Paloma Contreras, una pasión transmitida en la sangre

Entrevistas

Encantadora, muy desenvuelta y dueña de una inteligencia que se le nota al instante, la joven actriz describe el actual momento de su carrera, que es particularmente luminoso tanto en teatro como en cine. Se refiere también a la relación con sus padres y el espíritu de riesgo en el que la educaron y que hoy aplica en esa labor tan apasionante como ardua que es la actuación. 

Llega un poco tarde al encuentro en el tradicional café El Gato Negro, pero no tiene la culpa del atraso. La ciudad está colapsada y el tráfico es muy lento debido a los múltiples arreglos que ha decidido hacer el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Cualquiera puede dar fe de la hora en que sale de su casa, pero no de su llegada a una cita. Ella, Paloma Contreras, por las dudas, ya le ha avisado por celular al fotógrafo que arriba un poco después. “Perdón”, dice, un poco culposa por la tardanza, al entrar. Es muy bonita, de ojos oscuros, y tiene una sonrisa espléndida, algo alada, como su nombre. Habla con frescura, muy naturalmente, y enseguida se nota que es una joven informada, al tanto de lo que ocurre en el entorno social.


Las primeras palabras de la conversación están dedicadas, como es previsible, a lo que ocurre en la metrópoli. “Buenos Aires está más agotadora que nunca –se queja con razón-. Por suerte en este país no somos como los yanquis, que compras armas de guerra todo el tiempo, sino no sería extraño que un par de brotados de los que nunca faltan salieran a la calle a disparar contra cualquiera. Mi vieja dice siempre que acá no pasan más cosas de casualidad. Yo ando mucho por la ciudad, a pie y en transporte público, y te digo que es un infierno trasladarse, de cualquier manera que sea. Es verdad que en otros aspectos es fascinante, pero no para vivir. Si me dedicara a otra actividad no residiría aquí. Es una ciudad insana. Pero pienso que no fue siempre así. Se fue empeorando y con esta última gestión viró hacia la demencia. Y el jefe de gobierno se dedica todo el tiempo a hacer negocios con sus amigos.” La conversación tuvo lugar unos días antes del temporal y la lluvia que inundó parte del barrio Norte la noche previa al aniversario de Malvinas. Qué no se hubiera podido decir entonces.


Después de la entendible descarga, el diálogo se orienta hacia el actual estado de la carrera de la actriz, muy luminoso. Una curiosidad provoca la primera pregunta: ¿De qué manera pudo influir en su elección vocacional el hecho de pertenecer a una familia artística? El interrogante no es ocioso: varios hijos de creadores han confesado en alguna ocasión que decidieron tomar un camino distinto al de sus padres para no toparse con la sombra inhibidora de un prestigio que les parecía inalcanzable. A Paloma no le sucedió eso. Al contrario: afirma que la convivencia regular con la labor de sus padres, esos dos extraordinarios intérpretes que son Leonor Manso y Patricio Contreras, operó como una circunstancia favorable, que poco a poco la fue convenciendo de dedicarse también a la actuación. 


Paloma añade que, no obstante saber que su determinación fue favorecida por el hecho de que sus padres fueran actores, eso no ocurrió sin que antes tuviera algunas dudas. “Sí, claro, no me decidí enseguida –dice-. En mis primeras fantasías de adolescente no estaba el sueño de ser actriz. Me gustaba el escenario, pero quería ser cantante y tener mi banda de rock. Y fue después, al concluir el secundario que, por sugerencia de algunos de los compañeros que había tenido en el Instituto Vocacional de Arte (IVA), me anoté en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Pero no se lo dije a mis padres, no por hacerlo a escondidas o pensando que si se los comentaba pasaría algo. Se ve que tenía como pudor a que esa decisión fuera tomada como la invasión a un terreno que no era el mío. Y en paralelo empecé a hacer el CBC para Ciencias Políticas. Pero al ser admitida e ingresar en el IUNA, pensé: ‘No, Ciencias Políticas no, debo estudiar Artes Combinadas’. Siempre pensando que la carrera académica iba a tener más peso en mi vida y que no viviría de la actuación. Sin embargo, aquí estoy.
Los padres de Paloma son actores que, a pesar de atravesar períodos de mayor o menor trabajo, mantuvieron siempre una satisfactoria continuidad en sus carreras. Por lo cual nunca le transmitieron a Paloma esa sensación de inseguridad que a veces otros intérpretes, con trayectorias más irregulares, les traspasan a sus hijos. “Mis padres nunca dejaron de trabajar –comenta-. Y me inculcaron siempre la idea de que en este oficio el artista debe generar en forma permanente distintos proyectos, no puede dormirse. Al punto que hoy, como actriz, cada vez que estoy por terminar un trabajo ya estoy pensando en cómo voy a encarar el próximo. No concibo dedicarme a la actuación y estar recluida en casa. No sé cómo se hace, porque en mi casa no era así. Pero tampoco mis padres me trasmitieron nunca que debía estudiar una carrera ‘seria’, que me permitiera vivir con tranquilidad y ganar dinero. Siempre fueron muy entusiastas para expresarme su amor por la profesión, así que eso es también lo que terminó por enamorarme.”


