Padre nuestro que estás en la luna
Amistoso como siempre, apasionado en sus convicciones y sin pelos en la lengua, Juan Palomino accedió a hablar con Cabal Digital sobre su trabajo en la obra El partener de Mauricio Kartun y otros temas a los que su atenta y preocupada visión del mundo no deja nunca de prestarles atención. Un diálogo llano pero con respuestas certeras.
Desde el estreno de El partener, en 1988, a estos días, han pasado casi veinticinco años, un tiempo más bien corto para que una obra teatral, si es de calidad como la citada, se olvide. Pero en un autor como Mauricio Kartun, que ha escrito y estrenado desde aquella época muchos otros excelentes textos y que año a año da nuevas muestras de su inagotable creatividad, el paso de ese tiempo podría haber conspirado contra su permanencia en la consideración y memoria de la gente. Sin embargo no ha ocurrido así: El partener no solo conserva indemnes los valores artísticos que la distinguieron en el año de su aparición, sino que, además, es una de las obras de su autor que más se han representado en el país. Prueba de ello es la larga gira que con ese título realizó por cuarenta localidades de toda la Argentina, el elenco armado dentro del programa federal del Teatro Cervantes, que debutó el 2 de setiembre del año pasado en Morón y culmina ahora su recorrido con las representaciones que tendrán lugar durante dos meses en la sala Orestes Caviglia de la mencionada institución.
La nueva versión, conducida por el director y actor Manuel Vicente e interpretada por Juan Palomino (Pachequito), Rodrigo Alvarez (Nico) y Ana Yovino (Nydia), tuvo una muy buena recepción en los lugares donde se representó y ahora se expone a la visión del público porteño, que sólo había tenido oportunidad de verla en una función ofrecida en la sala Haroldo Conti del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), ubicado en la ex ESMA. Además de otras ciudades importantes de provincia, la obra se dio en varios teatros del Gran Buenos Aires. Para conocer detalles de esta experiencia, pero también sus opiniones sobre su trabajo como intérprete, la obra y otros temas de actualidad, Cabal Digital entrevistó a Juan Palomino, un talentoso actor cuya trayectoria ha seguido a través del tiempo una línea de loable coherencia artística y de principios, tan robusta hoy a sus 50 años, en el fervor por las buenas utopías humanas y su compromiso con los que más sufren, como lo era, por ejemplo, en los noventa.
Juan, sos un especialista en giras. Solo con La tentación, que representaste junto a Raúl Rizzo, estuviste dos años recorriendo el país. ¿Cómo les ha ido ahora con El partener?
Sí, es verdad, estoy acostumbrado a las giras. Con El partener recorrimos bastante y podríamos seguir recorriendo. La recepción fue muy buena, sobre todo en las pequeñas localidades, que fueron la mayoría. En algunas pocas capitales, en cambio, faltó algo de difusión local, tal vez debido a la falsa idea de que si es una obra que se hace con apoyo del Estado no la necesita. Y eso es una equivocación. Justamente si es el Estado el que está de por medio se puede traer a jubilados, estudiantes y toda una cantidad de público que enterado asiste con mucho gusto. Pero fueron unos pocos lugares donde sucedió esto, el balance restante es muy positivo. La otra cosa es que, debido a que en algunas localidades no había salas teatrales, utilizamos para dar las funciones otros espacios, como escuelas por ejemplo. Y nos adaptamos muy bien a las distintas circunstancias que surgieron. Fue una experiencia rica y que, de algún modo, te genera mística, te devuelve un poco al principio, a aquellos años en que hacíamos teatro allí donde se cuadrara. El asunto era darle vuelo a la pasión.
He sentido opiniones de actores que dicen que estas giras permiten ver cuál es la realidad de lo que pasa en el país.
