Entrevista a Carlos Raimundi
En medio de las intensas sesiones del Parlamento a fin de año, el diputado de Nuevo Encuentro, Carlos Raimundi, encontró un lugar en su agenda para conversar con Revista Cabal sobre distintos aspectos de la realidad política y económica del país y en especial sobre los desafíos que se le presentarán al gobierno y la sociedad en su totalidad en el año que se inicia. Con claridad y mucha franqueza, el dirigente expresó su confianza en el proyecto nacional y popular encarnado por el kirchnerismo, pero señaló al mismo tiempo qué cosas habrá que hacer para fortalecerlo.
El inicio de un nuevo año convoca naturalmente a los balances y a un análisis de las perspectivas que se dibujan en el horizonte político, económico e institucional del país. Luego de las elecciones de octubre, y con la reincorporación de la presidenta a sus tareas habituales, una vez recuperada de la operación a la que fuera sometida, el gobierno ha tomado algunas medidas, entre ellas el cambio de algunas figuras claves en su gabinete, que anuncian el desarrollo de un panorama dinámico para el 2014. Para conversar sobre esos temas, la Revista Cabal entrevistó al diputado nacional por Nuevo Encuentro, Carlos Raimundi, quien recibió a uno de sus periodistas en su oficina del Congreso, en el edificio de Ríobamba y Rivadavia.
Raimundi, que es además abogado y docente universitario, ha cumplido ya el segundo año de su mandato como legislador nacional de Buenos Aires para el período 2011-2015, un cargo que ya ejerció antes en tres oportunidades, siendo elegido por primera vez cuando tenía 31 años. Actualmente tiene 56. Franco, sencillo, pero de opiniones de una gran claridad, el diputado charló con la publicación durante un rato libre que le dejaron las sesiones por la reforma a los Códigos Civil y Comercial.
¿Cómo ve los recientes cambios dentro del equipo de gobierno?
Me parece que van en la dirección de profundizar el rumbo de este proceso. Sobre todo lo prueba la elección como ministro de Economía de Axel Kicillof, una persona con rasgos de formación muy imbuidos por los planteos igualitaristas, algunos de los cuales tienen su raíz analítica en el marxismo. Y no titubeo en decirlo, porque eso no significa, como dijo recientemente un opositor, que ser un marxista en el siglo XXI es un anacronismo. Lo que es un anacronismo es pensar así, tener una opinión de esa naturaleza. Yo rescato las fuentes de análisis del marxismo y del neomarxismo, tanto en términos políticos como económicos, porque están inspiradas en el conocimiento de la lógica de acumulación salvaje del capitalismo, esa lógica que ha llevado al mundo a un nivel de concentración de la riqueza estrepitoso, que ya no solo cobra víctimas en los países de la periferia sino que empieza a cobrárselas también en los países del propio centro del poder mundial, tales como Europa o los Estados Unidos, si uno se fija en las crecientes franjas de pobreza que existen en su población. Y eso nos lleva a desempolvar mucha literatura que figura en los anales del marxismo y a combinar esa lectura con las técnicas keynesianas y neokeynesianas, donde el Estado juega un papel muy relevante.
Por otra parte, Axel Kicillof no es un hombre que recién llega ni un improvisado.
Por supuesto. Kicillof ha dado pruebas de trabajar en dos pilares fundamentales de este proceso: el autoabastecimiento energético y la sustitución de importaciones. ¿Por qué? Porque la Argentina, si bien ha evolucionado mucho en estos años, se ha recuperado enormemente en la última década, sigue teniendo una matriz productiva extranjerizada y concentrada, y esto hace que por cada punto de crecimiento industrial propio necesitemos una porción importante de importación de insumos y bienes capitales. Y hace además que necesitemos importar energía por la devastación que sufrió nuestro sistema energético con la privatización de YPF y el gas durante el menemismo. Todo eso llevó a que la nación malgastara y derrochara su energía sin explorar fuentes sustitutas. Hoy, las importaciones de energía y de bienes de capital son las que generan la mayor salida de divisas al país. Que son a su vez problemas causados por un elemento virtuoso de nuestra economía que es el crecimiento industrial. Y Axel Kicillof con la recuperación de YPF y la política de sustitución de importaciones ha dado pruebas de ser un muy celoso guardián de los intereses nacionales y de las divisas argentinas en ese sentido. Por lo tanto veo estos cambios como una señal muy importante de la voluntad de profundizar el modelo y de respuesta a aquellos que creen que con las presiones de los grupos de poder van a lograr torcer el rumbo del gobierno. Grupos a los cuales Cristina les responde con mayor firmeza todavía.
