Entrevista a Tony Lestingui
Actor de larga trayectoria, cocreador de La Banda de la Risa, pero también director, productor y autor, Tony Lestingi es una figura muy conocida por sus intervenciones en distintas series de televisión, películas y sobre todo teatro, medio al que se siente indisolublemente unido por el afecto y el deseo. En una charla con Revista Cabal se refirió especialmente a su labor en el papel de Luis Bellomo en la obra Un hombre equivocado, que se da en el Teatro Cervantes. Pero aprovechó también la ocasión para explayarse sobre otros temas, entre ellos los relacionados con una realidad que en lo social realmente le preocupa.
Todos los actores inician su profesión con una inevitable incertidumbre: no saber si podrán vivir, a lo largo del tiempo, del trabajo que eligieron, factor que no depende solo del talento que tengan. No es fácil vivir de ese oficio y son muchos los factores que se ponen en movimiento para llegar a la meta deseada. Algunos, los tocados por la diosa fortuna, logran hacerlo y le sacan muy buenos réditos económicos a su carrera. Pero los más, aun teniendo ocupación regular, no hablemos ya de los desocupados que son muchos y siempre afrontan dificultades, solo sobreviven dignamente de su trabajo, con decoro y alegría pero sin nadar en la abundancia. Lo que hoy, en una sociedad tan marcada por las desigualdades, no deja de ser una situación para valorar.
Cuando decidió dedicarse a la actuación, el actor Tony Lestingi recuerda que recibió de su padre este práctico consejo: “Sacá el registro, porque si no te llega a funcionar esto que deseas hacer, por lo menos podrás manejar un taxi.” En ese entonces, como ahora, elegir ser actor era el comienzo de una aventura incierta. “La nuestra es una profesión muy vulnerable. Se produce retracción económica y la gente va menos al teatro o disminuye la ficción en televisión. Ha pasado el tiempo y nunca tuve que manejar un taxi, pero nadie me garantiza que no lo haré mañana. Hasta ahora no ha sido así y he sobrevivido con mi oficio, me he podido ganar el sustento”, dice el actor, director, productor y en ocasiones también autor. Y ya han pasado más de treinta años de actividad, lo que es todo un itinerario.
En estos días, Tony debió lanzarse a resolver un desafío que tenía sus bemoles: reemplazar a Alejandro Awada en el papel de Luis Bellomo en la obra Un hombre equivocado, de Roberto “Tito” Cossa, en el Teatro Cervantes. La pieza había comenzado un ciclo de giras que incluía Rosario y Mar del Plata y debió aprenderse el texto a toda velocidad. Tony es un artista experimentado y con mucho fogueo, pero un hueso así le resulta duro de roer a cualquier intérprete, sobre todo por la celeridad que exigía el reto. No mucho antes, en un relevo similar para Corderos, una obra de Daniel Veronese que impone ciertas dificultades para los intérpretes, había resuelto el lance en forma airosa. No pudo llegar con el personaje a punto de Un hombre equivocado a Rosario –y la función no se dio-, pero sí a la de Mar del Plata.”
“Y sí, cuando llegó lo de Mar del Plata me animé, me tiré a la pileta. Y corté clavos, pero la verdad es que salió bien. Por lo menos, dije toda la letra”, comenta ahora riéndose. Y agrega: “Es que, realmente, tuve que aprender la letra en tiempo récord. Y estaba nervioso también porque no me había encontrado aún con la escenografía. Además, Luis Bellomo es un personaje con mucho peso y difícil porque es contradictorio. Por un lado es poco expresivo, diría que más bien seco en la forma de comunicarse, pero, por el otro, es un hombre sensible, como lo prueba su manera de pensar, su preocupación por ser coherente con sus principios éticos. Y todo eso había que mostrarlo. Por suerte conté con la ayuda invalorable de Villanueva Cosse, que a esta altura tiene ya categoría de ‘sabio de la tribu”, y la generosidad de mis compañeros que me sostuvieron con su actitud, con su mirada, con todo lo que hacían.”
