Entrevista con Guillermo Wierzba
Director del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (CEFI-DAR) e integrante activo de Carta Abierta, Guillermo Wierzba es uno de los estudiosos más competentes de la problemática económica del país. Revista Cabal acudió a él para tratar de desentrañar algunos de los hechos que se produjeron en ese campo durante los primeros meses del año. El resultado de esa charla es esta nota donde el entrevistado hace un amplio paneo de los factores que operaron para provocar ciertas turbulencias que hoy parecen haber entrado en cauce y estabilizarse.
¿Qué factores incidieron para que se produjera la devaluación que hubo durante el reciente verano?
En toda esta década hubo en Argentina y América Latina un proceso de crecimiento económico destacado. Más en nuestro país, que fue el que más creció. Siempre las tasas de expansión de las economías como las nuestras, pero en particular luego de la etapa neoliberal que tanta regresividad produjo en sus estructuras productivas, producen un incremento intenso de las importaciones. La Argentina soportó bien esa situación, inclusive más que los otros países de la región. Si se toman los resultados de la balanza comercial, nuestra nación es la que tuvo, frente a ese crecimiento de las importaciones, una mayor resistencia al deterioro de su balanza comercial. Pero, claro, salir de una recesión tan profunda como la que hubo en período neoliberal, y crecer como se creció, llevó a que la balanza comercial se fuera achicando ante el crecimiento de las importaciones. De todos modos, no había ningún síntoma en términos de la solvencia del país que justificara una presión cambiara como la que se produjo.
¿Qué pasó entonces?
Argentina reestructuró su deuda externa, le pagó al Fondo Monetario Internacional y aplicó políticas económicas autónomas. En ese marco, es posible ver que durante todo el período kirchnerista, en especial a partir de 2007, hubo diversos episodios que se relacionaron con la fuga de capitales. De modo que hubo episodios de turbulencia en la cuenta de capitales, pero no en la cuenta corriente de la balanza de pagos, no en una cuestión estructural de la economía. Se podría alegar que el tipo de cambio fue experimentando una apreciación en el período previo. Sin embargo, comparada con la de otros países latinoamericanos fue menor. Y otro factor importante: cuando se mira la estructura de las ventas de productos argentinos al exterior se percibe que no hubo reprimarización exportadora en términos estructurales, que es el fenómeno que produjo el crecimiento de la demanda asiática en un conjunto de países. Como resultado de esa demanda, los commodities primarios han venido ocupando un mayor espacio en las exportaciones de muchos países regionales. En la Argentina no. Este es otro dato que demuestra la solvencia de la economía real y, como dije, la poca justificación de la presión cambiaria del verano que condujo a la devaluación.
¿Y la fuga de capitales?
Es un fenómeno que sufrió toda América Latina. El problema que tuvo la Argentina deriva del hecho de que ningún esfuerzo por lograr una mayor autonomía financiera es gratuito. Tiene su costo. La tasa de crédito para el país era muy alta en el mercado internacional. La actitud de los fondos buitres creó también turbulencias, en particular porque generó la idea de que no sería posible refinanciar aspectos de la actual deuda argentina, asunto que el avance de las conversaciones con el Club de París disipa. Por lo tanto, el país tuvo que recurrir, todos los años, a las reservas para enfrentar el pago autónomo de la deuda, que fue una excelente medida tomada en su momento, porque el país tiene ese derecho a proceder así, a disponer de sus reservas. Y eso contrajo el nivel de éstas.
Respecto a los capitales, ¿no se podrían haber tomado mayores medidas para impedir su fuga?
En ese tema hay opiniones, que comparto, acerca de que se podría haber actuado con más radicalidad en términos de estructurar un control o discutir cuáles eran los métodos más eficientes para llevarlo a cabo. No me refiero solo al control de cambios, sino de capitales para evitar su fuga. Pero también hay que entender que se opera en el contexto de un determinado funcionamiento de la economía mundial, donde hay muchos factores que facilitan la fuga de capitales, como la existencia de paraísos fiscales o de países con legislaciones impositivas más permisivas y otras facilidades. Y así se llega a principios de este año en el que se percibe un nivel de reservas menor al que se venía teniendo. Y ese síntoma, esa situación fue la que, en mi opinión, alertó a los sectores que tradicionalmente quieren devaluar para implementar su maniobra.
