Cuatro claves para entender la amistad virtual

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En un vínculo tan rico y amplio caben distintas posibilidades: incluida la de sentirse cerca sin encontrarse jamás.

Nunca antes tanta gente nos había felicitado por un cumpleaños, nunca tantos se enteraron de que nos graduamos ni vieron la foto de nuestro pequeño empezando el jardín. Y sin embargo -lo sabemos- no se trata de que seamos más populares, sino de que las redes sociales amplían el círculo de conocidos a la vez que simplifican ciertas interacciones hasta convertirlas en un simple click. ¿En qué podrían estos vínculos parecerse a los de la “vida real”? Muchos desconfían de las relaciones virtuales: pregonan que carecen completamente de compromiso o que se trata de vínculos etéreos y hasta peligrosos. Pero, ¿no hay acaso vínculos frente a frente que también adolecen de dedicación o pueden resultar “tóxicos”? ¿Qué es lo que en definitiva hace a la amistad? ¿Pueden ser verdaderos los amigos virtuales? Van a continuación algunas pistas para comprender un fenómeno aún naciente, algo gaseoso y para nada trivial.

Las amistades varían. Los criterios históricos de acuerdo a los cuales se define lo que es un amigo pueden -desde luego- ir cambiando, a lo que se suma que distintos vínculos de amistad son capaces de tener, a la vez, diferentes grados de confianza e intimidad. Las redes sociales proponen un nuevo tipo de relación posible de desplegarse con alguien con quien jamás se ha estado en persona: es lo que hoy se conoce como “e-lationship” o relación electrónica. Nadie se atreve a afirmar hoy que la amistad virtual no existe. Claro que se puede tratar de un simple contacto del que vemos qué hace a diario o con el que intercambiamos cada tanto un par de likes. Pero también se abre la posibilidad de desarrollar un grado de cercanía que lleve a estos amigos virtuales a compartir vivencias, contarse cosas o apoyarse mutuamente en momentos difíciles. “El hecho de que hoy exista más soledad no tiene que ver con que necesitemos más interacciones, lo que hace falta es más intimidad”, advertía Shasta Nelson, creadora de GirlFriendCircles.com y autora de varios libros sobre amistad, durante su participación en TEDxLaSierraUniversity. Y agregaba: “No se trata de ir corriendo a conocer más gente, unirse a un club, desesperarse por hacer nuevos amigos. La clave está en volver más cercanas las relaciones que ya tenemos”.

A no subestimarlas. Es posible que en el ámbito virtual no existan experiencias asimilables a un abrazo o una jornada compartida codo a codo, ni hablar de una carrera universitaria, un lugar de trabajo o el equipo de fútbol. Pero también es cierto que actualmente es posible mantener un contacto fluido -incluso cara a cara- con otros que están a kilómetros de distancia, así como que la tecnología permite expresarse de una forma cercana y sincera. Muchas personas -introvertidas o no- encuentran en las redes la forma de contactarse con otros con intereses parecidos. Y así como en las parejas las reglas se hacen de a dos, lo mismo sucede con las amistades: si para esos amigos la virtualidad funciona, entonces es porque de verdad funciona.

Atender a posibles conductas de riesgo. ¿Qué cosas hay para prestar atención cuando alguien tiene un amigo virtual? Especialmente si se trata de una persona joven, que sus vínculos no pasen exclusivamente por la computadora. Entretanto desde Pantallas Amigas (la plataforma española para ayudar a menores y sus familias a reflexionar sobre la red) proponen para los vínculos en las redes sociales algunos tips, como proteger la información personal, configurar las opciones de privacidad, regular el uso de la cámara web, no creer todo lo que se ve o escucha, mantener cautela si no se conoce al otro y no citarse jamás a solas con alguien que se haya conocido en Internet, además de, como siempre, aprender a cultivar un espíritu crítico.

Barreras que se difuminan. “Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado”, escribió Alejandro Dolina en “La decadencia de la amistad”, un capítulo de su ya célebre libro Crónicas del Ángel Gris. “En cierto momento de la vida uno descubre que está rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos”, continuaba para rematar que nadie podrá rescatar a los amigos perdidos, así como que poco podrá hacerse para librarnos de los desconocidos que llenan nuestro tiempo. “En todo caso -concluía- cada uno de nosotros deberá cuidar lo poco que tenga. Sin componer canciones ni escribir poemas. Se trata únicamente de sentarse un rato en la vereda o de matear en silencio con los que están más cerca de nuestro espíritu”.

En las redes sociales conviven extraños que se han convertido en amigos con viejos amigos que se han convertido en extraños. Y en el medio, un variopinto grupo de personas que de acuerdo a momentos de la vida, intereses y circunstancias puede haber estado más lejos o más cerca. ¿De qué proximidad nos habla un “me gusta”, una conversación ocasional, incluso un cumpleaños compartido? ¿Y qué pasa con seguir de cerca una vida, largas horas de chat, la comprobación de unos gustos e intereses casi idénticos? Hay algo que no se discute: la amistad es un lazo que se construye con tiempo, y que sí o sí necesita de la presencia de un otro. Así y todo se trata de un vínculo personalísimo que puede tomar diversos formatos y admitir distintos tipos de encuentros para lo cual -una vez más- tal vez sea necesario empezar a construir nuevas reglas.

 

Fotos: istock