Cumpleaños: más allá del pelotero
Los chicos suelen adorar los cumpleaños, los propios y los ajenos, pero a los padres muchas veces estos festejos nos producen una catarata de dudas. Un poco por los montos astronómicos que están pidiendo los salones, aunque también porque las animaciones tienden a ser ruidosas, los espacios chicos y los menús abundantes en grasas saturadas y azúcares, lo que redunda en un público infantil algo alterado y unos adultos desconcertados: “¿para qué tanto esfuerzo si al final terminamos todos nerviosos?”.
“La cantidad de sobreexcitación y consumismo que le pongas a la preparación del cumple de tu hijo es directamente proporcional a las lágrimas que va a llorar en el mismo. Porque este sistema se basa en crear necesidades que no tenemos, que después se nos caen encima de la cabeza y no podemos más que reaccionar con estrés y confusión. Menos. Muchísimo menos”, propone Julieta Otero en uno de los tantos posts que a través de su personaje “Roxi” de “Según Roxi” escribió acerca del tema.
Claro que no se trata de no celebrar y mucho menos de organizar un convite sin emoción, sino más bien todo lo contrario: la idea es pensar qué es lo que de verdad nos gusta y de qué podríamos prescindir para arrimarnos a un festejo que tenga que ver con el cumpleañero más que con determinado formato, con las posibilidades reales de cada familia más que con mandatos.
Van entonces algunas ideas, apuntes, opiniones y experiencias para que el festejo no sea un estrés ni tampoco el evento del año sino apenas, y con todas las letras, un feliz cumpleaños.
Los que se animan a animar
Para festejar un cumpleaños infantil en casa hay una limitación obvia de dimensiones físicas de acuerdo a la cantidad de chicos (y en algunos casos de padres) invitados, aunque si llegara a ser posible hacer el lugar suficiente en un living amplio o patio amigo la celebración de seguro contará con ese plus del espacio propio y acogedor que a veces a los salones -más anónimos e impersonales- se les complica ofrecer.
En estos casos se puede contratar una animación o atreverse tal vez a encararla uno mismo, como hizo Cecilia para el último y cuarto cumpleaños de su hija Lucía. “No invité a demasiados chicos: apenas siete u ocho que podían venir con su mamá o papá. Decoré la casa con muchos globos y guirnaldas y para comer preparé algo simple: sándwiches, empanadas de copetín y papas”, cuenta y dice que se tomó bastante tiempo para buscar juegos en internet. “Arranqué con uno de burbujas, puse música y empecé a hacerlas yo, y después le di un burbujero a cada chico. Agotado eso jugamos al juego del paquete, al que le fui poniendo regalitos intermedios. Ambas cosas llevaron cerca de una hora, y ahí cortamos para comer. La segunda parte fue con la canción de las estatuas: jugábamos que el que no se quedaba del todo quieto tenía que explotar un globo que adentro traía una prenda. Eso duró otra hora más, que cerró con torta y piñata. No me disfracé ni gasté una fortuna”, comenta y concluye: “Fue algo sencillo, pero memorable. Y a ella le encantó que me involucrara”.
Animaciones respetuosas
Una propuesta participativa y musical para festejar en casas, plazas o salones con orquestas de instrumentos, burbujas gigantes, plástica, títeres y teatro de sombras: eso es lo que propone el grupo Anda Calabaza. “El corazón de nuestra animación tiene que ver con ofrecer un espacio de encuentro y disfrute tanto para los chicos como para las familias, invitándolos a participar de un clima festivo pero a la vez tranquilo”, asegura Trinidad Padilla, integrante de este colectivo de artistas para el que los cumpleaños tienen la particularidad de ser siempre impredecibles, por lo que -explica- “contamos con recursos para ir ofreciendo lo que cada momento pide”.
“El tema ruido-no ruido es clave porque para poder desarrollar nuestra propuesta la escucha es fundamental, de otra forma el intercambio es muy difícil. Un ambiente ruidoso tiende a sobreexcitar a los chicos, a interponerse en la conexión. Por eso sentimos que la música es un canal que puede conectar y convocar a todos de manera natural. En vez de invadir con sonido y generar más ruido, preferimos organizarlo y transformarlo a través de la música en un momento de encuentro. Cuando son grupos numerosos, la animación se desarrolla con un equipo de tres animadores para poder tener más proyección”, advierte Padilla enfatizando que es algo que se busca en todas las propuestas de Anda Calabaza, desde animaciones y talleres hasta la nueva serie que están por estrenar: “El show de lo nuevo”.
Espacios para todos los gustos
Canté Pri es un bar lúdico que los sábados y domingos está abierto y para ir a comer o a jugar y de lunes a viernes permite festejar los cumpleaños. Gisela Delville, su dueña y alma mater, asegura que de los cumpleaños le gusta “lo amoroso y lo íntimo” y que por eso mismo trata de evitar esa cosa estandarizada que a veces ofrecen los peloteros. “La idea de Canté Pri es que se pueda pensar en el cumpleañero y en lo posible armar algo a medida”, dice y asegura que su bar es de por sí bastante descontracturado. “Tampoco servimos ni serviremos panchos, no porque comer salchichas te vaya a llevar a la muerte, pero nos parece bueno zafar del estereotipo de que para que un cumple sea tal tiene que haber golosinas, papas fritas, coca cola y panchos. Fue un desafío. Cuando abrí hace once años yo misma me preguntaba quién iba a querer esta propuesta, y mal no nos fue con nuestros platitos con sandía, frutillas, mandarinas, banana con dulce de leche, tostaditas con queso blanco, tostados de pan casero, pizza casera y moños con manteca y queso. Vemos que los chicos comen”, sostiene.
En Canté Pri no se usa micrófono, la música no está a todo volumen y tampoco se generan actividades de competencia entre dos o más equipos. “No es que no haga falta ordenarse un poco para disponerse a escuchar. Pero no es necesario gritar ni explotar situaciones de rivalidad”, explica. Algunas de las propuestas de animación tienen que ver con lo artístico, diferentes relatos o el circo, incluidas sogas y telas para trepar. “En el jardín uno conoce a todos y tiene posibilidad de repetir al otro día los juegos que no salieron bien, pero en un cumple es mucho lo que hay que remar”, advierte Gisela, que es docente y trabajó durante muchos años en salas de chicos chiquitos y con mamás y bebés. “Nuestro fuerte es que intentamos hacerlo desde un lugar amoroso -remata-, lo que en definitiva va en sintonía con el modo en el que pensamos la infancia”.
¿Qué hay de festejar en una plaza?
“En el jardín al que iba mi hijo, festejar en la plaza se puso de moda, y como teníamos cerca la plaza que era ‘nuestra plaza’ y la de todos ellos decidimos festejar sus tres añitos ahí, porque tanto para los papás como para los chicos era un lugar familiar”, cuenta Victoria. Y agrega: “Lo hicimos un domingo a la mañana, así que prácticamente teníamos los juegos para nosotros, puse manteles en un rincón con sombra, colgué globos y banderines de los árboles, llevé budines y jugos y pedí a todos que aportaran lonas y equipos de mate, con lo cual se armó un súper desayuno. Las limitaciones son el clima, siempre variable, y el baño, aunque al ser tan poquito tiempo nos terminamos arreglando. Fue todo de lo más simple y austero. Y el cumple más lindo del que por lo menos yo tengo recuerdo”.