¿Cómo es eso?
Es decir que, no obstante la existencia de todos los datos de solvencia que mostraba la economía real, la fortaleza estructural en el comercio exterior y todos esos factores positivos que hemos descrito, desde el punto de vista de la liquidez del corto plazo, el grupo de empresas concentradas que exportan el principal producto que provee divisas leyó en esa situación la posibilidad de efectuar una maniobra de presión sobre el mercado de cambios para obtener una mayor rentabilidad, vía la devaluación, en el momento de liquidar la cosecha. Esto fue la turbulencia del verano, que tuvo que ver con el nivel de reservas. Un nivel al que se llegó como resultado del dispositivo de autonomía que desarrolló el país y que generó de parte de las finanzas internacionales una reacción tendiente a dificultarle el acceso a los mercados mundiales de crédito, donde podía hacer alguna refinanciación o negociación dirigida a lograr una mayor holgura financiera. Eso para castigar a este proyecto en el deseo de que se frustre y se pueda regresar al anterior modelo de sometimiento neoliberal.
Sin embargo, el nivel de reservas, a pesar de haber bajado, no era tan reducido.
Es que Argentina no carecía de reservas, el problema es la lectura que hicieron los operadores de granos, que vieron que, con ese nivel de reservas, era posible perpetrar una maniobra. En otros momentos, sobre todo preelectorales, también hubo intentos de provocar algo parecido. Pero no había un nivel de exigüidad en las reservas que permitiera deducir que la Argentina estaba al borde de no poder pagar. Para nada. Lo que sí se necesitaba, habida cuenta de que el gobierno lo requiere para seguir creciendo e impulsado su actual proyecto, es que se liquidaran las divisas que proceden del comercio exterior. Y sobre ese punto, y gracias a la posibilidad de jugar con los plazos de liquidación, actuó la colusión de las exportadoras de granos y las agroindustriales (las que venden harinas, aceites, etc.), que en un muy alto grado de concentración (son nueve empresas) controlan la mitad de las ventas argentinas al exterior. Todo lo cual provocó una presión en términos de no liquidación de divisas que generó los episodios que conocemos.
¿De algún modo, la banca no fue ajena a esa operación?
Claro, después se comprobó que algunos sectores de la banca actuaron también en esto. Al reparar en las medidas tomadas por el Banco Central para regular el nivel de tenencia de divisas por parte de la banca, descubrimos también que se había producido una retención de dólares que jugó un papel importante en esa situación. Por eso, analizar o hacer un diagnóstico preciso del momento que se vivió exige no prescindir de la actitud de los actores que protagonizaron esa situación. Sino sería difícil explicar qué razones hubo para llegar a lo que se llegó. Lo normal es que las divisas se liquiden. Y en este caso no se liquidaron porque hubo sectores que jugaron con la posibilidad de especular contra las reservas en la Argentina y, así, torpedear la marcha de un proyecto nacional y popular en desarrollo que no soportan, basado en un criterio más justo de acumulación y distribución de las rentas.
¿Todo eso llevó a la devaluación?
Esa situación produjo un forzamiento que derivó en la devaluación. Y a partir de allí creo que la gestión económica tuvo una decisión acertada y actuó con espíritu militante en el sentido de establecer una política de precios cuidados que impidiera una explosión o profundización irrefrenable del proceso inflacionario. Y que no solo ha tenido impacto en el precio de los productos, de morigerar el impacto devaluatorio, sino que dio origen a otras políticas que se han implementado, como el seguimiento de los costos por parte de la Secretaría de Comercio, una idea de generar más Estado en términos de poder verificar cómo se trasladan los precios dentro de la cadena productiva. Y, además, dar impulso a la conciencia popular en el tema del control de precios. Eso tuvo una dimensión importante en relación a cómo se vivieron los acontecimientos posteriores.
¿Esas medidas no produjeron una cierta estabilización de la situación?
