El tango hoy: entre el circuito comercial y las nuevas apuestas

Entretenimientos

El tango, esa cultura que se ejecuta, se baila, se canta y define un modo de entender al mundo desde el Río de la Plata, ya no luce el arraigo popular que supo encarnar a mediados del siglo pasado. Lejos de las modas y del lamento por el tiempo pasado y perdido, busca encarnar una nueva síntesis que le permita resignificar esa herencia gloriosa. Pero abordar ese legado sin renunciar a la tradición ni ceñirse a un molde preestablecido supone una tarea que precisa de reflexión y creación, de memoria y ruptura.

Tan desfachatado como optimista, el cantante Caracol, todo un ejemplo del que sabe caminar por los bordes temporales de esta música, postula que «el tango está vivo y existe, porque el tango es la vida». En pos de reafirmar esa vitalidad que él mismo asume –al combinar en su repertorio algunas joyas del pasado con piezas actuales–, el artista nacido como Roberto Paviotti propone sin más «dejarse de joder con el cover del tango como se hizo en los años 40. ¿Cómo se hace para imitar a Troilo o a Salgán? Más vale tener pelotas para intentar algo nuevo». Haciendo equilibrio entre escuelas, gustos y tendencias, la orquesta El Arranque ostenta 15 años de fecundo trabajo, tanto a nivel local como internacional.

 Para el violinista Guillermo Rubino, lo anterior ha implicado «mucho laburo personal y de autogestión permanente, para aportar ideas nuevas y originales, sin salirnos de la naturaleza del género». Al analizar la propuesta del octeto, señala que «el público del exterior espera escuchar los tangos más clásicos, una especie de resumen que explique qué es esta música. Pero, en la medida de lo posible, también tratamos de incorporar cosas nuevas y obras de nuestro repertorio. Mientras que las pocas veces que podemos tocar en el país, somos más osados».

Para Walter Alegre, coordinador del Departamento de Tango del Centro Cultural de la Cooperación, se trata del «equilibrio de la bicicleta: si dejás de pedalear, te caés. El presente sólo existe porque hay un pasado. Un género tan fuerte, más allá de algunas mesetas creativas, está vigente porque forma parte de nuestra identidad cultural». A la hora de referirse a los repertorios que ven la luz aquí y ahora, puntualiza: «Para nosotros no existe el tango nuevo, existen el tango y el tango viejo. Más allá de que aún no tenemos la perspectiva histórica, se vislumbra un reverdecer creativo que involucra a muchos artistas que marcarán estos tiempos. Los clásicos seguirán siendo referentes, pero no para reproducirlos sino para darles continuidad». La propuesta del CCC en la materia va al encuentro «de esas corrientes que dinamizan nuestra música urbana, desde el estudio, el análisis y la proyección de las propuestas que circulan. No sólo en nuestra ciudad se da esta particularidad, sino también en Rosario y en Montevideo. Desde el ciclo Tango de Miércoles podemos decir con mucho orgullo que los músicos más importantes de esta corriente han pasado por nuestro escenario: somos una referencia ineludible en el circuito tanguero actual, en tanto fuimos uno de los primeros lugares importantes en darles cabida».

 

Tradición y contrastes

Claro que no todas las miradas sobre el presente del dos por cuatro y los exponentes de las nuevas generaciones son coincidentes ni auspiciosas. El bandoneonista y compositor Rodolfo Mederos, por caso, apunta que «esta música se esfumó, desapareció, nos la quitaron, llegó a su fin. Todas las músicas terminan y no hay por qué pensar que alguna deba ser eterna. Lo que pasa es que el tango no cambió, se interrumpió y no dejó nada», concluye. Mederos, que supo ser integrante de la típica de Osvaldo Pugliese, pero también tocar con Mercedes Sosa o Joan Manuel Serrat, fundamenta su desazón en que «en esta sociedad el tango no tiene mucha cabida. Hoy las músicas están hechas para la distracción, para tapar cierta realidad, para generar valores que son absolutamente conductistas. Y el tango no es eso. Es la manifestación de un pueblo y de un hombre solitario en su manera de concebir el mundo, una música introspectiva, que profundiza. Pero la profundización hoy es una palabra un poco antigua». Tan locuaz como apesadumbrado, el bandoneonista consigna que «el tango es un libro que contiene los secretos, la magia y las verdades de otra época». Una era que, abunda, «se interrumpió con la dictadura militar y con aquellas otras dictaduras, tales como el Club del Clan y todas estas intoxicaciones con que nos desviaron los gustos y el sentido de pertenencia. Entonces empezamos a creer que éramos otra cosa, que la música nuestra era otra y hasta construimos, un poco ingenuamente, otra música que parecía nuestra».

