Entrevista a Paula Cancio

Entrevistas

Luminosa y cordial en el trato con a gente, sencilla y muy bella, Paula Cancio, la actual esposa de Miguel Ángel Solá, es además una magnífica actriz, rasgo que resalta en especial por haber desarrollado una carrera que, debido a su juventud, tiene un recorrido de no muchos años. En estos días de 2018, sigue trabajando en la obra Todo o nada, que desde abril del año pasado representa en La Comedia, rol que despertó muchos elogios de la crítica especializada y la prensa escrita. Pero no solo teatro ha hecho en los más recientes años, también cine y televisión, tanto en España como en Argentina. La entrevista que sigue procura una descripción aproximada de su actividad artística en los últimos tiempos, que ha sido tan fructífera como sostenida.

Habían tenido una excelente temporada durante 2017 y decidieron al regreso de España a inicios de 2018, viaje en el que habían visitado a parte de sus seres queridos que residen allá, que madrugarían en la lista de reestrenos del flamante año. Así que el 12 de enero ya estaban otra vez los dos batallando en el escenario del teatro de La Comedia con Todo o nada a fin de seguir seduciendo al público que, desde el año anterior, viene acompañando la obra con regularidad y entusiasmo y recomendándola a sus conocidos. Miguel Ángel Solá y Paula Cancio, que de ellos se trata, continúan confiando en que el fenómeno del “boca a boca” (la recomendación personal que cada espectador le hace a un amigo para que vaya a ver algo que le gustó) será una vez más este año el factor principal de la continuidad de esta pieza de la mexicana Sabina Berman, sin despreciar tampoco el buen efecto que han producido para quienes leen los diarios o distintos sitios de Internet las críticas y comentarios a sus actuaciones, que son de una robustez interpretativa realmente destacable.

Paula Cancio

Si en un actor con el talento y la responsabilidad con que aborda Miguel Ángel cada personaje eso no es sorpresa, en el caso de Paula, cuya carrera es más corta y cuenta con un número menor de desafíos en escena, su ductilidad y aplomo, en cambio, sí asombran porque logra un nivel de eficacia similar al de su partenaire, lo que es mucho decir. La actriz, además de este trabajo, ha concretado ya otras intervenciones en películas y en televisión, tanto en España como en la Argentina. En teatro, esta es la segunda obra que aborda. La anterior fue El diario de Adán y Eva, de Mark Twain, que hizo junto al propio Miguel Ángel en Buenos Aires en 2015 y que mostró en distintas giras por ciudades del país. También en España había actuado ya en Testosterona, que es la misma obra en la que ahora actúa en La Comedia, pero con ligeras modificaciones y que se ha retitulado Todo o nada. Es interesante reparar en un detalle. Testosterona se dio hace unos años en nuestra ciudad con un brillante elenco y otro director y fue, sin embargo, un fracaso en la boletería. Sobre este y otros temas, en el café situado a la izquierda del hall de entrada del teatro La Comedia, Revista Cabal conversó con Paula Cancio, quien contestó a todas las preguntas de muy buena onda y con inteligencia.

 

 

La decisión de hacer este título luego de un fracaso reciente en la ciudad, fue realmente un gesto osado. ¿Qué los impulsó a hacerlo a pesar de ese precedente?

La verdad es que teníamos confianza en el proyecto. Pero claro, cuando lo poníamos sobre la mesa, era un “no” constante. No había precedente argentino de un fracaso que se repusiera un año o un año y medio después con éxito. Nos vamos a estrellar, nos decían los productores. No obstante, Miguel y yo seguíamos obstinados en hacer esa obra y no otra, hasta que finalmente logramos que nos dieran el okey. “Bueno, toquemos todas las maderas posibles y apuntémonos para ver qué ocurre”, nos contestaron. Y resultó. Puede haber mil razones para que una obra sea un fracaso y muchas ellas difíciles de detectar. Puede haber sido estrenada en un mal momento económico, haber carecido de buena publicidad, no interesar el tema, llevar un título inadecuado, las razones son incontables. Y esas razones a menudo confluyen juntas, al mismo tiempo.

