Residente
Ya definitivamente alejado de la banda cuyo liderazgo compartía con Eduardo José Cabra Martínez (Visitante) y en la que él llevaba la voz cantante y la imagen, René Pérez Joglar (Residente) se lanza a su carrera solista con herramientas de impacto similar a las que venía utilizando en Calle 13. Particularmente en lo relacionado con cuestiones rítmicas y con el poder de la palabra combativa hecha rima, un recurso que hay quienes consideran más ligado al marketing que al discurso genuino.
Como sea, Residente desarrolló un estilo que lo identifica: provocador, a la vez duro y sensible y con pretensión de crónica social. En Residente, el disco, parte de una idea verdaderamente original, la de su propio ADN. Es que en su genética el músico portorriqueño halló huellas africanas, europeas, asiáticas, orientales y de las poblaciones estadounidenses nativas. Con esa información de su propio genoma, más que un disco desarrolló un proyecto que le demandó más de dos años de investigación histórica, viajes por cuatro continentes, escritura de canciones y grabación de música e imágenes en distintas locaciones alrededor del mundo, cuyo resultado es un disco, un documental, un libro y una página web.
Para concretar esta empresa ligeramente babélica, contó con la colaboración de artistas como Bombino (guitarrista tuareg proveniente de Nigeria, con quien grabó en Burkina Faso); músicos de la Ópera China con los que registró en Pekín Una leyenda china (“En la única leyenda que nunca se ha contado/ En el pasado fuimos pájaros con cuatro alas/ Dragones, serpientes, tigres de Bengala/ La mitología quería que fuéramos perfectos/ La realidad nos convirtió en insectos”); el gran Goran Bregovic con su brass band, con quien trabajó en Serbia el tema El futuro es nuestro (“Al final será una raza nueva/ La que nos represente/ Porque los extraterrestres/ Tendrán sexo con la gente”); la actriz y cantante francesa SoKo (Stéphanie Sokolinski), con quien grabó en Nueva York Desencuentro, una historia de almas gemelas que no logran cruzarse en la vida, cantada en castellano y francés.
También formaron parte del disco los cantantes de la tribu Dagomba, de Ghana, con los que hizo Dagombas en Tamale (“Somos los dueños de nada/ Los que no aparecen en los cuentos de hadas/ El palacio de los sueños lo hacemos con lodo/ No tenemos na', pero lo tenemos todo// Le metimos sin amplificadores/ ¡¿Pa' qué queremos radios si aquí hay tambores?! ¡Oye!/ Aquí no hay caviar, pero hay maíz”); el actor y músico estadounidense Lin-Manuel Miranda, creador del exitoso musical Hamilton, que rapea la parte en inglés de Intro ADN/DNA, el tema que abre el disco, y que, para darle mayor sentido a todo, resultó ser primo tercero de Residente; el grupo Chirgilchin, conocido por su canto armónico proveniente de Asia Central, con quienes registró en Kyzil, Tuva (al sur de Siberia), Somos anormales (“Aquí todos somos deformes/ Y nos resistimos a usar uniformes/ Lo más feo de la flor es el tallo/ La belleza se alimenta de fallos/ Como nos vemos curiosos/ Ponemos a los lindos nerviosos/ Que toda la gente nos señale/ Lo que no es igual sobresale// Somos anormales/ Lo que me gusta de ti/ Es que tú eres anormal”), y el notable guitarrista Omar Rodriguez-Lopez, de The Mars Volta y antes de At the Drive-In, que le puso electricidad y distorsión a esta música sin fronteras.
El álbum abarca un abanico temático y musical cuyos dos extremos más evidentes son los temas Guerra (“Hoy las lágrimas lloran antes de morir/ Y a los libros de Historia los pongo a escribir/ Que le tiemblen las piernas al planeta Tierra/ Hoy yo vine a ganar/ Y estoy hecho de guerra”) y Milo (“Te ríes y el mundo se siente importante/ Y todos los duendes se vuelven gigantes/ Contigo los días son fiesta/ Y haces que la música suene sin orquesta”), dedicado a su hijo con la actriz argentina Soledad Fandiño.
Oscar Finkelstein