Efectivamente, la situación quedó estabilizada. Por varias razones: una es la que se vincula con la movilización a favor del control de precios. Otra es que viene bien la cosecha gruesa y van a tener que liquidar porque la capacidad de almacenamiento, aún con la tecnología del Silo Bolsa, no es inagotable y ya tienen una cosecha allí guardada. En una cantidad de meses la situación el sector externo mejorará y habrá más liquidación de divisas, más allá de los dos mil millones de dólares que acordaron liquidar tras la devaluación, que ya comenzó a concretarse. Eso dará mayor poder de maniobra al gobierno.
¿No hubo otras medidas que el gobierno tomó para acompañar las que se señalan?
Sí, hubo una suba de la tasa de interés, que alentó el desarrollo de las colocaciones en pesos, como parte de una lógica diseñada para disminuir la demanda de dólares. Se ordenó también la política de control cambiario, la venta de dólares para atesoramiento, si bien permanece funciona de modo más ordenado, más previsible, cada cual sabe qué tiene que hacer si quiere comprar dólares. Todas estas políticas contribuyeron a crear estabilidad. Siempre está la discusión sobre cuánto es el efecto que las tasas pueden llegar a tener en relación al nivel de actividad económica y también la devaluación. Porque la devaluación siempre afecta el nivel de actividad y de precios. Esta es una afirmación cualitativa. Después están los términos cuantitativos, si realmente ha habido un esfuerzo para que el impacto sea en materia de precios el menor posible. Y ha habido medidas en ese sentido a través de los precios cuidados.
¿Qué hubiera pasado de emplearse una variante ortodoxa?
Primero, se hubiera llevado al dólar al valor del paralelo. Cosa que no ocurrió. El gobierno tuvo fortaleza para no hacer eso. Segundo: hubiera sido acompañado por una política de restricción fiscal y de reducción del gasto. Ese camino nos hubiera sumergido en una recesión profunda, en una baja del nivel de actividad. Para evitar ese efecto, el gobierno adoptó medidas compensatorias. Articuló en primer término el plan Progresar y se anunció una política de redistribución de subsidios, que se hará en forma progresiva y lenta para no dañar el nivel de actividad. Esa redistribución está pensada tanto para la inversión (una parte de los fondos se le transfieren a las distribuidoras de gas para que lleven adelante un plan de obras) como para activar el proceso de consumo de los sectores de menores recursos (otra parte se reasignan al Plan Progresar y a la Asignación Universal por Hijo).
Algunos sectores de la derecha económica dicen que las medidas de gobierno son parte de un ajuste ortodoxo. ¿Qué dice de eso?
Es totalmente falso. Por un lado dicen eso y por otro lado, contradiciéndose, reclaman una baja del gasto público. Ellos son los que piden un ajuste ortodoxo, sin confesarlo porque saben que esa palabra, “ortodoxo”, tiene hoy muy mala fama. Ahora, ¿qué se puede sacar como balance de toda esta situación? Es evidente que los pasos que se dan tienen que ver con la correlación de las fuerzas políticas y algunas cosas se pueden hacer y otras no. Esto es claro. Lo que también está claro es que si el gobierno en su política pública hubiera tenido un mayor manejo de sus exportaciones agrarias e industriales habría podido manejar mejor la situación.
¿Usted se refiere a la reconstitución de un organismo como la Junta Nacional de Granos?
Lo que sea. Una agencia federal, una empresa o instituto que puede ser estatal o estatal-cooperativo con las cooperativas agropecuarias, un ámbito de regulación de todo el comercio exterior, porque no nos olvidemos que el problema no sólo estuvo en las exportaciones. También es cierto que en el momento en que los exportadores no liquidaban y empezaba a generarse expectativas de una devaluación, también hubo pedidos de adelanto –o directamente adelantos- de importaciones por parte de los industriales. Tenemos en la Argentina procesos estructurales que vienen de largo tiempo y no solo aquí, en todo el mundo. Las trasnacionales realizan sobrefacturación de importaciones sobre la base de los precios de transferencia que tienen las casas matrices con respecto a las filiales. Todo esto es un tema que más regulado hubiera permitido un mejor manejo. Y no hay duda que estas regulaciones deben promoverse.
¿Aunque vaya a contramano de lo que se está haciendo en los países centrales?
