Entrevista al actor Claudio Gallardou
En febrero pasado, cuando apenas había asumido en su cargo, el nuevo director del Teatro Nacional Cervantes Alejandro Tantanian anunció la programación 2017 y entonces la sala María Guerrero se llenó de aplausos. Pero la ovación no se debió solo a lo promisorio de las obras que los próximos meses estarán en cartel en ese espacio, sino que también quiso brindar un reconocimiento a los anteriores directores, Rubens Correa y Claudio Gallardou, la dupla que desde 2007 timoneó una serie de conflictos gremiales además de incrementar notablemente la producción y reinstalar el teatro en el circuito de Buenos Aires, sin dejar tampoco de federalizar la propuesta. La comunidad de espectadores y hasta la veleidosa crítica acompañaron gran parte de las decisiones que se tomaron en el período, y fue así como esa catarata de palmas de despedida se encargó de dejar en claro lo destacado de la gestión.
“Yo estoy muy orgulloso. Recibimos un teatro que estaba de puertas cerradas, con los empleados enfrentados con la institución y con los gobernantes, porque hubo mucha desidia y nadie los escuchaba. Desde el principio ellos supieron que veníamos a defender sus derechos y a levantar el teatro”, señaló Gallardou a los medios.
La lista de espectáculos que pasaron por ese escenario durante la última década es desde luego voluminosa, incluyendo nuevas obras de Griselda Gambaro, Carlos Gorostiza y Tito Cossa, puestas dirigidas por Daniel Veronese, Javier Daulte, Guillermo Cacace, Arístides Vargas, Mauricio Kartun, Santiago Doria, Javier Margulis y Villanueva Cosse (por mencionar solo algunos) e hitos como Jettatore..! (con dirección de Agustín Alezzo), Argentinien (de Luis Romero) y Juan Moreira en la versión con ballet y poesía del propio Gallardou.
Hijo de actores, Gallardou nació en Madrid casi por casualidad, cuando sus padres estaban de gira por Europa. Luego se mudaron a Uruguay y finalmente a la Argentina, y él tiene grabada tanto de aquí como de allá la imagen de esperarlos en las escaleras de los escenarios o en las esquinas de los estudios de televisión. También relató alguna vez que se disfrazaba mucho y que jugaba con la utilería y hasta con instrumentos musicales. Tal vez por eso cuando se puso a estudiar electrónica (que entonces consideraba “la carrera del futuro”) terminó desertando a los tres años. Y muy pronto arrancó con la actuación, estudiando con Alezzo y Carlos Gandolfo primero y más tarde con Cristina Moreira las artes de clown, arlequín, bufón y realización de máscaras.
Por lo general se lo identifica con La Banda de la Risa y es él en persona quien asegura que ese grupo que nació en la democracia y que recorrió el teatro clásico en clave de comedia fue el proyecto más importante de su vida. “La Banda fue adaptándose a distintas tendencias teatrales. Empezó siendo un grupo de clown que trabajaba en la calle, después pasó al espectáculo gauchesco, de allí al varieté y por último investigamos la comedia del arte”, señala su fundador, para quien lo que caracteriza al grupo, incluso más allá del humor, es un profundo amor por el teatro.
Hoy dirige y protagoniza Mandinga en el paraíso, una varieté donde la música es un elemento narrativo fundamental que aborda climas dramáticos, poéticos y humorísticos materializados en manifiestos, monólogos y sketches, todo junto a Alejandro Sanz, Juan Concilio y Andrés Parodi Casabona en la sala Gastón Barral de UOCRA Cultura y por un valor hoy casi simbólico de 20 pesos.