Entrevista a Ariel Ardit

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A punto de sacar un nuevo disco, el artista con mayor convocatoria del tango defiende el género como “el más distintivo de la Argentina”.

Ardit impacta por su voz, por su carisma, por su sencillez. Pero también por sus números: 20 años de carrera y 7 discos editados como solista -con un octavo en plena producción-, además de una nutrida lista de premios, como el Konex Platino en 2015, el Carlos Cardel en 2015 y 2016 y dos nominaciones al Latin Grammy, la primera por el disco “Aníbal Troilo 100 Años” y la segunda gracias al fantástico “Gardel Sinfónico”, el trabajo que junto a la Orquesta Sinfónica de Medellín grabó en el Aeropuerto Olaya Herrera de esa ciudad para conmemorar el 24 de junio de 2015 el 80 aniversario de la muerte del más grande cantor de tangos de todos los tiempos.

¿De qué va esta vez el nuevo trabajo de Ardit? De un repertorio de tangos que el artista presentó junto a su arreglador y pianista Andrés Linetzky en una serie de shows en el Bebop Club de San Telmo, y que muy pronto volverán a ver la luz en forma de disco y DVD.

El exquisito cantor -casi siempre mencionado como el mejor de su generación- comenzó su carrera allá por 1998, presentándose en el emblemático Boliche de Roberto de Bulnes y Perón. En esa oportunidad cantó “Soledad”, de Gardel y Le Pera, que le había enseñado su madre. “Ese mismo año hizo su debut profesional acompañado por el trío de guitarristas de Norberto Pereyra (guitarrista de Ariel Ramírez y Nelly Omar) y al año siguiente ingresó a la Orquesta El Arranque, con la cual realizó una gira por Europa”, se lee en su biografía en Todotango

“Yo quería ser Gardel”, contó en cientos de entrevistas, cada vez que le preguntan por qué el tango y cómo nació ese metejón con el género. Y él suele responder lo mismo: que si bien alguna vez había escuchado al zorzal criollo fue una madrugada, en compañía de sus tíos, que su voz apareció en un casette y le llegó de forma distinta. “Yo estaba estudiando canto lírico, y apenas lo registré, me dije: ‘quiero ser eso’”. Ardit no llegó a ser Gardel -nadie lo es- pero el amor de la crítica, del público, los escenarios de aquí y del mundo, los galardones y tantos discos demuestran que esa capacidad de dar pelea y hasta cierta dosis de obstinación le permitieron aproximarse a su estilo y también, como si fuera poco, cantar cada día mejor.