Diez profesiones del futuro
Pensar en qué trabajos serán viables en 2050 parece por momentos un ejercicio de ciencia ficción, y sin embargo se vislumbran ya algunas tendencias que al estar bastante consolidadas permiten entrever cómo lucirá en algunos aspectos el mundo y qué clase de habilidades harán falta para sostenerlo.
1.Cuidadores de los adultos mayores. El envejecimiento de la población es sin dudas una de esas tendencias innegables, lo que lleva a pensar que la demanda de empleos en el sector de los “abuelos” probablemente vaya a explotar. Desde médicos y enfermeros hasta asistentes personales y terapistas ocupacionales: se espera que los cuidadores de personas añosas tendrán un enorme campo de acción en el cual desarrollarse.
2.Expertos en eficiencia energética. No existe un solo experto que sepa a ciencia cierta en qué momento el petróleo va a agotarse, lo que ya casi nadie niega es que eso va inevitablemente a ocurrir y que entonces el mundo en el que vivimos podría llegar a cambiar drásticamente. Claro que las energías alternativas seguirán ahí, aunque su incidencia sigue siendo todavía notoriamente baja. También existen otras opciones, como la nuclear, o la hidroeléctrica, pero por diversas razones su presencia en la matriz no podría crecer mucho más. ¿Qué hay de volver al carbón? Tampoco, eso recalentaría la atmósfera de una forma insoportable. Y en cuanto al hidrógeno, que tantas veces se presenta como la gran esperanza, por el momento se necesita para obtenerlo más energía de la que luego proporciona. Ahora bien: la clave del futuro energético pasa obviamente por cuál o cuáles serán las fuentes, aunque en la otra punta de la cuerda está el consumo y es ahí donde podría aparecer la respuesta de la mano de un concepto que en este terreno es capaz de operar maravillas: la eficiencia. La eficiencia energética tiene que ver con utilizar una cantidad sustancialmente menor de determinada fuente -así hablemos de petróleo, de agua, de uranio o del calor del sol- para lograr lo mismo (o incluso más) de lo que antes se conseguía. Y es en ese sentido que todas las iniciativas destinadas a optimizar estos recursos van a representar en el futuro un aporte invalorable.
3.Profesionales de Big Data. El término que a esta altura resulta bastante conocido podría traducirse como “datos masivos” y tiene que ver con cifras astronómicas de información provenientes de millares de dispositivos conectados. Pero más información -se sabe- no es necesariamente sinónimo de más conocimiento. Y es por eso que los cada vez más formados especialistas en “data science” vienen a sumar lo necesario para obtener, estructurar, analizar e interpretar toda esa maraña de datos.
4.Ingenieros en reciclaje. Estamos generando demasiada basura. Y la acumulación excesiva de residuos implica para las ciudades un problema serio. Es cierto que los complejos ambientales se han modernizado para procesarlos con impactos mínimos, pero esos rellenos tampoco son eternos, sino que suelen diseñarse con un horizonte de apenas unos 20 años luego de los cuales se deberán buscar nuevos predios con la capacidad, las condiciones de suelo y la distancia de cuerpos hídricos y centros urbanos adecuada, requisitos que no resultan tan fáciles de reunir. ¿Qué nos queda por hacer? Separar en origen es fundamental, pero al mismo tiempo tendríamos que empezar pensar en generar menos basura, y por supuesto: en reciclar. Contar con profesionales que sean capaces de repensar esta necesidad y diseñar productos cuyo reciclaje pueda facilitarse contarán seguramente con altas probabilidades de conseguir una excelente posición laboral.
5.Alfabetizadores digitales. No se trata de “enseñar a usar internet”, mucho menos de que apenas se repartan tablets a los estudiantes. La red de redes es hoy algo más que una simple herramienta: es un entorno de intervención social, construcción de significados y cambio cultural, de ahí que los saberes necesarios para vivir en sociedad han trastocado los parámetros de lo que hasta hace poco entendíamos por “alfabetización”. El desafío pasa, entonces, por democratizar las comunicaciones y repensar a qué clase de educación aspiramos cultivando además el pensamiento crítico en un mundo en el que el complejo “GAFAM” (acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) se ha vuelto capaz de ejercer un profundo control sobre la información, estableciendo al fin y al cabo lo que la verdad es. Es en ese contexto que los “maestros digitales” pueden llegar a ser más importantes de lo que en las últimas décadas fueron los profesores de matemática o los de inglés: personas que ayuden a estudiantes de todas las edades a convertirse en ciudadanos atentos, usuarios digitales formados y consumidores calificados.
