Entrevista a Bernardo Carey
El conocido autor teatral argentino y vicepresidente de Argentores describe en este reportaje distintos aspectos de la obra que, en colaboración con Betty Gambartes y Diego Vila, escribió para evocar la vida y los amores de Homero Manzi, el recordado poeta y autor de la letra de los tangos Malena y Sur, dos verdaderas joyas de la cultura argentina.
¿Cómo tomamos nuestras decisiones? A menudo como resultado de una maduración propia, corta o prolongada, que nos conduce a elegir en una dirección y no en otra. Pero no es extraño que, en ocasiones, un estímulo externo complete un proceso de evaluación que veníamos haciendo en lo interno, por ahí sin saberlo demasiado, y que se demoraba en producir un fruto. El dramaturgo Bernardo Carey, por comienzos de los cincuenta, estudiaba pintura en la Escuela Superior “Prilidiano Pueyrredon”, donde era compañero del gran escultor argentino Juan Carlos Distéfano. Pero dedicaba tiempo también a escribir cuentos y ficciones narrativas. Esos trabajos los pasaba entre los compañeros de clase hasta que un día el profesor de dibujo Benigno Gigli –padre de Adelaida Gigli, primera esposa de David Viñas- le incautó los escritos, al parecer porque perturbaban la clase, pero también para pedir opinión a su hija y su yerno que, según decía, tenían vara alta en la Facultad de Letras de Buenos Aires.
Cuenta Carey que a los días, Gigli apareció en la clase y lo llamó. Y sin muchas vueltas le espetó: “No dibuje más, escriba”. Y que esa recomendación fue un impulso intenso en su decisión. “Tal vez si no fuera por ese viejo ahora estaría pintando”, comenta ahora Carey. Y así elaboró un primer libro de cuentos, El frasco de dulce (1958), su novela Adiós a la izquierda (1964) y varios otros relatos y artículos publicados en distintas antologías. La decisión de escribir teatro, sin embargo, debería esperar unos años más. Pero cuando largó ya no paró más y la narrativa quedó atrás. Hoy tiene una producción de casi veinticinco obras teatrales, entre las cuales podríamos mencionar El sillico del alivio, la primera que escribió en 1969; Cosméticos, la primera que estrenó en 1979; Florita, la niña perseguida, Hormiga Negra, Don Miseria y Margarita, El hombre de yelo, Los dos ladrones, Discepolín y yo, Titulares, la voz del pueblo y este año Manzi, la vida en orsai, en colaboración con Betty Gambartes igual que la pieza dedicada al autor de Cambalache.
Manzi, la vida en orsai, interpretada por Jorge Suárez, Julia Calvo y Néstor Caniglia (los tres excelentes), es un musical muy atractivo que viene teniendo, desde comienzos de mayo pasado, fecha en que se estrenó, un sostenido éxito de público. Cuenta distintas vicisitudes en la vida de ese gran poeta porteño que fue Homero Manzi y su relación amorosa con la cantante Nelly Omar. La dirección escénica del espectáculo es de Betty Gambartes y la musical y los arreglos de Diego Vila. El texto es de Carey con estos dos últimos. “Como había ocurrido con Discepolín y yo, Betty me convocó para escribir juntos esta obra –relata Carey-. Nos había quedado un vínculo desde que hicimos ese espectáculo, al que me llamó por sugerencia de Julio Ordano, que es un gran amigo y fue maestro mío en las clases que tomé hace muchos años en el taller de Hedy Crilla. Él me estrenó Cosméticos y otras obras. Después de Discepolín y yo, tuvimos con Betty Gambartes varios proyectos que se frustraron, por desacuerdos a veces míos, a veces de ella. Betty trabaja muy bien, es muy eficaz y tiene un gran conocimiento del canto y de la compaginación musical, igual que Diego Vilas, con quien ha colaborado mucho.”