Eso es real. En estos viajes se tiene un panorama de lo que ocurre en lo social muy veraz. Por otra parte, como el teatro vincula muy directamente con la gente, se puede tener una lectura reveladora de la realidad. Esa es una gran posibilidad que ofrecen las giras. Y coloca al actor ante un desafío que no siempre quiere enfrentar. Es muy fácil quedarse en Buenos Aires contratado por un canal de televisión o un teatro de la calle Corrientes, pero cuando te toca hacer giras –y más aún cuando la plata que está en juego es la de todos por ser una iniciativa del Estado-, se asume una especie de militancia, que va más allá de lo económico, porque desde ese punto de vista no es lo mismo, no es tan lucrativo como en lo privado. Allí el interés pasa por otro lado. Por eso mencioné la anécdota de esos dos o tres lugares donde hubo poca difusión. Allí yo me conecté con mucha gente y les dije: “Loco, ésta es la plata de todos y no puede ser que haya 100 personas en una sala de 600. Porque hay mucha gente que en esos lugares no vio teatro en su vida”. Y en Jujuy, por ejemplo, fui a la Tupac y logré que vinieran a ver la obra como 100 personas más, que además entraron gratis. Es que si no se hace así, el teatro se transforma en un trámite burocrático-cultural, se programa sin importar si va o no va gente a ver la obra. Y eso me parece una picardía, mucho más cuando se da una obra nacional como El partener, que por sus particulares características, tuvo una recepción por parte del público impresionante.
¿Cómo fue abordada la obra?
Vicente le dio a la obra un aire distinto al que tenía la versión estrenada en 1988 por Omar Grasso. La obra es muy colorida y en alguna medida tramposa, te lleva por zonas en que la tentación de hacer una comedia es grande, pero Manuel tuvo en cuenta ese peligro y lo reguló muy bien, porque en rigor le interesaba más mostrar los primeros planos afectivos, ese circuito del alma donde lo medular son los vínculos entre los seres. Es la historia de un hijo que busca desesperadamente a su padre y de un padre que no se hace cargo de él. Y, entre ellos, aparece una mujer que tercia y que también quiere zafar de su padre.
¿En lo personal te tocó la obra?
Sí, el conjunto de esas situaciones, a los 50 años, me permitieron hacer una relectura de mi propia vida, en relación a mi paternidad y a lo que fue mi rol de hijo. Esta es una obra muy rica, muy universal, un espejo en el que raramente alguien no se vea reflejado en algún aspecto. No se sale indemne después de haber visto El partener, todos en cierto sentido nos sentimos asociados a lo que pasa allí. El otro día lo oí decir a Rodrigo Alvarez en una entrevista: “Mi personaje se convierte en una persona inteligente, clara y sana, producto de ese abandono que sufrió.” Porque se tuvo que construir solo frente a la imposibilidad de que su padre se asumiera como tal. Cuántos casos hemos visto así en la vida. Este padre de El partener es una suerte de recitador criollo, un mozo cantor, no un cantor mozo, que pasa su vida trabajando en parrillas de ruta o peñas folklóricas. Ha constituido con su hijo un dúo de recitado y zapateo, pero cuando empieza la obra el chico lo está buscando porque hace un tiempo el viejo lo abandonó. En mi caso, aprendí a ser mejor hijo cuando fui padre. Esa nueva condición reforzó mi vínculo con mi padre, me enseñó a mirarlo desde otro lugar, a pesar de haber atravesado en algún momento una etapa abandónica con él. Y hoy recuerdo instantes muy precisos de mi relación con su figura en los años de la niñez y la adolescencia y los llevo muy fuerte en el corazón. La paternidad es un fenómeno muy complejo.
¿Cuántos hijos tenés Juan?
Tres de distintos matrimonios. Mi hija mayor de 22 años, hay otro de 14 y una de 7. Creo que con la menor soy mejor padre.
¿Mauricio Kartun vio la obra?
La vio dos veces, primero un ensayo donde dijo que la puesta planteaba otra historia, otro enfoque. Y después en la Haroldo Conti. Y estaba muy contento.
En los últimos años de tu carrera has hecho a muchos autores nacionales. ¿Es eso una coincidencia o una decisión deliberada?
