Cuando los niños no duermen como angelitos

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El sueño en los primeros meses y años de vida suele ser inestable y provoca angustia y cansancio en los padres. ¿Aprendemos a dormir o nacemos sabiendo? El tema ha despertado incluso una fuerte polémica entre los especialistas.

 

“De recién nacida, cuando hay muchos chicos que duermen horas y horas o que toman teta-duermen-toman teta-duermen, ella se la pasaba muy despabilada y despierta. Dormía tres horas y se volvía a despertar. Cuando a los 2 años empezó a ir al jardín mantuvo esa tendencia a despertarse, por lo menos dos veces por noche. Cuando dejó de dormir siesta lo mismo. Llamaba, íbamos, la teníamos un rato a upa o le poníamos la manito en la espalda para que se volviera a dormir. Pero era sistemático que se despertaba todas las noches dos veces. Cada dos meses por ahí nos regalaba una noche sin despertarse. Así fue hasta los cuatro años y medio”. El relato de Verónica, mamá de Faustina, que hoy tiene 8 años, se repite por doquier en los grupos de crianza o en las charlas entre padres de bebés. El (mal) sueño en los primeros meses y hasta años de vida es una de las mayores preocupaciones de una etapa en la que todo pareciera ser luminoso pero que muchas veces termina en angustia y desesperación.

¿Por qué muchos niños no duermen bien de noche? En primer lugar, para el recién nacido aún no existe la distinción entre el día y la noche, por lo cual la pregunta es más simple: ¿por qué no duermen bien? El manual de los padres, sobre todo los primerizos, identifica los síntomas: hambre, frío, calor, cólicos, algún otro dolor. Pero una vez satisfechas esas necesidades o aliviados los malestares encuentran que el bebé tampoco logra conciliar el sueño por un tiempo prolongado. ¿Entonces? El pediatra y escritor español Carlos González, en un artículo titulado Por qué los niños se despiertan por la noche, analiza y compara el comportamiento de las distintas especies para encontrar razones un poco más profundas que expliquen esta conducta. “Los seres humanos son los mamíferos que durante más tiempo necesitan a sus padres, y dejan muy atrás al segundo clasificado. Probablemente, esto se debe en parte a nuestra gran inteligencia”, dice. Algunos animales, por ejemplo, pueden caminar apenas nacen. Ese tipo de conductas innatas son puramente automáticas. Pero las especies más inteligentes son las que van aprendiendo con el tiempo. “Nuestros hijos tienen que aprender más que ningún otro mamífero, y por lo tanto tienen que nacer sabiendo menos”, explica González. Y prosigue: “(…) a la más mínima separación, lloran como si usted se hubiera ido para siempre. Más adelante, cuando empiece a comprender dónde está usted, cuándo volverá y quién le cuida mientras tanto, empezará a tolerar las separaciones con más tranquilidad. Pero aún faltan unos años. (…) Es aquí donde la vida real no coincide con los libros, porque a las madres les han dicho que, a medida que su hijo crezca, cada vez dormirá más horas seguidas. Y muchas se encuentran con la sorpresa de que es todo lo contrario. No es ´insomnio infantil´, no son ´malos hábitos´, simplemente es una conducta normal de los niños durante los primeros años. Una conducta que desaparecerá por sí sola, no con ´educación´ ni ´entrenamiento´”.

 

Duérmete niño

 

El asunto del sueño infantil tiene en el ámbito científico una gran controversia. Es la que separa a aquellos que pregonan la idea de que a los bebés se les debe “enseñar” a dormir y recomiendan para ello un método que incluye dejarlos llorar por ciertos períodos de tiempo, de quienes sostienen que los seres humanos nacemos sabiendo dormir y que la necesidad de apego es completamente normal. La primera corriente tiene su origen en el conductismo y ha sido divulgada, entre otros, por el pediatra Richard Ferber, fundador y antiguo director del Centro Pediátrico para los Trastornos del Sueño en el Hospital Infantil de Boston, Estados Unidos. En 1985 Ferber publicó el libro “Solucione los problemas de sueño de su hijo” y desde entonces ha desatado una polémica que ni siquiera se ha acallado cuando en 2006 reeditó su obra con algunas aclaraciones y añadidos. En el mundo de habla hispana fue el médico catalán Eduard Estivill el que popularizó este paradigma con su libro “Duérmete, niño”, publicado originalmente en 2004.

 

sueño bebes

De manera resumida este método entiende que entre los 3 y los 6 meses poner al niño en su cama despierto es crucial para enseñarle a dormirse solito. Si el bebé llora los padres deben ir a constatar que esté todo bien, pero no sostenerlo en brazos ni darle de comer. ¿Cuánto tiempo se lo debe dejar llorar? Ferber dice en su libro que el tiempo de espera depende de la comodidad que los padres sientan respecto de la técnica, pero la idea es que se vaya alargando día a día. Al cabo de una semana los bebés aprenden a dormirse por sí mismos al descubrir que con llorar solo consiguen que los padres vayan a verlo solo por un rato muy corto. Las argumentaciones para defender este método hacen hincapié en que además de mejorar la salud emocional de los padres, no dormir bien provoca en los lactantes irritabilidad, llanto fácil y hasta problemas de crecimiento. 

