Entrevista a Manuel Iñurrieta
Director adjunto de los Departamentos de Arte del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y responsable de su área de teatro, Manuel Iñurrieta es, además y desde hace casi una década y media, un activo creador de distintos espectáculos en esa entidad. Los dos más recientes son Buenos Aires Épica y Eléctrico Carlos Marx, ambos dirigidos y escritos por él. En el segundo de ellos también actúa. De origen marplatense, Manuel inició su formación en la “ciudad feliz” y la continuó luego en Buenos Aires donde reside hace muchos años. De sus recientes trabajos, de sus maestros, y de sus próximos proyectos habló con Revista Cabal en un encuentro concretado en el café de la institución ubicada en Corrientes 1543.
Con motivo del segundo centenario de su nacimiento, Carlos Marx, uno de los mayores pensadores políticos de todos los tiempos, fue evocado de distintas maneras en Buenos Aires –encuentro de intelectuales, conferencias, artículos periodísticos, etc.- para manifestar la admiración por lo que se considera la vigencia de sus ideas o bien para atenuar esta impresión con miradas que, sin desmerecer su importancia histórica, restan peso a su obra. En el ámbito Específico de teatro y en la sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, un trabajo dirigido por el actor, autor y director Manuel Iñurrieta lo recordó a través de un monólogo humorístico en la línea del absurdo que muestra al creador de El Capital en las calles de esta ciudad preocupado por conocer el funcionamiento de las redes sociales y los nuevos lenguajes tecnológicos del presente. El espectáculo tiene dos cuerpos: en el primero un payaso, que encarna a Marx, pasea por la metrópoli y en contacto con sus jóvenes charla sobre sus gustos musicales y lecturas políticas. En el segundo, el payaso, desprendido del personaje de Marx y asumiendo su propia identidad, expone varias de las nociones de la concepción del mundo del gran filósofo y economista -con las que tiene clara afinidad- y las somete a distinta aproximaciones, debates e interrogantes con el fin de que el público reflexione sobre ellas.
Este espectáculo, denominado Eléctrico Carlos Marx, fue producido por el grupo Los Internacionales Teatro Ensamble, que sustituyó al hasta hace poco conjunto conocido como El Bachín Teatro, con el que Iñurrieta había realizado muchos de los títulos de su autoría en los quince años previos a su disolución en 2015. Sobre este nuevo equipo de trabajo y las obras sobre Marx y otra llamada Buenos Aires Épica, que se venía ofreciendo en la sala Raúl González Tuñón, discurrió en su comienzo la entrevista que Revista Cabal mantuvo con él a fines de mayo en la entidad donde se pueden ver los títulos mencionados. Pero el diálogo no terminó allí. Manuel dio también detalles de sus próximos proyectos, algunos de los cuales –porque son varios- tendrán lugar en el CCC y otros fuera de esta ciudad, entre los que se cuentan una evocación poética del personaje Juancito Caminador, una posible versión de La vida es sueño y dos obras relacionadas con sonados casos históricos.
¿Cómo se decidió concluir con El Bachín y formar Los Internacionales Teatro Ensamble?
Fue una decisión que tomamos luego de hacer juntos el último espectáculo del grupo en 2015. Resolvimos darnos un fuerte abrazo después de tantos años y tanta cantidad de obras e iniciar algunos, en forma separada, la búsqueda de otros caminos. Así se produjo después el origen de Los Internacionales Teatro Ensemble, en el que quedaron dos integrantes de anterior equipo: Diego Maroevic y María García. Hoy, esta nueva formación está en construcción, se está iniciando, pero ya hemos hecho tres espectáculos, uno de ellos en Mar del Plata con un elenco muy bueno de actores de esa ciudad. Se llama La competencia y anduvo muy bien. Estuvo en la temporada pasada y en esta. Y siguen en un espacio muy lindo que se llama Cuatro Elementos. Es una pieza de mi autoría, trabajada en el registro del absurdo, y trata de dos científicos que quieren ganar el Premio Nobel y entran en una competencia de vanidades, en cuya trama se visualiza qué es la producción de conocimientos y con qué finalidades muchas veces se impulsan. También estoy contento con Buenos Aires Épica, que se dará hasta fines de junio. Es una obra de humor político donde se abordan temas relacionados con la mujer y sus conflictos en una sociedad donde cada vez son más resistidos los imaginarios y las formas de dominación de la estructura patriarcal.