 

Pero ustedes confiaban en el material, les parecía que tenía sustancia.

Sí, claro, y queríamos mostrar lo que ya habíamos hecho en España, darle una segunda oportunidad a un proyecto que no entendíamos bien porque había pasado sin pena ni gloria en Buenos Aires. Lo que hablamos: muchas veces no se sabe el por qué, pero no va. Lo que sí creo es que una experiencia como ésta sienta un precedente de cara a otros proyectos, estimula a que la gente no tenga miedo a volver a darle una oportunidad a un texto cuando realmente vale la pena y tiene confianza en él.

 

¿Qué pasa cuando una obra se empieza a prolongar? ¿Cómo se hace, o cómo hacen ustedes, para mantener la creatividad?

Nosotros tratamos siempre de que esa creatividad no decaiga. Y para eso tratamos de cada vez más de profundizar las situaciones y la verdad de los personajes, de encontrarle nuevas aristas. Es nuestra forma de trabajar. Yo comencé a actuar en la televisión. Y de ahí pasé al cine. Y es Miguel Ángel quien me sube a un escenario por primera vez. Mi actividad teatral se forma en la escuela Miguel Ángel Solá, una escuela de mucha observación y muy autodidacta. Él me ha enseñado una forma de hacer teatro, que es la base de toda mi actual práctica y que consiste en estar preguntándonos todo el tiempo cosas del personaje, no detener el esfuerzo de seguir comprendiéndolo cada vez mejor. No entendemos una obra de teatro como un cuadro ya pintado y sin posibilidad de seguir probando, sino como un acto de arte vivo. De no ser así nos aburriríamos mucho. Huimos de la rutina, de lo que no nos gusta. Y, con independencia de lo que cada obra nos pueda reportar en lo económico, no podríamos ir cada noche a repetir la misma partitura. De modo que seguimos investigando para que los personajes no cejen de despertarnos curiosidad. El momento en que eso ocurre, en que se acaban las preguntas, es ya el de cambiar la obra. Por suerte tenemos una pieza con una temática muy actual que, gracias al autor y al director, Quique Quintanilla, nos permite hacer eso. Quien haya visto la primera puesta, allá cuando la estrenamos en Madrid, hoy verá un espectáculo que evolucionó mucho, que maduró.

 

¿Cuánto duró en Madrid el espectáculo?

Tres meses, porque luego vinimos Buenos Aires a rodar en televisión La Leona. Partiendo de la misma base hay un cambio totalmente adaptado a lo que sucede hoy en las calles, en las sociedades de distintos lugares del mundo. Luchas como las del 8M le dan una actualidad palpitante a la obra, porque en los conflictos que se desarrollan en la obra entre el director de ese diario y su subdirectora de la edición digital están todas las problemáticas que plantean la desigualdad de la mujer en un mundo dominado por el patriarcado, por la verticalidad, la mentira, la ambición de poder. Y esos hechos, al reformularse en la trama de la obra, constituyen la clave que permite al público relacionarse mucho con ella. En medio del silencio que mantiene los espectadores en la representación, la sonrisa que provoca en las mujeres o los hombres este u otro pasaje revela que ese feedback se está produciendo.

La autora ha sido muy plástica y ha permitido distintos cambios en su texto.

Sí, claro, empezando por el título, que era Testosterona, y ahora es Todo o nada. Pienso que para un autor o autora el título de una obra es como el nombre del hijo. Le cuesta mucho cambiarlo. Y tener la capacidad, la flexibilidad y la apertura para escuchar las razones por las cuales tu hijo podría llamarse de otra manera no es común, es digno de aplauso.

 

Hiciste también cine en los últimos tiempos, ¿no es así?