No se produjo además el retiro de Cristina que muchos vaticinaban, o más bien, expresaban como deseo.
Al contrario, Cristina les dio un mensaje contundente a quienes sin ningún escrúpulo hablaban de su retiro. Por otra parte, el gobierno funcionó bien durante su ausencia. Este último tramo demuestra la existencia de un liderazgo, que está intacto, pero que al mismo tiempo se nutre de una cantidad de dirigentes y funcionarios tan comprometidos con el proyecto que lo han hecho funcionar perfectamente, aún ante la dificultad de salud que sufrió el liderazgo. Entonces, esa combinación entre liderazgo necesario y un sistema que puede funcionar cuando el liderazgo tiene una dificultad, es una prueba de que el país funciona con absoluta normalidad institucional.
¿Cómo ve la perspectiva legislativa a partir de la nueva conformación del Parlamento?
Los resultados de las recientes elecciones no han modificado lo central del escenario político. Aquí hay un polo de generación de política que es gobierno nacional y que ocupa el centro del escenario. Y no ha aparecido, como resultado de las elecciones, ningún actor que releve al gobierno de esa centralidad. Por lo tanto no se ha modificado la situación. Ha conmovido mucho más el panorama político el fallo de la Corte Suprema, declarando la constitucionalidad de la ley de medios, que las elecciones, porque ese fallo impactó sobre la estructura de poder. En cambio, las elecciones no modificaron el sistema de pesos y contrapesos políticos en la Argentina. De modo que vislumbro una acción muy potente del kirchnerismo ante la adversidad electoral con una gran agenda parlamentaria como no parlamentaria, o sea una gran agenda política. Al mantener el oficialismo la mayoría, el Parlamento sigue a la conducción política. Hay un liderazgo del proceso político que marca los objetivos y el Parlamento refuerza ese rumbo, que va a estar impregnado de los mismos valores, tal vez con más intensidad, de igualdad, refuerzo del poder de compra de los argentinos, ensanchamiento del mercado interno, recuperación del Estado, unidad latinoamericana, ampliación de derechos.
¿Quiere decir que habría obstáculos para formar mayorías?
A nivel institucional no habría esas dificultades, no se volvería a la etapa en que predominó en el parlamento el Grupo A, que trababa todas las iniciativas (2010-2011). Aparentemente no. Desde luego que las asechanzas, que son muy conocidas, no cejarán. Son nada menos que la de los fondos buitres que surgen desde el centro mismo del capitalismo financiero internacional, donde está ubicada la sede de la Corte de Nueva York. Y están las asechanzas aquí dentro de los monopolios mediáticos y los grupos devaluadores que siguen presionando. De manera que los enemigos son muy fuertes y van a seguir ejerciendo presiones interminables. Ahora, creo que, frente a este volumen de amenaza, se necesita una recuperación de mayorías no solo electorales, sino de las amplias mayorías que permiten una construcción política, que desde luego tiene que contemplar a los sectores que le dan un apoyo inconmovible al gobierno, pero al mismo tiempo debe disputar otros sectores de la sociedad de tal manera de poder recuperar esa mayoría tanto electoral como de bloque social para poder llevar adelante desafíos tan importantes como los que se tienen.
¿Eso qué requeriría básicamente?
Un gran esfuerzo de construcción política en unidad de concepción. La unidad de concepción y de liderazgo no significa ni pasividad ni obsecuencia. Hay una enseñanza histórica de construcción política del general Perón que hablaba de la construcción social de la política, de que la política no debería tener otros límites que los que las propias condiciones de la sociedad les imponen. Entonces, nuestra tarea, además de acompañar y reforzar el liderazgo, es mantener y ampliar esas condiciones que la sociedad necesita para que la política se profundice. Si nosotros no nos moviéramos y nos quedáramos impávidos esperando nada más que las iniciativas de la presidenta, estrecharíamos los márgenes, porque del otro lado el enemigo presiona. Entonces, tenemos que ampliar esa agenda social para darle más margen a que la presidenta tenga mejores alternativas para profundizar este proyecto.
