Entrevista a Julia Calvo

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Versátil, dúctil frente a los distintos desafíos a los que la sometió su profesión, Julia Calvo ha ido construyendo sin prisa pero sin pausa, y sobre todo con mucha inteligencia, una trayectoria artística en el mundo del espectáculo de este país que le ha brindado prestigio y, sobre todo, mucho reconocimiento. Cálida, simpática y directa y a la vez muy agradecida de lo que le ha proporcionado su trabajo, conversó días atrás en un bar de Palermo con Revista Cabal e hizo un balance de lo que han sido sus apariciones en el medio, en especial las últimas que tuvieron gran repercusión por la calidad de su factura. 

      Un continuo viaje hacia el alma de otros seres, imaginarios o reales: eso es la actuación. Una posibilidad renovada en cada instante de la metamorfosis escénica de ver y comprobar hasta qué punto puede ser misterioso, elástico y capaz de encarnarse en variados y sorprendentes colores o rasgos el espíritu humano. Julia Calvo, la talentosa y conocida actriz argentina que el público ha  visto en los últimos años en múltiples y continuas apariciones televisivas y teatrales, es consciente de esa mágica posibilidad que le abre su profesión de explorar el mundo de los otros, la vida secreta de los personajes. Y lo es porque ha sido la infortunada Desdémona en Otelo, Próspera (un personaje inventado para la versión de La tempestad de Claudio Hochman), la cancionista Nelly Omar e infinidad de otras mujeres en su carrera. Y en la travesía hacia esas vidas tumultuosas o serenas, maravillosas o duras, amargas o esperanzadas, siempre encontró al final de la aventura una luz reveladora que enriqueció su mirada del mundo.


        El nuevo viaje de Julia en la actuación tiene como destino el universo de Martirio, una de las hermanas descritas por Federico García Lorca en La Casa de Bernarda Alba, que este verano ofrecerá un elenco dirigido por José María Muscari en Mar del Plata y otras ciudades de la costa atlántica. La versión ya fue montada y exhibida en Buenos Aires durante el año 2014. Y tratará de repetir su éxito en la costa bonaerense. El ciclo comenzó el 3 de enero en Pinamar y concluirá en marzo. No es difícil entender por qué el director eligió a Julia Calvo para abordar el rol que había desempeñado hasta ahora Valentina Bassi y que, por la crianza de su pequeño hijo no pudo seguir haciendo. Calvo es una de las actrices más versátiles de la escena argentina actual: posee similares luces para la comedia que para la tragedia o el drama y, en los últimos tiempos, demostró además ser una cantante sensible y afinada, como todo el mundo comprobó al encarnar a la exquisita Nelly Omar en Manzi, la vida en orsai, un espectáculo musical encantador escrito por Nelly Gambartes, Diego Vila y Bernardo Carey, que se  terminó de representar en mayo de 2014 con sala llena y se repondrá con seguridad hacia fines de 2015.


    Formada en el ex Conservatorio de Arte Dramático, hoy UNA (Universidad Nacional de las Artes), Julia se recibió de actriz y directora en 1985 y, aunque ya venía antes realizando pequeños papeles en cine, a partir de allí se volcó de lleno a la actividad profesional, tanto en la actuación, como en la docencia y la conducción teatral. Uno de sus primeros roles de fuerte compromiso fue el de Desdémona en una versión de Otelo de 1991, que protagonizó Jorge Suárez, compañero suyo de promoción en el conservatorio y uno de sus grandes amigos. La docencia la ejerció en El Teatrito, un estudio ubicado en Vera y Frías donde daba clases junto al mismo Suárez y Eduardo Gondell. Y luego dictó varias materias en el IUNA, actualmente denominada UNA. Entre los títulos que dirigió figuran Trabajos de amor perdidos de Shakespeare en 1998, muy festejado y premiado, y después Hasta que la muerte nos separe, sobre textos de Woody Allen, El enfermo imaginario y El avaro de Molière, y Lluvia, versión libre sobre un libro de Sergei Belbel. Y en 2014: Conquistadoras, de Susana Hornos, y Bisnietas. Herederas del viento, de Erika Halvorsen.


