búsqueda para encontrarse. La diferencia está en poder tomar la decisión en forma consciente, desde un lugar de calma. Y eso se logra desde la conexión y la escucha”.

 

Fotos: istock