Hay sectores que son potencialmente aliados y no funcionan como tal.
Hace pocos días participé de un encuentro de debate político donde alguien decía que apareció una opción a la izquierda, que ha obtenido cuatro diputados con el Frente de Izquierda, y al mismo tiempo hay demandas de los sectores medios de la sociedad que fuimos perdiendo en esta última elección. Yo pensaba que hay algunos elementos de la política, como por ejemplo, la recuperación de los ferrocarriles, que es una demanda que alcanza tanto a sectores de izquierda como a sectores medios. El hecho de trabajar sobre las policías federal y provinciales para erradicar definitivamente esa percepción y certeza que muchos tenemos de que hay nichos policiales que están comprometidos con el delito, no es una demanda exclusivamente de la izquierda ni de los sectores medios, es una demanda que atraviesa a toda la sociedad. La profundización del proceso de industrialización del país lo mismo. Por eso, pienso que hay posibilidades de no ser solamente una minoría intensa que fija grandes objetivos, sino de lograr, a partir de esa minoría intensa de grandes objetivos estratégicos, el apoyo de una vasta mayoría electoral y social.
Hay un tema que preocupa a muchos: el retraso en el proceso de integración en América del Sur. ¿Cómo ve ese problema?
Y sí, ese retraso existe. Pensemos un poco, antes de hablar de América Latina como se fue desarrollando la situación internacional en las últimas décadas. Una vez caído el Muro de Berlín se pensó que al ser derrotado el socialismo real el mundo marcharía hacia la unipolaridad, una realidad que estaría regida por los patrones ordenadores de la superpotencia victoriosa: economía de mercado y democracia liberal. Pero resulta que el socialismo real no fue derrotado por el capitalismo de Adam Smith y David Ricardo, sino que fue derrotado por el capitalismo también real. Y sorteado el conflicto Este-Oeste, que de alguna manera soslayaba otros tipos de conflictos en la humanidad, aparecieron, en ese capitalismo real, conflictos tal vez más profundos, como los del subdesarrollo, la pobreza, la desigualdad. Y eso fue desgastando a la potencia victoriosa, que, a pesar de haber tenido la suma del poder, el control sobre los organismos económicos y políticos, no pudo imponerse. No pudo imponer a sangre y fuego sus principios, la lógica dominante del capitalismo que es la de la acumulación sin miramientos, desmesurada, con exclusión. A esa situación contribuyeron también la aparición de un factor muy importante en la escena internacional como es China o la persistencia de un área cultural muy fuerte, como la del mundo árabe, que se resiste a incorporar como propias las pautas culturales de Occidente. De modo que ese sueño de los Estados Unidos de un mundo unipolar fue siendo reemplazado, poco a poco, por la idea de una multipolaridad con distintos centros de poder, entre ellos el configurado por los propios Estados Unidos, pues no adscribo a la idea de la declinación rápida de esa potencia. Una multipolaridad donde surgió, como señalé, un actor como China, la recuperación de Rusia con una vocación muy grande de incidir sobre los problemas internacionales, afortunadamente porque la alianza de Rusia y China en el Consenso de Shangai impidió una masacre mayor en Siria, como habría provocado la intervención de los Estados Unidos. Pensemos también en la India que emerge como una potencia, el África olvidada, Europa en crisis. Y entre todos esos centros, aparece también América Latina, que tiene un papel que desempeñar, porque el hiperconsumo del mundo desarrollado, el consumo tanto de bienes y servicios, entre otros financieros, pero fundamentalmente de la energía, históricamente fue pagado, entre otras regiones, por América latina. Nuestro subdesarrollo fue el precio que tuvimos que pagar para el desarrollo del Primer Mundo.
Eso fue cambiando en los últimos años.