     En el ámbito de la actuación teatral, sus intervenciones posteriores a la Desdémona son muchos, entre otras en Casi no te conozco, Buenos Aires, de Marcelo Grau; La tempestad, de Shakespeare; Gris de ausencia, de Roberto Cossa; Emma Bovary, de Ana María Bovo, sobre el personaje de Flaubert; La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca; Piaf, de Pam Gems;  La gaviota, de Anton Chéjov; Las brujas de Salem, de Arthur Miller; Mujeres tenían que ser, sobre la obra de Felipe Pigna; Levantar fierro, de Andrés Binetti y Mariano Saba y otras. A pesar de tener esa importante trayectoria teatral, que en parte se registró en los noventa, la proyección masiva de su figura comenzó a dibujarse recién en el inicio del nuevo siglo con su ingreso a algunas series televisivas como Chabonas (2000), 009 Central (2002) y muy especialmente  Amor Gitano (2003), en la que se la recuerda como el personaje de Concepción. Después siguieron otras intervenciones como la de Padre Coraje, Una familia especial, Casi ángeles, Mujeres asesinas y varias más.


     De hecho, desde entonces Julia Calvo no ha dejado de actuar en la pantalla chica, si bien reconoce que el año que pasó sus participaciones fueron episódicas y que en 2015 retomará a pleno su labor en una tira junto a Pablo Echarri y Nancy Dupláa. Agradece su continuidad en la televisión porque es un medio que, además de popularidad, le ha brindado herramientas para el oficio que ha sabido aprovechar, sin obstruirle su labor en el teatro que es siempre para cualquier buen actor el gran lugar de prueba de sus actuaciones más comprometidas. De algunas de estas experiencias en trabajos en las distintas disciplinas, que considera claves en su carrera artística, conversó con esta revista largamente, y con una calidez digna de destacar, pocos días antes de emprender su viaje a la costa atlántica para encarar el desafío de actuar en La casa de Bernarda Alba de García Lorca.


¿Cómo definirías la versión de La casa de Bernarda Alba de Muscari?
Es una versión muy ágil, que no esconde la oscura conflictividad que tiene la obra de García Lorca,  pero que trata de acercarle el texto a la gente. Vi dos funciones en las localidades de Ituzaingó y San Fernando antes de integrarme al elenco y comprobé que el público la recibe muy bien. No sé si esas personas irían al San Martín a ver la obra. Son nueve actrices en escena y tuve que estudiar y ensayar el texto en pocas semanas porque las funciones se venían enseguida. No había hecho García Lorca, sí en el Conservatorio en los años de formación. De los clásicos trabajé más con Shakespeare y Molière, autores que siempre es un placer hacerlos. Y que tuve además la suerte de interpretar bajo direcciones que desolemnizaban los textos. Recuerdo mucho la versión de La tempestad de Shakespeare dirigida por Claudio Hochman en el San Martín, que duró tres años. Fue genial. Es una de las obras que menos me gustan de Shakespeare y, sin embargo, trabajé con enorme gusto en esa versión. También hice una versión de Las alegres comadres de Windsor.


¿En 2014 trabajaste más en teatro que en tele?
Sí.  Para televisión hice algo para Disney Juniors y algunas cosas que grabé en 2013 y que están saliendo recién ahora. Grabé poco, sobre todo participaciones. Es que me dediqué más al teatro y surgió una continuidad que no se interrumpió nunca. Terminé en mayo Manzi, la vida en orsai y enseguida apareció una seguidilla de obras que dirigí, que fueron como ciclos de obras con varias funciones, ni siquiera esquemas de temporada. Me encantó dirigir en el Teatro Cervantes una obra maravillosa de Erika Halvorsen para tres actrices, que se llama Bisnietas, herederas del viento, que fue en un ciclo de autoras argentinas jóvenes. Hablaba sobre las casitas en Río Gallegos donde trabajaban las prostitutas. Son tres mujeres que se juntan a leer cartas y descubren que son bisnietas de una misma prostituta, aunque con diferentes hombres. Fue una experiencia muy interesante. Y también una obra de Susana Hornos, Conquistadoras, de la que la autora tenía escrita unas ocho páginas y que terminamos de armar con el trabajo de la propia Susana como actriz en un papel y Carolina Calema en el otro, una española y una argentina cuyas vidas se conectan como resultado de las crisis que en etapas distintas atraviesan sus dos países.