Cuando se leen los documentos del G-20 se percibe que, desde que empezó la crisis, el el actual momento el de mayor retorno de las ideas más crudas de la prédica neoliberal está a la orden del día. Pero es también evidente que para poder construir un proceso autónomo, siempre difícil, hay que pensar en estas cuestiones, tal vez no para imponerlas de la noche a la mañana, pero sí para sacar conclusiones en relación a que si se hubiera tenido esto la situación hubiera sido otra. O sea como una idea sobre los caminos necesarios de recorrer en el futuro. Lo mismo se podría decir respecto del proceso de integración económica en la región. Se ha avanzado mucho en lo político, pero falta avanzar mucho en el otro plano.
¿Cómo sintetizaría la situación en la que estamos ahora?
Se ha logrado estabilizar la situación, se han instalado una cantidad de discusiones, se ha visibilizado quiénes son los actores en esta crisis. Esta visibilización es importante. La economía está llena de actores y es fundamental que se haya podido transparentar cómo actuó cada uno en las circunstancias mencionadas y qué factores dominan la economía: precios, grados de concentración, qué cantidad de oferentes hay (que suelen ser muy pocos por cada uno de los productos), cómo están concentrados los insumos difundidos en la economía argentina, o sea los materiales con los cuales se envasan los alimentos. En la política de precios cuidados, la idea es que no solamente se revisa el precio final del supermercado, sino que cuando el precio es modificado el supermercadista tiene que fundamentar por qué lo hizo. Y, si a veces es el insumo el que se modificó, se va para atrás en la cadena. Se ha empezado un seguimiento del proceso de rentabilidad de la economía que, para una situación mundial que impulsa la libertad de mercado y la no ingerencia estatal, es una actitud muy loable.
¿Tal vez éste sea un momento de especial dificultad en las condiciones vigentes en el mercado mundial para avanzar en esta política de transformación?
Es probable que éste sea el momento en que se encontró, en ese ámbito mundial, un límite más marcado, un costo mayor para la política de transformación. Pero los avances políticos hay que hacerlos. Y ante las dificultades hay que aguzar la imaginación y seguir dando pelea. Los resultados de la pelea no están nunca asegurados, porque las cosas van y vienen, y se pueden sufrir derrotas o retrocesos, pero eso no implica que no se deba recorrer el camino que se eligió. Si de lo que se trata es de asegurar todo, la recomendación sería de carácter menemista: “Hagamos lo que hacen todos para que nos traten bien”. Y entonces cesa la autonomía y desaparecen todos los actores o sujetos para dejar lugar a uno solo: que es el actor que domina en el mundo global las estructuras de las finanzas y la producción.
Carta Abierta convocó hace poco a un foro en FOETRA con distintas personalidades y organizaciones. ¿Qué se trató allí?
Si allí se debatió sobre la necesidad de crear mecanismos o institutos que garantizaran la mayor participación estatal en el comercio exterior. Porque la verdad, la divisa es hoy un recurso estratégico en la Argentina. Entonces no se puede concebir como un recurso de los particulares, la divisa es una herramienta necesaria para la soberanía nacional, más que cualquier otra cosa. Porque es la que nos permite el acceso a los bienes e inversiones indispensables para el desarrollo. Y la mejorar manera de garantizar la soberanía sobre las divisas es una intervención del Estado muy activa sobre el comercio exterior. Se debería evitar que los lobbies privados especularan sobre el mercado de cambios y sobre las reservas, apoyándose en el hecho de ser los únicos que disponen de las divisas conseguidas en base a las tierras fértiles argentinas que tienen una renta diferencial impresionante.
Ya el último texto publicado de Carta Abierta hablaba de movilizar fuerzas en ese sentido y este foro, sin duda, fue consecuencia de ese espíritu. De instalar un debate como el que se estableció con la ley de medios.
Es que la correlación de fuerzas no se construye solo con las fuerzas que operan en el mercado, se construye con la ciudadanía y con el pueblo. Porque sino en vez de estar en una democracia funcionaríamos dentro de una formalidad democrática-republicana liberal sin participación de ningún tipo, que es la que propala que el mercado es preexistente y que a la ciudadanía le toca actuar solo en los agujeritos que él deja. Esa es una ficción, la verdadera democracia implica que las lógicas fundamentales del largo plazo estén definidas por la ciudadanía y el pueblo. La existencia del mercado y su regulación depende de lo que quieran las autoridades elegidas por el pueblo. No al revés.
A.C.