Lestingi es un actor atento a lo que ocurre en la sociedad argentina y que siente pesadumbre por las miserias que provocan asuntos como el hambre o la corrupción, ésta última un factor clave en la obra que interpreta. “La corrupción es un estigma que persigue al hombre desde su origen -afirma-. Siempre pienso cómo puede alguien vivir, dormir bien e impedir le estalle la cabeza en la noche siendo corrupto. Y, sin embargo, hay gente que puede hacerlo. Y no es poca. Pero la corrupción va más allá del comportamiento individual de algunos sujetos. Es una tara consustancial a un sistema injusto como es el capitalista. Una medida económica que genera dos millones de pobres es terrible. No puede menos que crear odio y llevar a la tragedia. El neoliberalismo es un sistema que crea la enfermedad de la inseguridad y luego te cobra carísimos los remedios, que además no sirven para nada.”
Trabajar en el Teatro Cervantes viene siendo en los últimos años un placer para Lestingi. “Tengo una relación histórica con este teatro, al que realmente quiero mucho –comenta- Y desde el 2007, año en que asumieron su dirección Rubens Correa y Claudio Gallardou, hice varias cosas allí. Estuve en el Plan Federal y fui a montar obras a Misiones y Jujuy y después armé la primera visita al teatro en forma de espectáculo. Se trataba de contar la historia del teatro con humor, de un modo que hiciera la recorrida menos formal. Y eso funcionó muy bien. La primera visita que armamos en esa forma duró seis años y la actual va por el tercero y hay cien escuelas que están en lista de espera para participar de ellas. No sé ahora qué pasará con la nueva conducción, que desde diciembre tendrá en funciones a Alejandro Tantanián. Temo que no continúen propuestas tan interesantes como ‘El Teatro Cervantes en los caminos’, el Plan Federal y la gira de las obra por el país, que generaron una gran irradiación del teatro y convocaron cifras récords de espectadores.”
“Fui parte de ‘El Teatro Cervantes en los caminos’ –continúa- y puedo testimoniar que fue una experiencia excepcional. Hemos llegado con ese plan a lugares donde sus habitantes no habían visto nunca una obra teatral. Lo cuento y me emociono. Era llegar a geografías muy alejadas de la vida de las grandes ciudades y armar allí, en las plazas, las sociedades de fomento, las salas teatrales si las había y otros sitios, espectáculos con actores que la gente reconocía por haberlos visto en televisión, pero nunca en el escenario. Ver lo que pasaba en esos encuentros fue maravilloso. Porque el teatro es para todo el mundo. El teatro solo para la burguesía se terminó ya con la toma de la Bastilla.”
“Otra experiencia formidable –recuerda Lestingi- fue el emprendimiento ‘Aplausos para la inclusión’, que organizaron SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes) y el ministerio de Acción Social del anterior gobierno y en el que tuve la dicha de participar. Se hacían audiciones y con el elenco que se formaba se iba por todo el país con una obra. Cuando llegamos al Chaco, los trabajos fueron pensados para los planes de ‘Mujeres trabajan’ o ‘Ellas hacen’, que eran todas mujeres que estaban en situación de vulnerabilidad y habían logrado organizar cooperativas y microemprendimientos. Eran personas que nunca habían entrado a un teatro. Tengo fotos de ellas sentadas en las butacas muertas de risa viendo las obras y es muy conmovedor ver esas imágenes. Como eran textos cortos, había entre obra y obra, un moderador que les preguntaba a las presentes que habían sentido al ver esas escenas, que les había pasado. Y a muchas les costaba hablar, pero una vez que se animaban lo que contaban era formidable, algo que solo puede pasar en un teatro.”