También te convocaron en 2014 para trabajar en el ciclo Teatro Nuestro, en homenaje a Teatro Abierto, y en una obra de Pigna.      
Claro. En el primer ciclo hice Levantar fierros y fue muy emotivo estar en el Picadero en esta ocasión como actriz y recordar que durante Teatro Abierto había estado allí como espectadora. La otra experiencia fue una suerte de instalación teatral, semileída, que se realizó con personajes del libro escrito por el historiador que mencionás. Varias actrices interpretaron allí textos referidos  a mujeres potentes de nuestra historia, Macacha Güemes, la mujer de Tupac Amaru, Juana Azurduy, las viudas de Lavalle o Belgrano, entre varias otras, y se llega hasta Alfonsina Storni. Erika Halvorsen se tomó, con el permiso del autor, la licencia de agregar un poema de María Elena Walsh sobre las mujeres después de la muerte de Evita. Es un poema que Alicia Berdaxagar lee de manera conmovedora. La verdad es que al oírla se te ponen los pelos de punta. Y por último en 2014 intervine en una obra de Héctor Oliboni, Sombras, en la que actué junto con Roberto Vallejos y Anahí Gadda. Con Roberto ya había trabajado, pero con Anahí no. Con ella tuvimos química de inmediato y es muy bueno porque hacer los personajes de dos hermanas que están peleadas constituye un riesgo difícil de enfrentar si no hay buen entendimiento actoral. En esa obra interpreto tres canciones de Chabela Vargas, lo que es siempre un placer.


¿Y para 2015 qué cosas planeas?
Vuelvo de Mar del Plata en marzo y enseguida, a la semana, me pongo a ensayar una tira en Telefé, con Pablo Echarri y Nancy Dupláa, que irá a la noche. Por otro lado estamos sentándonos con Jorgito Suárez con el fin de armar una buena plataforma para volver a hacer Manzi, la vida en orsai, tal vez para fines de 2015. Sentimos que a ese espectáculo le faltó mínimo dos años más, de funciones y viajar. Fue un proyecto muy difícil de vender. Las dos personas que lo produjeron fueron los únicos que nos dieron bolilla y la Comedia el único teatro que nos abrió las puertas. Después, con el diario del lunes, comprobada la calidad del espectáculo, muchos productores admitieron que se equivocaron y que no pudieron avizorar que iría bien. Algunos han dicho que ahora, si volvemos, quieren estar. Por eso, con Jorge, queremos armar esa buena plataforma para relanzarlo.


¿Y a Carlos Rottemberg no se lo ofrecieron?
Lo que ocurre es que en el Multiteatro no se pueden hacer musicales. El día que vino a ver la obra fue a los camarines a felicitarnos muy emocionado. Y días atrás me sorprendió gratamente con lo que dijo. En una entrevista periodística que le hicieron hace poco, ante una pregunta que le hicieron acerca de si había algún espectáculo que sentía se había perdido de producir, contestó de inmediato: Manzi, la vida en orsai.


¿La cantante Nelly Omar, que es el personaje que vos interpretaste, llegó a ver el espectáculo?
No, ella dijo que prefería no verlo para “no mirar hacia atrás”. Pero estuvo al tanto de lo que era la obra. Betty Gambartes llegó a estar con ella un tiempo antes de que falleciera y le preguntaba con qué vestido salía en cada escena y qué cantaba. Además sabíamos que muchos de sus amigos vinieron a ver la obra y hasta su escribano. Creo que, además del tributo obvio a Homero Manzi, también le llegamos a hacer un tributo en vida a Nelly. El que vino al teatro un mes antes de fallecer fue Acho Manzi, el hijo de Homero. Le gustó mucho lo que vio y dijo: “Yo creí que la memoria de mi padre iba a pasar mansamente y por suerte la agarraron ustedes.” Fueron más de 230 funciones de puro placer.


