Entrevista con Juan Carlos Junio
En una conversación con Revista Cabal, el diputado nacional Juan Carlos Junio explicó las razones por las cuales él y el diputado Carlos Heller, ambos en nombre del Partido Solidario, presentaron un proyecto en la legislatura tendiente a garantizar la soberanía sobre el litio, un mineral no renovable y de indiscutible importancia en el desarrollo de las actuales industrias.
Es bastante raro que un ciudadano no haya oído alguna vez un comentario sobre la relevancia del litio en la economía mundial de estos días. Eso debido a las múltiples aplicaciones que ese mineral tiene en distintas industrias (de telecomunicaciones, aeronáutica, naval, farmacéutica, nuclear, etc.) que producen para la sociedad contemporánea. No es tan difícil, en cambio, que se desconozca, salvo entre quienes siguen con cierta curiosidad o preocupación el tema, que los tres países que poseen la mayor concentración de litio en el globo son Bolivia, Chile y Argentina, que se calcula es alrededor del 80 por ciento de las existencias universales. El descubrimiento de nuevos yacimientos en Afganistán podría, una vez evaluado el volumen de sus reservas, hacer variar esa proporción, pero sin disminuir por eso la gravitación que el “triángulo del litio”, de ese modo es denominado el territorio de los tres países sudamericanos que albergan el mineral, tiene en las reservas detectadas hasta la actualidad.
Ese triángulo está formado por tres salares: el de Uyni, en Bolivia; el de Atacama en Chile y el de la Puna en Argentina. En nuestro país, esos yacimientos se llaman Salinas Grandes en Jujuy y Salta y Salar del Hombre Muerto en Catamarca. De las tres naciones sudamericanas, Bolivia es la que posee mayor cantidad de litio, pero Argentina ofrece el de mayor calidad. Hace pocas semanas tomó estado público la presentación de un proyecto de ley presentado por los diputados del Partido Solidario, Carlos Heller y Juan Carlos Junio, dirigido a garantizar la soberanía sobre este recurso, que no es renovable, y su utilización para el desarrollo científico, social y económico de todos los argentinos. La trascendencia del asunto impulsó a Revista Cabal a solicitar una entrevista al diputado Junio a fin de hablar sobre el contenido de la iniciativa. Lo que sigue es una síntesis de esa conversación.
Junio, en la iniciativa ustedes definen a ese mineral como estratégico. ¿Por qué?
Bueno, se trata de un mineral no renovable y de gran importancia en la actualidad por la diversidad de aplicaciones que tiene en el campo de la ciencia y la tecnología. Y queremos que su explotación redunde en beneficio del país y sus habitantes. El litio es el metal más liviano y el elemento sólido menos denso. Cuenta con propiedades físicas especiales en la conducción del calor y la electricidad, que lo convierten en un elemento clave para varias aplicaciones químicas y tecnológicas. En los últimos años ha ganado cada vez más importancia dado su alto potencial electroquímico y su poder de almacenar energía eléctrica. Y es, por eso, un componente valioso en las baterías recargables de alta densidad energética.
¿En qué baterías se usa por ejemplo?
En las baterías no recargables o primarias. Y en las baterías recargables o secundarias del tipo Li-ion, que se utilizan en artículos electrónicos móviles tales como las laptops, celulares, tablets, etc., y en vehículos eléctricos. Se espera que en los próximos años el mayor crecimiento de consumo provenga de ese sector. Pero tiene otra infinidad de usos: en las grasas lubricantes, en la electrolisis del aluminio, en aplicaciones médicas para tratamientos de trastornos mentales, en los aires acondicionados, polímeros, cauchos y termoplásticos. La extensión de sus utilizaciones es muy vasta, lo que por sí solo habla de su valor. Todo lo cual indica que es un mineral de presente y de futuro. Si uno piensa en el desarrollo tecnológico que sobrevendrá en un corto plazo, tal vez uno o dos lustros, no puede prescindir de reparar en el litio.
¿Compararía la relevancia que tendrá la posesión del litio con la que tiene hoy el petróleo?
Yo no sé si se repetirá ese fenómeno. Es difícil que las personas de fines del siglo XIX y principios del XX pudieran imaginar lo que llegaría a ser el petróleo cincuenta u ochenta años después o que el mundo se volvería tan dependiente de ese combustible, generando que se desatasen incluso guerras para lograr su posesión. Por eso no me atrevo a asimilar ambos fenómenos. Quiero decir que lo que nosotros estamos tratando de hacer con este proyecto de ley es legislar para el futuro y no solo para el presente, en el cual ese mineral es ya una realidad.
¿Qué opina acerca de que Bolivia, Chile y Argentina tengan la mayor parte de las reservas mundiales de litio?