El protagonista de Un hombre equivocado habla también de un proyecto que lo entusiasma y que prepara con el grupo de actores que participaron con él en ‘Aplausos para la inclusión’. “Es una suerte de laboratorio teatral con el clown –explica-. Sacarle la nariz colorada a los actores, pero utilizar elementos propios del código para ver hasta dónde es posible llegar con el género. Armamos un grupo hermoso y con muy buenos actores. Habíamos dejado un tiempo la experiencia, pero la retomamos hace poco y estamos tratando de armar un espectáculo. Tomamos como punto de partida la obra ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McKoy, que luego Ricardo Monti usó como excusa para hacer Marathon. Sabía que me metía en camisa de once varas porque tenía que lograr que no se pareciera ni a la pieza de McKoy ni a la de Monti. Y que al usar el género que no tuviera que ver tampoco con la película El baile de Ettore Scola. Y nos pusimos a investigar. Y decidimos adoptar el recurso del concurso de baile, pero sin centrarlo en una pareja principal. Ocho actores del grupo forman cuatro parejas y hay además un conductor a la manera de Tinelli y un asistente que hace varias cosas. Las parejas hacemos como que si vinieran de unas eliminatorias y participan en ésta que sería la prueba final. No es una sola pareja, sino que es un conjunto más coral. Con esa estructura como arranque hacemos ahora reuniones con cada pareja para ver cuál es su problemática, de qué se tiene ganas de hablar. Y se fueron elaborando historias muy duras, porque esa es la realidad que vivimos. Son personajes desesperados como los eran las criaturas de McKoy, que estaban ubicadas después de la Primera Guerra Mundial, en la etapa de la depresión en los Estados Unidos. Acá hablamos de que el sistema genera perdedores. ¿Para qué? Para seguir manteniéndose en el poder. El texto está en plena elaboración y yo coordino su escritura. Y tengo a mi lado una gran asistente, Flor Ayos.”
Tony, además de haber hecho mucho teatro como actor y director, transitó durante años los set televisivos en muchos programas muy conocidos. En los últimos tiempos, sin embargo, no trabaja tanto en ese medio. Hace poco lo habían llamado para hacer Amar después de amar, con Isabel Macedo, la actriz que se casó con Juan Manuel Urtubey, pero apareció Un hombre equivocado y planteé que podía acudir a grabar determinados días y nada más. Y no quisieron. Y me quedé con la obra de Cossa y estoy feliz. Hoy, si puedo evitar hacer tiras, lo evito. Lo que no significa que diga siempre que no. Cada tanto, y sobre todo si necesito plata rápida, acepto alguna propuesta. Pero, en general, trato de zafar. Con las miniseries que se hacían hasta hace poco era otra cosa, porque en ellas trabajaban directores de cine y era una experiencia distinta. En cambio, en la mayor parte de las producciones actuales el trabajo del actor no se cuida. Así que, cuando una propuesta puede transformarse en pan amargo prefiero evitarla.”
Entre paréntesis, una de las últimas miniseries que hizo para televisión como actor fue Malicia, dirigido por Martín Desalvo, un policial interesante que formó parte de la producción realizada para el BACUA. También escribió junto con Marcelo Nacci otra miniserie, La viuda de Rafael, que era una historia sobre los transexuales y sus derechos, basada en una novela del puertorriqueño Luis Daniel Estrada Santiago. Volviendo a Un hombre equivocado y a esa sensación de felicidad que le produjo la experiencia, concluye: “Es un personaje con muchos de cuyos rasgos uno se puede identificar. La obra no ofrece una solución y abre la posibilidad de un debate rico. Pero es evidente que no se puede dejar de admirar la actitud de un hombre que postula una coherencia como la suya, que es la coherencia de mantener a lo largo de su vida una honestidad sin tachas. Él dice: ‘Si soy un hombre a carta cabal, no puedo entrar en la coima. Porque dejaría de ser un hombre a carta cabal y sería solo un hombre a carta cabal a veces’. Y tiene razón: la moral es como el embarazo. Una mujer no puede quedar embarazada solo un poquito. Tampoco se puede ser delincuente un poquito y nada más. Bellomo es un hombre sin muchas herramientas culturales, pero se crió teniendo como referente a la figura de un abuelo general italiano al que él, por la leyenda familiar, pensó siempre como un hombre entero, sin fisuras. Con ese referente creó una ética elemental que le sirvió para vivir, una ética basada en el culto a la palabra empeñada. Hoy, el mundo no parece mostrar mucha devoción por esa práctica, por eso está como está. Y si no volvemos sobre esos pasos, viviremos horas aún más difíciles que las actuales.”
A.C.