Es más bien una coincidencia, porque arranqué con Eva Halac en 2006 con la adaptación de Juan Moreira, al toque apareció La tentación y ahí estuvimos dos años recorriendo de punta a punta el país, y luego vino Lo que mata es la humedad. Por último apareció El partener. Hay que considerar que varias de estas obras se dieron en el Teatro Cervantes, que privilegia en sus elecciones al autor nacional. Pero, claro, me gusta mucho hacer teatro de autores del país, porque eso refuerza el sentido de la identidad, permite trabajar con lo que nos representa. Y habiendo además tan buenos dramaturgos. Pero hubo épocas en que transité autores extranjeros. Hice Medida por medida, El avaro, con Juan Carlos Gené. Me acuerdo que cuando hacía la obra de Moliere durante el día grababa La zíngara en televisión y de noche actuaba en el teatro. Fue bueno complementar esas dos cosas. El texto de Kartun, a pesar de tener resonancias muy universales, es a la vez muy argentino. ¿Qué es un recitador criollo? Es algo un poco anacrónico, un tipo que cuenta “La leyenda de El Mojón”, el poema de Juan P. López, y otros textos que parecerían pasados de moda.
¿Y que interpreta de esa exhumación que hace Kartun del personaje?
El reivindica algo que tuvo que ver con nosotros y que no está muerto, que de algún modo sigue habitándonos, por lo menos a las personas de cierta edad. Recuerdo que en los noventa se hablaba de la muerte de las ideologías y de todo lo que venía del pasado. Una afirmación que quedó probado, era una falacia absoluta. Nada muere del todo en la cultura. La poesía, el poeta criollo, el relator, aquellos personajes como este Pachequito o el famoso Indio Apachaca, son dignos de ser traídos a nuestra memoria, porque han transitado nuestra historia y son parte incorruptible de nuestra identidad, mensajeros de lo que habiendo sido sigue hoy siendo, a veces con algunas formas cambiadas, pero con parecidos problemas a los que esos personajes planteaban.
Esos personajes están en nuestra mitología y se trasladan a través del tiempo, sobre todo a través de autores que los relanzan o recrean.
Quizás los medios audiovisuales puedan hacer más hincapié en esas figuras para que se difundan entre los jóvenes. Porque hay sectores de jóvenes que, por estar vinculados a un teatro desligado de lo cotidiano, se despegan de nuestra historia. Ese teatro que ven suele ser artísticamente muy potente y está bien que se haga, pero también se necesita un teatro más asociado a la cotidianeidad. Hoy tendría que haber un sainete que tenga como protagonistas a los peruanos, paraguayos, bolivianos o coreanos. Sería bueno que esos temas aparecieran. Porque la inmigración ha seguido sucediendo y, aunque con otras corrientes que las que presenció Discépolo, sufren circunstancias tan parecidas como las que sufrían los extranjeros del siglo pasado. Hay que abrir también el camino hacia las provincias. A veces, hasta en las provincias se habla de ellas definiéndose como el interior del país. ¿Por qué interior?, les he preguntado. Porque estamos adentro, dicen. Pero si hay un interior, hay entonces un exterior que sería Buenos Aires. Y eso sería otro país. Y nosotros somos un solo país, aunque las problemáticas difieran en cada lugar. El trabajo es arduo porque hay que trabajar el federalismo desde una verdad, no desde una fórmula que sea pura retórica.
¿Cómo actor sos respetuoso del texto?
Hemos sido muy respetuosos con la obra de Kartun, no cambiamos nada. Si el actor tiene un buen texto lo único que debe hacer es decirlo. Lo demás es colocación, profundización de lo que se dice. Eso difiere de lo que pasa en televisión donde el actor tiene que ir corrigiendo y tachando a cada rato. El lenguaje de Kartun es tan bello de decir que sale de lo común. Entonces me parece interesante el trabajo de la palabra para el actor. Hubo margen sí para salir de algunas acotaciones que marca la obra y eso el propio Kartun lo agradeció afirmando que nunca había imaginado que alguna situación del texto pudiera ser llevada en determinada dirección que él no previó, abordada desde otro lugar. Pero el texto sigue siendo el mismo, solo que desde lo corporal o la forma de decirlo se potencian nuevas dimensiones. Cada actor suele tener además su propia musicalidad en el decir y eso debe ser respetado aunque sin cambiar el texto. Un texto sólido resiste cualquier intento de abordarlo desde distintos lugares sin que ello lo altere. Son las mismas palabras pero alumbrando nuevas resonancias.