Es un hecho extraordinario, sobre todo tratándose de países hermanos y fronterizos. Eso abre una posibilidad: que los tres países controlen la oferta mundial, algo que no ocurrió casi nunca. Y para lograr eso, creemos que la explotación del litio en la Argentina debe de ser estatal. En Bolivia lo es, incluso en Chile que, por una disposición constitucional de 1983, establece que el mineral no puede ser explotado por empresas privadas. Eso tuvo un período de inobservancia durante la gestión del ex presidente Sebastián Piñera, que permitió la explotación privada. En nuestro caso, y por tratarse de un recurso estratégico, el proyecto de ley propone la creación de una sociedad estatal que se haga cargo de la explotación del litio.
¿La explotación del litio no puede perjudicar el medio ambiente?
Los combustibles fósiles tienen dos problemas: por un lado son finitos, no se renuevan, y por el otro, perjudican al planeta. Este mineral tiene en relación a ellos una ventaja. Como están en los salares, en la superficie de la tierra, prácticamente no requiere la rotura de la roca para su extracción y el obtenerlo es más económico. Y aunque se usan químicos en la etapa de su explotación provoca impactos al medio ambiente menores. De todos modos, nuestro proyecto contempla ampliamente la protección del ecosistema, para lo cual incorpora en la toma de decisiones de lo que sería la empresa estatal (una suerte de YPF del litio) a representantes de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación y de los pueblos originarios, a fin de que la intensidad de la explotación esté relacionada con las necesidades locales y con un sistema más restrictivo que permita tener en cuenta el impacto ambiental y social. Al respecto hay que recordar que la ley prevé la formación de la Comisión Nacional de Explotación del Litio cuyo directorio incluye a las universidades nacionales de las provincias donde hay litio, al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, al Conicet, a la Secretaría de Medio Ambiente, a los pueblos originarios y a las comunidades locales. Tenemos muy en cuenta el problema de la protección porque sabemos, como lo ha dicho el Papa y Fidel Castro, dos hombres de corrientes filosóficas muy distintas, que es vital para la preservación del planeta.
¿Actualmente en manos de quien está esa explotación?
Hoy la explotación depende de las provincias y de las secretarías o direcciones provinciales de medio ambiente, que tienen el poder de policía sobre los yacimientos. Esto es el resultado de la reforma de la Constitución en 1994, que entregó a las provincias el control de esas riquezas. En la actualidad la explotación se hace mediante concesiones al capital privado. Esos convenios les ofrecen a las provincias ingresos que, en realidad, son mucho menores que los que recibirían de parte de una empresa del Estado. Mi opinión es que las provincias negocian hoy con las corporaciones multinacionales desde una posición de debilidad, cosa que no ocurriría si negociaran como parte del Estado nacional. Esto no significa que no se pueda operar con grupos privados, pero al hacerlo en representación de la Nación se haría bajo una posición más fuerte. Como ocurre hoy con YPF. Desde luego, aplicado este concepto federal de explotación, las provincias del lugar donde están los yacimientos tendrían también una participación importante. Un nuevo modelo de explotación posibilitaría que lo central de las riquezas minera quedara para la Argentina, para el Estado nacional, y contribuyera para inversiones en la propia rama y para otras inversiones, porque en la actualidad las grandes ganancias procedentes de la explotación minera fluyen hoy hacia las casas matrices ubicadas en sedes ultramarinas.
Por otra parte, se exporta esos minerales con casi ninguna elaboración.
Ese es el otro gran problema de la minería y de otros recursos primarios. Nosotros tenemos que salir de ser un país generador solo de productos primarios. La presidenta insistió mucho en ello. Continuar en esa posición no hace más que reforzar la dependencia eterna frente a los poderes económicos mundiales. Eso es lo que nos debemos aún de la inconclusa etapa independentista. Y la minería es uno de los sectores donde estamos más atrasados. Tradicionalmente, la Argentina no fue un país dedicado con fuerza a la explotación minera, pero en los últimos treinta años creció mucho en ese sector. En la explotación de oro y plata, y dejando ya aparte el área petrolera. Pero existe en ese campo una rémora diría casi colonial, que es el Código Minero del menemismo, que deja en una situación de desventaja e indefensión al país y permite que todas las riquezas se las lleven las grandes corporaciones.
¿Ustedes que piensan de las inversiones extranjeras?
Nosotros creemos que deben venir inversiones extranjeras al país. Estamos de acuerdo con las inversiones rusas y chinas en grandes obras de infraestructura. Pero también creemos que la ley de inversiones extranjeras que rige en el país, igual que la ley de entidades financieras, que procede de la época de la dictadura, están políticamente perimidas. Y que debemos tener una nueva ley de inversiones extranjeras, que fomente esas inversiones pero que al mismo tiempo defienda nuestra soberanía y nuestros intereses económicos. Y por eso proponemos en este tema de la minería un gran debate a los efectos de modificar el actual esquema de explotación. Sabemos que es un proyecto difícil porque hay grandes intereses internacionales y locales que se oponen a sus propósitos, pero confiamos en que el debate se instale en la sociedad y, mediante la comprensión y entendimiento de su necesidad, pueda avanzarse en su concreción.