¿Habías hecho otros monólogos como el mismo payaso de Eléctrico Carlos Marx?
Sí, es el tercer monólogo con el mismo payaso luego de Fidel-Fidel y Mientras cuido a Carmela. Y bueno, con el aniversario de Marx me pareció que estaba bueno hacer un espectáculo con él y sus ideas como eje. De hecho, en el grupo hemos leído bastante a Marx, entre otras cosas para entender a Brecht. En esa sintonía. La fascinación por las ideas de Marx me llevó a explorar cómo podía resonar en el presente una pieza teatral que, en el registro de humor, tuviera a su figura como base de la reflexión del espectáculo. En todos estos años que uno lleva en la actividad cultural y política, cada vez que aparece la figura de Marx siempre genera un ruido. A veces por la positiva, otras por la negativa.
La negativa incluye no solo su rechazo, también una forma de pasteurización tendiente a mostrarlo sin muchos de sus valores más potentes.
La vigencia del pensamiento transformador de Marx no tiene discusión. Pero es bueno ponerse a discutir sus ideas para ver cuáles están vigentes y cuáles han sufrido la erosión del tiempo. Hasta ahora nadie estudió tan a fondo la atroz naturaleza del capitalismo como lo hizo él ni señaló con tanto rigor su rasgo innegable de sistema injusto e inhumano.
¿Pensaste el espectáculo para mucha gente o para enterados en la figura de Marx?
A la hora de pensar el espectáculo pensé en un público general. En ese sentido, la obra tiene distintas capas de lectura posible. Hay un público general que, por ahí, se encuentra por primera vez con una obra así. O no conoce distintas frases o aspectos del pensamiento de Marx. Si es así, se lleva una novedad. En cuanto al público más interesado en las ciencias sociales, o que tiene afinidad con ellas, le sacará más provecho, porque se enfrenta a un tema de su particular interés. Pero como actor y artista mi punto de partida es pensar en un público general. En relación a los gustos, como no es una pieza que baje línea y está escrita con respeto, tampoco genera malestar o rechazo. Porque lo que pone de manifiesto la obra es el fondo de humanidad y de rechazo a la injusticia que hay detrás de esa figura, de sus ideas. En ese punto nos asociamos muchos, porque por experiencias o vivencias personales o de nuestros padres o maestros, es raro que alguien esté totalmente desligado de alguna referencia a esa figura. Lo importante es que esta visión, aunque imperfecta o incompleta de Marx, funcione como un disparador en el espectador para que después siga profundizando en lo que le interesó, sobre todo entre los jóvenes.
Es muy simpático la inclusión de Serrano, Borón y Gallardou a través de ese video que se proyecta en el espectáculo.
Sí, fue fascinante trabajar con ellos. Los tres de alguna manera fueron, en distintas etapas de mi vida, maestros y amigos. Ver a un intelectual como Atilio Borón haciendo de chofer de taxi era impensable. Lo de Claudio Gallardou no sorprende porque está en su métier y tiene que ver con el mundo del payaso. Y también me di el gusto de ponerlo a Raúl Serrano y caminar juntos por Buenos Aires, porque esos encuentros han sido parte de la construcción del vínculo con él. Nunca pasé por la escuela de teatro de Raúl. Nuestra relación se cimentó juntándonos cada 15 días a tomar café en algún lugar para escucharlo hablar de teatro y literatura y luego leer sus libros. Sobre todo en los primeros años del Centro Cultural de la Cooperación. Es un tipo muy formado y generoso. El día que filmamos llovía a mares a la mañana. Y yo dudé si era conveniente con ese temporal que viniera. Pero cuando llegué a este café donde estamos nosotros ahora ya estaba leyendo mientras me esperaba, con paraguas y unas zapatillas bien resistentes para caminar en la lluvia. No dudó un instante en que lo íbamos a hacer. En un principio tuvo ganas de actuar, pero luego pensó que podría ser mucho peso estar todas las semanas haciendo funciones y le pareció bien la idea del video.
¿Estás elaborando algún proyecto para el futuro?