Volviendo al tema de la paternidad, hace poco hiciste una miniserie televisiva llamada La defensora, en la que interpretaste un papel muy difícil. ¿Qué opinas de ese trabajo?
La experiencia fue muy interesante por los contenidos. Como actor uno agradece poder encontrarse con situaciones en las que vale la pena asumir un enfoque distinto al que se suele dar en la televisión diaria. Y eso se logra al trabajar con gente como Alberto Lecchi, Héctor Olivera o disponer de un texto como el de Graciela Maglie y Fernando Mateo. No es, como digo, lo que se acostumbra habitualmente. Ese tema de mi personaje –un hombre que mató a su mujer y después de salir de la cárcel se encuentra con la posibilidad de rehacer el vínculo con su hijo- fue muy interesante por todo lo que ha ofrecido para el análisis sociológico y el debate público.
Siempre has sido muy amigo de los vínculos latinoamericanos. ¿Cómo ves la situación de América Latina en la actualidad?
Hubo un gran avance en los últimos ocho años, que permitió que se establecieran un presidente como Evo Morales, que proviene de un sector de la sociedad boliviana que siempre estuvo postergada, o figuras como Correa, Chavez, Lula, Dilma Rouseff, Pepe Mujica, Cristina Kirchner. Pero el gran tema es que los vínculos de nuestros países deben ser fortalecidos en lo cultural, que es la mejor herramienta para generar cohesión. Lo político y lo económico tienen una gran importancia, pero no debe olvidarse que lo cultural requiere también un primer plano. Sino todo queda en la retórica. Y lo conquistado corre riesgo de perderse. Veamos lo de Lugo o antes en Honduras o los intentos contra Correa, Chavez y Evo, sin hablar ya de la historia y de las conspiraciones criminales contra Velasco Alvarado, Allende o Torres.
¿Qué cosas se podrían hacer?
Seguramente muchas, pero pienso, por ejemplo, que a nivel del INCAA y las universidades se podrían encarar nuevas producciones y ficciones –ya se han hecho varias y muy valiosas- que sean integradoras no solo en el plano federal sino también de América Latina. Esas y otras son formas que podrán contrarrestar la tarea de socavamiento que hacen los medios hegemónicos.
¿Tenés confianza en que se seguirá avanzando?
Bueno hay muchos sectores, entre ellos los juveniles, que hoy no son tan ingenuos ni manipulables por los medios, que han crecido en su nivel de conciencia. Y eso es un punto de apoyo fuerte de este proceso, pero nada es fácil de conseguir, cada cosa que se hace desata la presión mediática y la reacción de los grupos de privilegio. El gran desafío es como siempre: convicciones o conveniencia.
¿Qué otros trabajos has hecho en este último tiempo?
Se está por estrenar una película en la que trabajé y que se llama Diablo, premiada en el Festival de Cine de Mar del Plata. Su director es Nicanor Loreti. Se trata de una película de género, que hace mucho hincapié en el tema de la violencia, pero en un registro de humor negro. Vengo de hacer también Viento Sur, con Pablo Rago, Damián de Santos, Gabriel Corrado, Claudio Rissi y otros. Es una miniserie para Canal 7 que dirige Sergio Cento Docato, donde se toma el tema de lo fantástico ubicando la trama en La Patagonia. Y también filmé otra miniserie con Nicanor Loreti, Dos para una mentira, que es una comedia que tiene que ver con los ventrílocuos y los dobles. Son producciones más acotadas, pero me representan más. Hay que adaptarse a esas nuevas maneras de trabajar, porque a través de ellas se logran también productos de mucha excelencia.
A.C.