6.Armadores de equipos de trabajo. Es posible que en un futuro no muy lejano los trabajos en relación de dependencia caigan y aumenten los free lance, lo que deriva no solo en nuevas necesidades que para los cuentapropistas (como autoadministración, autodesarrollo y automarketing), sino que también las empresas requerirán que alguien especializado organice los equipos para diferentes proyectos específicos. Es ese “armador” el que podría ascender notablemente en los rankings de búsquedas de talentos.
7.Botánicos, jardineros, especialistas en árboles, granjeros urbanos. Si el calentamiento global ya no se cuestiona (y si las fuentes tradicionales de energía están además agotándose), eso hace pensar que deberíamos ir pensando formas creativas de bajar la contaminación, reducir las inundaciones y refrigerar las ciudades, en las que por otra parte se presume vivirá en 2050 el 75 por ciento de la población. Los planificadores urbanos todavía no dan demasiada importancia al tema, pero pensar en la posibilidad de una “cubierta verde” para los espacios construidos puede llegar a ser tan estratégico como instalar una central eléctrica. Es que el verde en los techos y paredes -además, naturalmente, del de los árboles- trabajan como una suerte de “acondicionador de aire natural”, a lo cual se suma que filtran el aire, disminuyen la polución y absorben grandes cantidades de dióxido de carbono. Es por todo eso que en un mundo que sin dudas será muy virtual harán falta también trabajadores manuales que como los jardineros sean capaces de cuidar y hacer prosperar todo ese follaje además de generar granjas urbanas y encargarse de otras cuestiones como el control de plagas, la correcta poda y el compostaje.
8.Técnicos de casas inteligentes. El fenómeno se conoce a grandes como “internet de las cosas” y tiene que ver con la interconexión digital de diferentes objetos con la red de redes, un concepto aplicable tanto a ciudades enteras como a la intimidad de los hogares, donde se supone que habrá heladeras que comunican que el yogur está por vencerse, inodoros que detectan infecciones urinarias y estufas que se apagan o encienden de acuerdo con un mix de variables bastante precisas. Todo eso hace pensar que harán faltan infinidad de técnicos capaces de instalar estos aparatos así como de detectar problemas, identificar soluciones y reparar roturas de estas casas inteligentes.
9.Profesores a distancia. Hace tiempo que desde distintos ámbitos viene asegurándose que la educación a distancia es el futuro de las universidades, que por otro lado no se han modernizado demasiado en los últimos… cuatrocientos años. Si bien no se trata en absoluto de algo nuevo (los cursos por correspondencia existen hace bastante más de un siglo), esta modalidad se ve hoy favorecida gracias a varios factores de los cuales el más importante es el aumento exponencial de la conectividad. Pero esta renovación de la educación a distancia a la luz de las nuevas tecnologías requerirá a la vez de una camada de docentes que estén especialmente formados en entornos virtuales y que sean capaces de guiar a sus alumnos en un aprendizaje más autónomo, reflexivo, racional y contextualizado, así como de promover una participación abierta, flexible, activa y de algún modo creativo, también cercana.
10.Psicólogos. Hay, desde luego, mucho más: inspectores de drones, fabricantes de vehículos autónomos, especialistas en simulación. Inventores de sensores, reparadores de impresoras 3d, hackers del tiempo. Muchas de esas profesiones parecen remitir a un futuro lejano y difícil de imaginar, no obstante existe un campo de acción que así como está resultará muy difícil de reemplazarse: el de la salud mental. Cada época tiene su propia forma de sufrimiento, y así como hoy son tendencia los lazos sociales laxos, el individualismo intenso, la competencia generalizada y las familias frágiles, en el futuro habrá nuevas fuentes de malestar psíquico que derivarán de la cultura en la que estemos insertos. Claro que psicofarmacología continuará evolucionando, y que bien utilizada puede ser a veces un auxiliar invalorable. Pero casi nadie niega que la estrategia adecuada para tratar buena parte del sufrimiento es y seguirá siendo la psicoterapia. Eso conlleva además un aspecto profundamente ético, ya que es a través de la psicoterapia que las personas son capaces de reflexionar sobre sí mismas y elaborar personalmente su dolor recuperando aquello que tenemos de maravilloso: ese genuino, necesario y excitante grado de libertad.
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