Entrevista al peluquero Julio Pan

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El peluquero favorito de los futbolistas relata algunas de sus anécdotas y desmenuza el germen de su éxito. 

Marcan las tendencias que en un futuro no tan lejano muchos de los trabajos que hoy conocemos serán reemplazados por robots. Que la automatización avanza a pasos agigantados. Y que por eso mismo el grueso del empleo se concentrará en las tareas más calificadas, como las vinculadas a la innovación, la creatividad y el liderazgo. Sin embargo –dicen esas mismas tendencias- existe un cúmulo de actividades manuales que subsistirán por el hecho de no ser rutinarias, pero también porque involucran una capacidad difícilmente imitable por las máquinas: la empatía. En ese mundo automatizado los ingenieros en sistemas tendrían empleo, pero también los enfermeros, los fotógrafos… y los peluqueros.

Julio Pan sabe bien que su profesión consiste en algo más que cortar el pelo. Conocido como el peluquero favorito de los futbolistas, despliega en su diminuto local de Villa Crespo el arte de las tijeras a la vez que el del relato de anécdotas, la escucha atenta y la hospitalidad. De hecho nadie va solo a cortarse el pelo: los clientes van a conversar, a comer y a ver los partidos, no por nada el negocio (repleto hasta el techo de camisetas, banderines, gorras y cientos de souvenirs futbolísticos) suele abrir desde las 17 hasta entrada la madrugada.

De chico solía cortarle el pelo a su papá y a su abuela, aunque en realidad quería ser futbolista. Pero cuando tenía 21 años Pan hizo un curso de peluquería alentado por su entonces mujer, quien también era empleada en el rubro. Más adelante logró hacerse cierta fama porque Walter Samuel lo tomó como cábala y varios compañeros del Boca de Bianchi lo siguieron, hasta que Bilardo le pidió en 2004 que se ocupara de las cabelleras de todo el plantel de Estudiantes de la Plata. Fue el espaldarazo que faltaba.

En 2008 la policía de la provincia de Buenos Aires secuestró una camioneta Toyota que llevaba 250 kilogramos de cocaína camuflados en pulpa de membrillo. Y como los papeles del vehículo estaban a su nombre, Pan fue detenido, acusado de liderar una banda de narcotraficantes. 29 días preso estuvo, hasta que logró probar que solo le había prestado el nombre a un amigo que atravesaba un divorcio y no quería perder esa Toyota en la división de bienes. El juez lo sobreseyó y el peluquero volvió al barrio triunfal. “La policía me llevó una mañana estando en la peluquería, buscaban droga y balanzas, obvio que no había nada, yo todo el tiempo pensaba que había un error”, diría luego “El Craaa”, el mote con el que lo conocen en Crespo y el título de la autobiografía que publicó al salir de la cárcel.

Con una peluquería que en realidad parece un museo futbolero y una fama acrecentada a fuerza de cortes, labia, carisma y,  cómo él mismo dice, un poco de suerte, Pan sigue presentándose como un peluquero de barrio que más allá del brillo, los lujos o los galardones, hoy tiene como capital el cariño de su gente. 

 

Foto: Cooparte (Juan Manuel Ayala)