Voy a los teatros desde muy chiquita –sigue- y he disfrutado esos lugares como espacios mágicos. Pero sé también, y eso lo mamé en mi casa, que ésta es una profesión de riesgo. Y eso a veces no lo saben quienes se van a dedicar a la actuación. Conozco a jóvenes de mi generación que, por necesidad de ordenarse la cabeza o vivir más tranquilos con ciertas seguridades, terminaron por desistir de la actuación, que, como se sabe, no es apta para cardíacos. Yo sin ir más lejos, en estos días entro en un pequeño paréntesis luego de trabajar tres meses con la obra teatral Bajo un manto de estrellas, de Manuel Puig, una jugada arriesgada y hermosa, que nos hubiera gustado durase más tiempo, pero no pudo ser así. Igual la pasé increíble y le agradezco a la vida haberme dado esta oportunidad, el haber podido actuar en esta obra,  pero la verdad es que hasta el fin de Semana Santa era mi única entrada de dinero. Estoy por empezar otro proyecto teatral, pero de no ser así hubiera debido ponerme enseguida las pilas y salir a la búsqueda de algo. Eso es parte del riesgo al que me refiero. Para realizar una carrera acorde al deseo o la idea que tenemos de ella es bueno no atarse a estructuras fijas, sean económicas, políticas o sociales. Y saber también que el oficio del actor exige esfuerzo, dedicación y mucha responsabilidad o trabajar en lugares que no en todos los casos son cómodos.  Yo veía a mis compañeros de Bajo un manto de estrellas, Adriana Aizenberg o Héctor Bidonde, y me admiraba: son dos actores de una gran trayectoria y ensayaban, sin embargo, a la par de todos y con una capacidad de juego y de exposición al reto físico increíbles. Y pienso que también una forma de riesgo es decir: ‘Me tengo que inventar una cooperativa para salir de gira porque no tengo un mango’. Es una de las variantes que ofrece la realidad en este trabajo, cuando uno quiere mantener vivo el fuego y no achancharse.”


El proyecto al que Paloma ingresará en las próximas semanas, y con el cual terminará el breve paréntesis que le abrió la bajada de cartel de la pieza de Puig, es la obra teatral La sombra de Wenceslao, de Copi, que dirigirá Villanueva Cosse. Inicia sus ensayos en marzo y el espectáculo se estrenaría por julio. El personaje que interpretará se llama la Niña China, una suerte de chinita de campo. “La obra es muy linda y actual –cuenta-. Y a la vez delirante. Fue muy loca la experiencia porque para ganar el papel tuve que audicionar. Y, más allá de esa prueba, le dije a Villanueva que me gustaría que me viera en el trabajo de Puig. Y empezamos a ver las conexiones que había entre un autor y otro. Tanto que al leer a Copi pensaba si no estaba muy tomada por el texto que hice de Puig. El personaje de la Niña China, en vez de tener de referentes a las divas de Hollywood, como sucede en Puig, admira a Tita Merello. Pero es el mismo imaginario, medio cursi y kitsch, de la virginidad como una cosa que te doy y te quito, como algo con lo que te manipulo. Todo ese tipo de construcción medio folletinesca está allí. Y aunque en Puig es más reveladora, la mirada política de ambos es muy interesante, velada en una suerte de juego teatral lanzado, pero muy sostenido. Así que estoy recontenta.”

