Entrevista a la actriz Silvina Bosco
Mientras disfrutaba de las primeras repercusiones exitosas de su trabajo en Tres, una atractiva comedia de autor español que se da en la Av. Corrientes, la excelente actriz Silvina Bosco conversó con Revista Cabal poco antes de iniciar una de las funciones de la obra. Habló de su trabajo en esta pieza teatral, de lo que está haciendo en cine y de la importancia del entrenamiento en la formación de un actor o actriz.
Enmarcado por la suave caída de sus áureos rizos sobre los hombros, el rostro de Silvina Bosco tiene algo de la radiante luminosidad con que Sandro Botticelli lograba transparentar, en el semblante de sus figuras femeninas, el color de sus almas. En El nacimiento de Venus ese matiz está representado por una evanescente tristeza que cruza los bellísimos rasgos de la diosa, que en rigor parecen ser los de la mujer real que sirvió a ese pintor renacentista de modelo: Simonetta Vespuci. En Silvia, esa luz refleja, en cambio, un encanto de otro origen: el de un espíritu entre tierno y pícaro (el resplandor de su sonrisa es al respecto llamativo), pero dotado, por sobre todo, de una singular gracia e inteligencia para recrear, por medio del cuerpo y de la voz, eso que Boticcelli hacía con sus pinceles: el universo interior de los otros para convertirlos en personajes. Tamaña cualidad, en una actriz, puede provocar prodigios. Y ella los ha provocado a través de su carrera, que comenzó a los 17 años y lleva ya unas tres décadas. Porque a lo largo de ese tiempo ha interpretado en teatro, cine y televisión papeles de toda índole, desde los de la comedia pura y dura, donde su versatilidad para el humor la ha llevado a componer personajes desopilantes, hasta los del drama y tragedia, en cuyas aguas nada con idéntica fuerza, fluidez y talento. No sin razón se ha dicho a menudo que es una “actriz todo terreno” y ella acepta que ese es el mejor piropo que se le puede hacer en reconocimiento a sus dotes de excelente intérprete.
Su más reciente logro ha sido Tres, una comedia del autor español Juan Carlos Rubio que desde enero comenzó a representar en el Multiteatro de la Av. Corrientes con la dirección de Corina Fiorillo y un elenco en el que, además de Silvina, están las actrices Patricia Echegoyen y Viviana Saccone y el actor Santiago Caamaño. La obra describe el encuentro de tres amigas de la adolescencia, hoy cuarentonas, que se vuelven a juntar después de mucho tiempo y urden un plan común para cumplir con su deseo de ser madres. En esta comedia extranjera, una de las más eficaces estrenadas en Buenos Aires en los últimos meses. Silvina compone a una de las amigas, la más ingenua y reprimida de las tres. Es una viuda que vive añorando la muerte más o menos reciente de su marido. En ese rol, la actriz prueba una vez más, como si hiciera falta, el amplio espectro de sus posibilidades histriónicas, pasando por los estados más diversos y dándole a su criatura un vuelo interpretativo muy seductor. Hay que recalcar que tanto Echegoyen como Saccone también brillan muy alto y juntas constituyen un trío que, bajo la dirección exquisita de Corina Fiorillo, estructura un espectáculo realmente sustancioso, que hace tanto reír como pensar.
En torno a algunos aspectos de este trabajo, pero sin olvidar otros temas de su carrera, Revista Cabal conversó días atrás con Silvina en la platea del teatro donde se representa la pieza un poco antes de una de las funciones. En estos días, y mientras interviene en las funciones de miércoles a domingo de Tres, Silvina ha venido ocupando parte de su tiempo restante en participar de Vergel, un nuevo film de Kris Niklison, directora también de Diletante, una película que recibió abundantes premios y elogios. El nuevo trabajo de la cineasta ha sido definido como un largometraje de atmósferas, donde en un tono de alta visualidad poética y humor se reflexiona sobre la vida, la sexualidad y la muerte. Se trata de la complicada historia por la que atraviesa una mujer que ha perdido a su marido en un viaje y espera en su departamento que le devuelvan su cuerpo. Silvina interpreta en este caso a la empleada de una funeraria que es un fiasco y que lejos de contribuir a aliviar la pena de la mujer le hace todo más difícil. La actriz está muy contenta con su trabajo y dice, además, que la película es muy divertida, además de reflexionar con profundidad sobre las relaciones humanas.