 

Sin referenciar directamente al método de Ferber y Estivill, Daniel ha seguido con sus hijos Valentín (7) y Matilda (3) mayormente esta idea. “Cuando un hijo nace los primeros meses obviamente lo vas a tener encima. Pero después de un tiempo se acostumbra a esos mimos y es el momento en que a fuerza mayor tenés que empezar a soltar de a poco. Nosotros a Valentín lo llevamos a su pieza para que empiece a entender que ese era su lugar, que cuando nos necesite íbamos a estar pero no abrazándolo y conteniéndolo tanto como antes. Lo que hacíamos era acostarnos un poquito al lado, pero sin estar pegados y palmearlo un poco en la colita para que se durmiera”, cuenta. De esta manera, la pareja pudo rápidamente recobrar la intimidad, otra cuestión que se suele ver muy afectada en los primeros meses de vida de un bebé y ante el mal sueño.

 

El sueño como proceso evolutivo

Las críticas al método que hoy se suele mencionar como duérmete niño no se hicieron esperar. La puericultora argentina Vanina Schoijett, por ejemplo, sostiene que los despertares nocturnos son parte normal del desarrollo del sueño del bebé. En su libro “¡Duérmete Hannibal!”, más allá de la clara ironía respecto a la publicación de Estivill, resalta que todos nacemos sabiendo dormir, pero que el punto es que “los niños nacen con un sistema nervioso inmaduro y, en lo que respecta al sueño, esa inmadurez se refleja en ciclos de sueño más cortos y en los despertares nocturnos”. Y agrega que “el llanto prolongado (en un bebé pequeño, ´prolongado´ se considera a partir del segundo o tercer minuto) produce la liberación de la hormona Cortisol, llamada la ´hormona del estrés´. Esta hormona tiene efectos altamente tóxicos para el cerebro en desarrollo del bebé”.

En el mismo sentido, González rechaza la teoría de que un bebé que aprende a dormirse solo será una persona más sana e independiente. “Si cada vez que su hijo llora usted acude, le está alentando a ser independiente, es decir, a expresar sus necesidades a otras personas y a considerar que ´lo normal´ es que le atiendan. Eso le ayudará a ser un adulto seguro de sí mismo e integrado en la sociedad. Si cuando su hijo llora usted le deja llorar, le está enseñando que sus necesidades no son realmente importantes, y que otras personas ´más sabias y poderosas´ que él pueden decidir mejor que él mismo lo que le conviene y lo que no. Se hace más dependiente, porque depende de los caprichos de los demás y no se cree lo suficientemente importante para merecer que le hagan caso”, indica.

¿Qué pueden hacer entonces los padres de un niño que duerme poco y llora mucho por las noches? Otra especialista española, Rosa Jové, lo dice claramente en su libro “Dormir sin lágrimas”: “NADA, porque el sueño es un proceso evolutivo y su hijo un día u otro dormirá como un angelito y no le quedarán secuelas ni físicas ni mentales”.

“El sueño en los adultos consta de 5 fases, mientras que los bebés nacen solo con 2”, señala Schoijett. “Si bien llegan a tener casi todas las fases alrededor del sexto mes, no tienen aún el desarrollo neurológico necesario para poder pasar de una a otra sin despertarse. En el ´enlace´ entre fases se producen entonces los llamados ´micro-despertares´”, agrega. Son los momentos en que los adultos cambiamos de posición en la cama o quizá miramos el reloj y enseguida nos volvemos a dormir. Pero como los bebés no dominan aún esa técnica de volver a conciliar el sueño por sí solos es que terminan despertándose y reclamando la atención de los padres. “El sueño infantil adquiere una estructura similar a la del adulto alrededor de los 6 años”, concluye la autora de “¡Duérmete Hannibal!”

 

Guía para padres desesperados

Consciente de que muchos padres la pasan mal, Rosa Jové ofrece una guía con algunas recomendaciones. La primera intervención, a la que llama “naturalista”, destaca la importancia de la lactancia, el colecho y las actitudes responsivas hacia el bebé. Para quienes no están dispuestos a seguir estos caminos, sugiere un procedimiento cuyos primeros pasos implican tomar nota de las horas de sueño del niño/a para poder detectar trastornos o alteraciones. Regular las siestas, crear una atmósfera proclive al sueño y establecer rutinas son algunas de las cosas simples que pueden hacer los padres para intentar que su bebé duerma mejor.

“El primer milagro sucedió cuando Faustina tenía 4 años y dos o tres meses al irnos de vacaciones a Río de Janeiro. Alquilamos un departamento y ella dormía en un sillón-cama en el living de una casa totalmente desconocida, de una ciudad desconocida, de un país desconocido. Y esa semana durmió todas las noches de corrido. No lo podíamos creer, porque como en casa no sucedía pensábamos que allá iba a ser peor. Al volver soñábamos con que la situación se hubiese revertido o modificado definitivamente. Y sin embargo volvió a despertarse una o dos veces por noche sistemáticamente. Pero tres meses más tarde, a los 4 años y medio, empezó a dormir de corrido, hasta hoy que tiene 8 años y medio”, cuenta Verónica sobre cómo y cuándo finalmente ella y su pareja pudieron volver a dormir con normalidad. Como tantos procesos en el crecimiento y la maduración de los chicos, el del mal sueño también pasa. Más tarde o más temprano, pero pasa.

 

Fotos: istock