Eso culturalmente se fue modificando. Y hoy tenemos en América Latina gobiernos que tienen una posición mucha más autónoma, más firme, de mucha mayor dignidad. Y al mismo tiempo percibimos que no es posible insertarse en un mundo que está distribuido en grandes zonas de influencia desde la individualidad de cada uno de nuestros países. Por lo tanto, eso requiere una estrategia de integración. Y es lo que está tratando de hacer América latina a través de gobiernos y liderazgos populares como los que en la actualidad presiden a nuestras naciones. Desde luego eso tuvo una etapa de esplendor que fue cuando estaba Lula al frente de Brasil, Hugo Chávez al frente de Venezuela y Néstor Kirchner dejaba de ser presidente de la Argentina para ser secretario general de la UNASUR. Entonces, eso marcaba un eje integrador muy potente y es una pena que América Latina no cuente hoy ya con dos de esos tres grandes liderazgos, lo cual no va en desmedro de los liderazgos del presente, como son los de Rafael Correa, Evo Morales o una persona tan lúcida como Cristina. Pero es evidente que se acusa recibo de la ausencia de esos dos liderazgos tan fuertes, que estaban encarnados por personas tan jóvenes, activas e influyentes. Esto le permitió a los Estados Unidos alentar la Alianza del Pacífico, un nucleamiento de países bajo regímenes neoliberales que impulsa una integración pensada exclusivamente desde el punto de vista de la libertad de comercio. Ahora, la libertad de comercio para nuestros países implica la destrucción de nuestras industrias y es por eso que son dos modelos de integración distintos y nosotros seguimos adscribiendo al de la integración productiva, la integración de modelos de producción que generen mercado interno, empleo digno, y en ese sentido vamos a seguir trabajando.
En un seminario sobre integración realizado recientemente en Chile, Lula planteó la necesidad de que se apuren los trámites de ese proceso.
A mi me gustaría que Brasil jugara un papel más activo al respecto, a fin de que se pudiera consolidar a mayor velocidad las instituciones que deberían financiar este modelo regional autónomo, como el Banco del Sur, o la recuperación de una parte de nuestras reservas internacionales para que sean depositadas en bancos de la región y la propia región pueda ahorrar una cantidad de divisas. Pero, obviamente, sé de las dificultades internas que tiene gobernar un país tan complejo como Brasil.
Usted participó en las sesiones para aprobar un Código Civil y Comercial unificado. ¿Por qué cree que se le da tanta importancia a ese tema?
Es importante porque la de los códigos civil y comercial constituye una legislación, que a diferencia de otras que guardan más distancia con la vida cotidiana, tienen una relación directa con las relaciones humanas. En el caso del código civil se contemplan el matrimonio, la adopción, la patria potestad, también con las obligaciones y contratos, el derecho de propiedad, las sucesiones. Y en el área comercial lo mismo, uno se encuentra todos los días asumiendo actitudes que están reguladas por el código de comercio. Así que es una legislación que toca muy directamente la problemática de la existencia cotidiana.
Ambos códigos tienen además disposiciones muy antiguas.
Claro, el tronco del código civil data de la última mitad del siglo XlX. Desde luego que desde ese momento sufrió algunas modificaciones, pero la dinámica con la que avanza una sociedad y las relaciones humanas es mucha más rápida que la recepción en la ley. De modo que cada tanto tiempo hay que actualizar las instituciones del derecho a las nuevas modalidades y modificaciones de las relaciones humanas en materia de familia, de trabajo, etc. Lo digo como abogado: la ley tiene por objetivo ir encauzando, normando la realidad, organizando la convivencia. Ahora la convivencia humana va tomando una dinámica propia que muchas veces desborda esa normativa y entonces hay que volver a acomodar la normativa a la realidad. Es una retroalimentación permanente entre la norma y la realidad. La norma trata de encauzar la realidad hasta que ésta la desborda definitivamente, y cuando eso sucede hay que volver a pensar la ley, con el solo objetivo de organizar de nuevo la convivencia humana.
¿Se puede sancionar un código que satisfaga a todos?
Es imposible sancionar un código que satisfaga al ciento por ciento. ¿Por qué? Porque hay visiones sobre el papel del Estado muy diferentes. No es lo mismo lo que piensa un liberal que nosotros, que creemos que el Estado debe jugar un rol importante en los temas de la sociedad. Si esta discusión se hubiera dado en los años noventa hubiera estado impregnada por un clima más ligado al Consenso de Washington, al neoliberalismo. En esta década, en este siglo nuevo XXI, que ha sido una etapa muy trascendental para la Argentina y América latina, la reforma está relacionada con un papel más relevante del Estado en todas las áreas.
Alberto Catena