Sí, tengo varios. Terminé de hacer una obra de tres personajes sobre Silvia Filler, la estudiante de arquitectura asesinada de un balazo en la frente por una patota de la CNU (Concentración Nacional Universiaria) en el Aula Magna de la Facultad de Arquitectura de la por entonces Universidad Provincial de Mar del Plata el 6 de diciembre de 1971, hecho que conmocionó a la ciudad y al país. Cortázar nombra el caso de Silvia Filler, que tenía apenas 18 años, en El libro de Manuel. Armé una obra que habla de la arquitectura a partir del siglo XlX. Y es un juego de situaciones, que en su desarrollo toma y desarrolla el tema del crimen de Silvia, una verdadera tragedia en la sociedad marplatense. El aula en la que la asesinaron después se convertiría en un teatro, que lo dirigiría Antonio Mónaco, que fue amigo mío en Mar del Plata. Soy oriundo de la Perla del Atlántico, estudié allá y luego seguí acá, pero mantengo fuertes vínculos con la ciudad. Es un teatro de investigación histórica pero con vuelo poético ligado a la arquitectura y a la reconstrucción de los recuerdos.
¿Es lo único que estás escribiendo?
No, estoy también con otra obra que estoy terminando de escribir, seguramente para hacerla con Los Internacionales, que se llama Los Minimax y el cazador de talentos. Es un texto que alude al incendio de trece supermercados de la familia Rockefeller en 1969 en repudio a la visita de Nelson Rockefeller a Buenos Aires como enviado de Richard Nixon para desarrollar relaciones con la dictadura de Juan Carlos Onganía. Los Minimax eran propiedad de la familia de ese empresario que, junto a su hermano David, además de hacer toda clase de negocios se dedicaban a la política como una forma de defenderlos. Es una obra divertida. Estos hechos son como disparadores que a uno lo motivan a leer, estudiar y buscar referencias en nuestra historia que puedan tratarse en teatro. Hay períodos muy importantes de la historia del país que ya ni se recuerdan. O que no están demasiado investigados. Leyendo materiales para hacer la obra sobre Silvia Filler, me enteré que unas semanas antes de que la asesinaran, había ido al teatro a ver El avión negro de Tito Cossa, German Rozenmacher, Carlos Somigliana y Ricardo Talesnik, que dirigió Gregorio Nachman en el entonces Teatro de la Comedia Marplatense. Son cosas que se van enlazando. Ella era una joven a la que le interesaba mucho el teatro y la vida cultural. Es una obra que quisiera hacer en Mar del Plata. Vamos a ver, hoy la actualidad política de Mar del Plata es harto complicada, hay manifestaciones de violencia muy marcadas, sobre todo por la aparición de grupos neonazis. Parece que hubiéramos retrocedido sesenta años.
¿Este año no haces nada más para el Centro Cultural de la Cooperación?
En lo que queda del año pondremos todas las pilas para que se prolongue allí lo más posible Eléctrico Carlos Marx. Y seguramente iré a Mar del Plata con la obra. Y ya en agosto empezamos a ensayar lo que he terminado de escribir. Y, en Bahía Blanca, donde trabajo desde hace diez años con un grupo de teatro independiente con mucha historia y con los que estrenamos Fidel-Fidel, seguramente monte una obra sobre Juancito Caminador, ese alter ego andariego de Raúl González Tuñón, que el poeta conoció como prestidigitador en 1927 en un circo de Puerto White y que –según le contó al Tata Cedrón- respondía al nombre de Johnie Walker. De él se hizo amigo Tuñón en ese año y luego no volvió a verlo hasta que, tiempo después, se enteró de que había muerto. “Juancito caminador/murió en un lejano puerto/el prestidigitador/poca cosa deja al muerto”, dicen los versos iniciales del poema dedicado a él. Y, por último, avanzo en una versión de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, pero estoy en los inicios. Quisiera enlazarla al fenómeno juvenil del rap. No vengo de ese palo, pero estoy investigándolo y tengo un sobrino que se dedica a ese género, al que uno puede discutirle un montón de cosas, pero las letras tienen una carga enorme. Es un fenómeno para atender.”
Como se ve, para la cotidianeidad de la actividad artística de Manuel Iñurrieta “la vida es sueño”, pero también realidad, cosas concretas que les dicen.
A.C.