Tres ya resultaba en las primeras semanas posteriores a su estreno todo un éxito. La obra se ensayó durante dos meses y Silvina cuenta que llegó al estreno muy segura: “Es que Corina Fiorillo, con la que he trabajado en muchas ocasiones, tiene la virtud de montar primero la obra, de pararla, y luego arranca con los detalles. Y con ese método, que hace pasar la obra muchas veces hasta aprenderla bien, una llega al estreno con una gran confianza. No corre el riesgo de que haya una zona de la pieza que la sienta poco sólida, sino todo lo contrario”. Con Fiorillo, precisamente, la intérprete ha tenido en los últimos años la posibilidad de componer papeles que han saltado desde el humor a la tragedia, como han sido No me quieras matar corazón, de Patricia Suárez y Adriana Tursi, en 2015; La sombra de un perfume, de Susana Gutiérrez Posse en el mismo año, o Miembro del jurado, de Roberto Perinelli, en 2014. Sin contar, claro, con Tres, con la cual Silvina ya debe haber superado los cuarenta títulos escénicos abordados en su camino artístico.
Consultada sobre esa plasticidad como actriz que todos le reconocen, Silvina Bosco responde: “Desde el mismo momento en que descubrí que me gustaba la actuación y quería dedicarme a ella, allá en los años en que me formé en la Escuela Nacional de Arte Dramático, decidí que junto con esa instrucción trataría de desarrollar mis herramientas profesionales de la manera más integral posible. Y es así que estudié e hice de todo: clown, mimo, improvisación, comedia del arte, etc. Y también trabajé mucho en sainete y grotesco. El entrenamiento creo que le da al actor mucha plasticidad, más allá de las condiciones naturales que tenga. Y eso porque el actor no está siempre hablando con su voz, ni se mueve de la manera en que lo hace habitualmente con su cuerpo. Entrenarse es fundamental para un actor. Debo decir también que me dieron muchas oportunidades y no trataron de encasillarme, me dejaron volar por los distintos géneros y cuerdas. Y eso permite que, con los años, la gente sepa que puede contar contigo para distintas cosas. Cuando era más joven me encantaba que alguien me dijera: ‘¿Eras vos en ese papel? Qué bueno, no te había reconocido.’ Me fascina no tener roles en los que haga de mi misma, sino abordar personajes en los que tener que inventar cada vez su forma.”
Silvina, que nació en Rosario, pero desde muy chica se trasladó con sus padres a Buenos Aires y vivió en la zona de Villa Jardín, en Palomar, estudió además con maestros de actuación notables como Raúl Serrano, Agustín Alezzo, Augusto Fernandes y Rubén Szuchmacher. Y desde el inicio de su trayectoria tuvo la suerte de tener una rara continuidad en su trabajo, como lo prueban, junto a sus actuaciones en teatro, sus cerca de treinta trabajos en cine y una cantidad igual o mayor en programas de televisión, como Chiquititas, Amigovios, Poné a Francella, Casi ángeles, Mujeres asesinas, Historia clínica, Somos familia, o más recientemente Signos con Julio Chávez. “He tenido una actividad prácticamente sin baches –comenta-. Lo que también indica un costado de suerte, porque hay muchos profesionales muy buenos que atraviesan períodos sin trabajo. En mis comienzos, cuando se produjo algún momento de dificultades, me dediqué también a doblar películas, dibujitos, etc., pero siempre arreglándomelas con actividades que tuvieran que ver con mi profesión. No obstante, puedo decir que fueron pocas veces en que me pasó eso, porque, afortunadamente, he trabajado con mucha regularidad. Y deseo que en el futuro siga ocurriendo lo mismo.”
De Boticcelli a Rosario y de Rosario a Buenos Aires, el retrato de una vocación que ama y agradece hacer lo que hace.
Alberto Catena