¿Cuándo aparece el canto en tu carrera?
El canto siempre, porque toda la vida me gustó cantar (dice “canturrear”, como para quitarle solemnidad al hecho), pero nunca en primer plano como en esta obra. En mi casa se cantaba todo el tiempo.  Yo creo que Manzi, la vida en orsai y las dos invitaciones que me hicieron para intervenir en Primeras Damas del Musical fueron como el toque de una varita mágica movida desde el cielo por mamá. Ella me llamaba a veces por teléfono y me decía: “No quiero escuchar a más actrices cantar en la radio, te quiero escuchar a vos”. “Sí, pero no es mi oficio -le contestaba-. Si yo no estuviera en vena no sabría qué hacer con el canto y con la actuación sí sé qué hacer”. Acá, en la obra sobre Manzi, justo se conjugó el canto y la actuación, lo que era bárbaro. Y además el tipo de trabajo de Betty Gambartes es el de una interpretación vinculada al teatro y, por suerte, ese reto lo puedo afrontar porque soy afinada. Si no estaba en vena, igual sabía dónde ir, porque estaba la escena y teníamos tres músicos que respiraban con nosotros. Siempre le voy a  agradecer a Diego Vila su música y sus músicos, que provocaban en nosotros como un estado de gracia único, que era imposible no disfrutar.


¿Para el teatro la tele es incompatible?
No, para la docencia sí, por eso dejé las clases que daba en el IUNA, pero para el teatro no. Yo termino cansada y así y todo me voy al teatro a trabajar y estoy chocha, me encanta. Es una ducha de agua fresca. Cuando empecé a hacer tele nadie o muy pocos hacían esto de trabajar en un canal y el teatro en los mismos días y muchos me decían: “Ah, y además  haces teatro”. Y ahora es común. Yo arreglo los horarios de terminación de la grabación. Porque cuando hay que ir al teatro es tan importante la función como la grabación, pero más importante es la autopista entre la grabación y el teatro. Si me pasa algo ahí no voy ni a la grabación ni al teatro, en ese lugar no quiero ir a los piques en el auto, eso lo cuido mucho. Cuando es la seis de la tarde, estemos donde estemos, me voy.


La televisión te hizo muy conocida para el público masivo. ¿Qué sensación te produce eso?
Siento que para mí fue un espaldarazo. Todavía viajaba en subte y en colectivo, pero con Padre coraje ya no pude. El público de televisión es agradecido pero muy absorbente. También me gusta que haya gente que diga que me vio en La tempestad en el San Martín. Lo más curioso que me ha ocurrido en estos últimos meses  es que al no hacer televisión me di cuenta que memorizar los textos de La casa de Bernarda Alba me costó más, en el set me los aprendía en un periquete. La televisión te da en ese sentido un entrenamiento absoluto.


¿Y cómo es tu relación con el cine?
No hice mucho, estuve en Caballos salvajes gracias a Leonardo Sbaraglia y después Ciudad en celo, una ópera prima de Hernán Gaffet, que fue en realidad concebida hace 20 años, pero no había producción. Cuando consiguió dinero para una coproducción con España, después de 15 años, le dije a Hernán que ya no estaba para ese personaje y él me dijo que sí. Y fue hermoso. Se trata de una de las últimas películas filmadas en celuloide, así que ensayamos muchísimo. El teatro te da ese entrenamiento de recrear en cada momento, de no repetir, por eso es importante, entre otras cosas, hacer teatro. En Manzi, la vida en orsai una señora nos dijo: “Yo vengo una vez al mes a ver la obra porque siempre la veo diferente.” Es un espectáculo que agradeceré toda la vida haberlo hecho. Un día vino a verlo Antonio Gasalla y al terminar nos confesó que había venido nada más que de chusma, porque todo el mundo le decía que era extraordinario y él no creía que no tuviera fallas. Y después nos dijo cosas muy hermosas.
                                                                                              A.C.