Otro medio artístico que Paloma ama muchísimo es el cine. “Si por mí fuera me la pasaría filmando. Es el mejor trabajo del mundo, lejos. No digo que mejor que el teatro, no me atrevería a tanto –aminora-, pero me gusta de alma. Es una actividad que te permite afrontar una vida completamente distinta a la tuya. El teatro es maravilloso, pero, acá o en Beirut, es siempre el espacio donde se monta una obra. En el cine el escenario es la realidad. Y aparte se forman equipos de trabajo con personas a las que tratas todo el tiempo, como si fueran de tu propia familia. Y como suele ocurrir, algunos te caen bien y otros mal. Una de las últimas películas que filmé fue Mariage à Mendoza, del director Edouard Deluc, que en abril se vio en tres oportunidades en un ciclo de cine francés ofrecido en el Cinemark Palermo. Estuve en su rodaje a fines de 2011, después de terminar en televisión El elegido. Se trata de una coproducción, pero es más bien una película de Francia porque el director, el guión, los dos protagonistas y las cabezas de equipo son franceses. Y aunque la historia transcurre supuestamente en Mendoza, la filmamos en Salta. Fue una experiencia inolvidable en la que quedé muy amiga del maquillador y la vestuarista. En los cinco o seis primeros días de vuelta a la Capital no sabíamos qué hacer, porque nos habíamos acostumbrado mucho a estar juntos. Un rodaje te organiza la vida, hay que desayunar con todo el equipo, después cenar de la misma manera, se vuelve a ser como un niño al que le arreglan el tiempo y las actividades. Pero, a la vez, se vive como un aventurero. Mariage à Mendoza es una comedia, una suerte de road-movie, que funcionó muy bien en Francia y acá en el ciclo que mencioné. Yo la ví en París en enero. De modo que pronto, descuento, se verá en más salas del país.”


Otra película que filmó después de esa fue Balneario La Salada, primer largometraje de un director de origen chino, Juan Martín Htsu, quien armó el guión de una historia muy encantadora sobre las vicisitudes en esa famosa feria de venta de ropa y otros artículos en Lomas de Zamora. “Yo no conocía La Salada y me pareció un lugar entre fascinante y terrorífico al mismo tiempo –afirma Paloma-. Vas caminando por sus espacios al lado de los otros y en algún momento llegas a pensar que te vas a caer o te puede pisar un colectivo. Porque llegan transportes de los lugares más insólitos o de ciudades lejanas, como las de Perú. Es una locura, un mundo en sí mismo. Dentro de este mundo el director cuenta una peripecia coral donde distintos personajes, que trabajan ahí, se cruzan. De alguna manera narra como, a pesar entre tanta gente, cada uno tiene su propia soledad. Trabajo al lado de Ignacio Toselli, el actor de Buena Vida Delivery. Los dos hacemos de guardias de seguridad, chequeamos los monitores de todos y estamos todo el tiempo en una cabina. Se filmó a fin del año pasado. Así que, mientras llega su estreno, espero que se inicien los rodajes de otras películas en las que me comprometí a actuar.”


Desde que hizo Cementerio de automóviles de Fernando Arrabal, su primera obra de teatro junto a un grupo de compañeros de estudio, hace ya algunos años, las propuestas artísticas han ido apareciendo cada vez con mayor regularidad en la vida de Paloma Contreras, al punto que en los últimos años se la ha visto en infinidad de trabajos donde ha desplegado con generosidad su talento. Antes de Bajo un manto de estrellas, hizo títulos en teatro tan importantes como Justo en lo mejor de mi vida, con Luis Brandoni en gira; Estaba en mi casa y esperaba que me llegara la lluvia, de Jean-Luc Lagarce; Mateo, de Armando Discépolo, o La liga del suicidio. Y en cine: El niño pez, La mosca en la ceniza y Agua y sal, además de las otras señaladas en esta nota. Sin faltar algunas intervenciones sustanciosas en la televisión, entre los cuales una de las más notorias fue su destacada actuación en El Elegido, donde hizo en la ficción de la hija de sus propios padres, Leonor Manso y Patricio Contreras. La joven intérprete afirma que le gusta trabajar en televisión, aunque privilegia en gusto al teatro, donde el actor tiene más posibilidades de trabajar con tiempo y profundidad los personajes. Y agrega que, debido a que no conoce en detalle el medio, deja que sea su representante el que decida sus contrataciones.
No le ha faltado continuidad. Ni le faltará con seguridad, porque le sobra luz para esparcir sobre nuevos personajes.
                                                                                                  A.C.