Carey había escrito ya una pieza teatral dedicada al poeta que se llamó Homero y se estrenó en el Teatro del Pueblo en junio de 1998, con Lorenzo Quinteros y Ana María Cores. No obstante, la Gambartes no lo convocó por eso. “No, porque no conocía la obra ni había visto la puesta dirigida por Manuel Iedvabni. Hay algo sorprendente en las dos piezas, en aquel Homero que escribí y en este musical, algo en común de lo que no pudimos, o no quisimos zafar, porque nos parecía que redondeaba la idea del personaje mito, y es la agonía, la muerte del poeta. El texto que se hizo en el Teatro del Pueblo era casi un unipersonal, por más que había otro personaje, la Samaritana, que simbolizaba la piedad o quizás la huesuda. En ella se planteaba la irrebatibilidad de la muerte como destino final y absoluto. Y una especie de aceptación al mismo tiempo de ese destino. Este espectáculo es más optimista. Y ese enfoque ya estaba en la misma propuesta de Betty, que quería una historia en la que el personaje más bien enfrentara a la muerte, antes que aceptarla. Cosa que me pareció maravilloso, porque al mismo tiempo le daba a la obra un grado de vitalidad mucho mayor al que tenía mi Homero.”
“Y esa idea compaginaba muy bien con el propósito de hacer una obra que saliera un poco del círculo de los que ven teatro todos los días, de los intelectuales del teatro, de los teatraleros –explica-. El objetivo era dirigirnos a un público más inocente o al público que opta entre ver en la televisión una historia frágil y divertida y una obra de teatro que le interesa por lo que transmite el boca en boca. Y hemos tenido éxito. Para mí, a la vez, fue una propuesta atractiva, porque, si bien había intentado hacer algo parecido en Discepolín y yo, el musical no es habitual en mi repertorio.”
Acerca de si su obra anterior tuvo influencia en ésta, Carey comenta: “Betty leyó mi texto anterior, pero lo olvidó. Y me parece bien. Además, ese texto me había causado muchos problemas con Acho Manzi, el hijo de Homero, que murió en estos días. Él no estaba de acuerdo con la pieza, decía que ese personaje no era el padre. Y la verdad es que yo no había intentado que se pareciera. Acá, en cambio, sí nos acercamos al Manzi más real, al Manzi de las letras. Lo que hice en la obra anterior con las letras eran un postizo, estaban agregadas para ilustrar una situación. Acá, un gran mérito de Betty y Diego, las letras están insertadas en la acción dramática, son parte de ella. Y al volverse acción dramática las letras se valorizan y le dan una continuidad a la obra. Realmente fue un trabajo placentero, muy intenso. Y quedaron afuera muchas cosas, como ocurre siempre. Algunas letras, como sucede con el tango Malena, no las usamos porque no quisimos ser vencidos por la popularidad, cometer un acto demagógico. Y después de todo, Malena estaba allí.”
“Al hacer la obra pensaba que esos tangos los bailaba cuando tenía 17, 18, 19 años en el club del barrio donde vivía y aún vivo, Parque Patricios. Homero era también de por ahí nomás. Los bailaba, pero sin percibirlos como ahora convertidos en acción dramática. La música y el baile se imponían. En ese sentido, creo que la obra revaloriza a ese poeta un poco lorquiano que era Homero, en su imaginario, en sus poemas y acentúa su carácter de mito porteño. Además, descubrí en esta segunda versión, lo descubrimos todos, que Homero era el típico hombre de los treinta y los cuarenta, época en no había divorcio, pero había dos mujeres. Todos tenían dos mujeres. La esposa y las otras, como dice un personaje. Había una estructura ideológica permisiva, hoy la mujer si te pesca en una infidelidad te raja. Y ese factor daba lugar a una tragedia sentimental.”
La obra revaloriza también la figura de Manzi como hombre público, de ideas políticas. Como se sabe, a través de Forja, el pasó del radicalismo al peronismo y fue presidente de SADAIC. “Eran decisiones arduas –comenta Carey-. Pasar del radicalismo al peronismo le debe haber granjeado críticas de ambos lados, tanto de los ex correligionarios como los del movimiento que lo recibía. Después estaban los vaivenes de su vida conyugal y el hecho de estar en SADAIC. Todos esos compromisos deben de haberle complicado la existencia. Yo que ahora soy vicepresidente de Argentores me doy cuenta lo difícil que es estar al frente de una entidad así. O sea que tuvo que haber sido muy querido, pero también odiado. Todas esas circunstancias, que no eran las del brillo de la vida fácil, alimentaron nuestro impulso por hurgar más en su pasado, en sus vetas ocultas e ir a fondo con la historia con Nelly Omar, a fin de hallar esa dimensión más real del personaje.”
A.C.