Acá hice una coproducción dirigida por Lucas Figueroa que, aunque rodó la mayor parte de sus escenas en España, el proyecto nació en la Argentina. Se llamaba Despido procedente, donde representaba a la novia de Imanol Arias, el personaje principal, un hombre que en su lugar de trabajo es reacio a aplicar las actuales reglas de despido entre el personal que es típico del mundo laboral de estos días. En mi caso interpreté a una chica argentina, que le gustaba mucho elegir muebles y tomar lecciones de tango. La pasé increíble. Y luego el año pasado rodé Eso que nos enamora, una comedia romántica escrita y dirigida por Federico Mordkowicz, donde hago pareja con Benjamín Rojas. Es un protagónico y estoy a la espera de su estreno este año.

 

¿Dónde te sentís más cómoda en cine o teatro?

La verdad es que son medios distintos, pero me siento cada vez más cómoda en todos, incluida la televisión. Ésta fue el medio en el que comencé y era como mi casa, donde me movía con total facilidad. Luego pasé al cine donde los tiempos empezaron a ser otros y los tiempos de espera muchos más. Ya no era el timing de la televisión. En una película de Gracia Quejereta en la que trabajé, Felices 140, rodada en España y protagonizada por Maribel Verdú, recuerdo un día que había tenido que llorar muchísimo y terminé la jornada con los ojos hinchados, pero todavía no habíamos finaliozado ciertos planos y debíamos seguir al día siguiente. Al retomar debía tener los ojos igual al día precedente y me preguntaba cómo iba a generar esa situación. Y el maquillador me dio un mentol y desde que me levanté luché para generar otra vez esos ojos llorosos. Aprendes todo eso.

 

¿Y en el teatro?

Hoy por hoy es quizás el medio donde más me reconozco. Ahí me siento dueña absoluta de la situación cuando actúo. La televisión depende de un director y el cine de un director y un montajista. Uno se puede entregar en cuerpo y alma, pero los que finalmente deciden qué es lo que va son ellos. En el teatro estás tú con tus compañeros, pero el que maneja la situación es el actor. Obviamente, el teatro es el resultado de un trabajo en equipo, con el iluminador, el sonidista, que están presentes, el director y otras personas. En ese ámbito se integra una cadena constituida por diferentes piezas, pero cuando sube el telón ahí estamos los actores solitos y eres dueña de la obra que vas a hacer.

 

¿Después de La Leona hiciste algo más en televisión?

Estuve rodando en televisión la segunda parte de la serie El marginal. La precuela. Eso irá por Netflix, aunque primero a la televisión pública en poco tiempo. Tengo una participación pequeña, soy la pareja del personaje que le corresponde a Estaban Lamothe, que aparece en esta segunda parte y hace otro de los protagonistas. Yo hago de su pareja.

 

En diciembre pasado, Paula estuvo con Miguel Ángel visitando a sus familiares, ella a sus padres y parientes más cercanos, él a sus dos hijas mayores. Estuvieron en el mes de diciembre allá y pasaron la Navidad con los progenitores de Paula y su familia. La actriz dice que extraña mucho a sus seres queridos porque, a pesar de que la tecnología te acerca y te comunica al instante, eso no es lo mismo que el contacto personal, que es irremplazable. “Y mientras más tiempo paso aquí, donde he formado mi familia elegida y tengo grandes amigos, que son proveedores de un afecto sin el que no podría vivir, igual los sigo extrañando, porque recién a la distancia das importancia a lo que antes estaba ahí, al alcance de la mano y a disposición tuya cuando querías, y tal vez por eso no valorabas tanto como debías”, dice. Hablando de sus afectos más cercanos, como Miguel Ángel, también le preguntamos por Adriana, su pequeña hija con el actor que pronto cumplirá cinco años. “Es una genia, cada día aprendemos más de ella”, dice sin disimular su orgullo y se le iluminan sus bellísimos ojos.

                                                                                                                              Alberto Catena

 

Fotos: Sub.coop