También desde el fueye, Leopoldo Federico evoca que antes «un músico podía vivir tranquilamente con los bailes y las orquestas. Además, podía tocar en las radios. Y, cuando apareció la televisión, se actuaba en todos los canales sin problemas de exclusividad. En las confiterías que había en la avenida Corrientes y que en las dos veredas poblaban desde Callao hasta pasando el Obelisco, tocaban orquestas en tres turnos: a las 13, a las 17 y a las 21.30, cuando llegaba la de más cartel». El creador de 84 años, dueño de una extensa y luminosa carrera que le permitió formar parte de las orquestas de Héctor Stamponi, Mariano Mores, Carlos Di Sarli, Horacio Salgán y Astor Piazzolla, y de dirigir el conjunto con el que Julio Sosa alcanzó imponentes niveles de popularidad, se pregunta desde el presente: «¿Dónde está todo eso? ¿Con qué se puede comparar? Se podría decir que en lugar de la radio, los bailes o la TV hay otra cosa, pero no, no hay nada. Mi gran preocupación es toda esa gente joven, con un talento que realmente me asombra y a la que le deseo que no se desanime, no sólo porque no tiene dónde expresarse, sino también porque necesita vivir. Esa gente tiene que continuar un camino que nosotros hemos seguido de otros y tenemos que pasarles la posta», subraya, en un claro guiño a los nuevos valores de la escena actual.

En esta suerte de relato imaginario entre dos bandoneonistas de excepción, Mederos retoma la palabra y concede que «todas las realidades son interesantes y, aun ésta que se vive, creo que es incubadora de algo. El asunto es no desesperarse por que dé resultados rápido. Estaremos pasando por una etapa en la que la brújula quedó un poco loca, pero supongo, espero y anhelo no esa cosa melancólica del tango de ayer. El tango de ayer fue lo que fue, maravilloso, pero habrá que ver qué va a pasar en el futuro».

 

Proyección de milonga

Desde una necesaria distancia, el historiador y escritor Sergio Pujol procura enfrentar la nostalgia y tender puentes hacia el presente. «El tango ocupa un sitio privilegiado en la memoria social de los argentinos», advierte. Y enseguida pondera las señales que exhibe desde la actualidad. «El género se fortaleció en tiempos de la globalización, como si una necesidad de hurgar en lo propio lo hubiera vuelto más interesante», completa el autor de Canciones argentinas, Historia del baile y Discépolo, una biografía argentina, entre otros libros. Uno de los puntos clave de esta recuperación del dos por cuatro tiene su epicentro en la pista de baile. «La danza ha sido revalorizada por los jóvenes a partir del contacto físico, la cercanía de los cuerpos en un tiempo de extrema virtualidad y el placer de moverse al ritmo de una música rítmicamente terrenal, bien formada pero también con márgenes para la iniciativa de la pareja, que llevó a que el tango recuperara su poder de seducción», describe Pujol. Del baile en particular al género todo, el historiador y crítico musical señala dos líneas, a las que denomina «monumental» y «proyectiva». Al respecto, explica: «Si sólo se conoce lo “monumental” del tango, se corre el riesgo de que devenga en una música de interpretación, como sucede con el repertorio clásico-romántico de la tradición europea. Pero también existe un tango “proyectivo”, que no está lo suficientemente acompañado por los medios y, por lo tanto, tiene problemas para conquistar una audiencia más amplia. De todas formas, es el que ofrece el rostro tal vez más interesante para pensar el futuro del tango». Capaz de dotar de nombres propios a quienes encarnan esas corrientes, Pujol desmenuza: «Al “monumental” lo cultivan, muy bien y con diferencias significativas entre sí, orquestas como El Arranque, La Fernández Fierro, Todo Corazón y otras. Y también cantantes como Ariel Ardit y Lidia Borda. El “proyectivo” cuenta con las músicas de Sonia Posetti, Damián Bolotín, Pablo Agri, Marcelo Nisinman y Diego Schissi con su fantástico quinteto. Dentro de este campo, también podríamos incluir, con un sesgo más “popular”, a la Orquesta Baigón y la línea autoral de Tute/Lucero y Alfredo Tape Rubín».

 

En el nombre de Piazzolla

Si Carlos Gardel es el ícono que ríe y canta, Astor Piazzolla es el genio que cambió profundamente a la música que se cocinaba en Buenos Aires a mediados de los 50. Polémico, transgresor e inquieto, el bandoneonista marplatense inauguró un fecundo diálogo con elementos de otros géneros, lo echó a andar por el universo y construyó la última gran fuente estética de donde abrevar. La intensa llama fogoneada por el autor de piezas magistrales como «Adiós Nonino» o «Libertango» tuvo en los últimos tiempos dos actualizaciones, pero en tiempo de jazz. Se trata de los trabajos discográficos del conjunto Escalandrum (Piazzolla plays Piazzolla), liderado por su nieto Daniel Pipi Piazzolla: y del guitarrista y compositor Fernando Tarrés, que publicó Todo Buenos Aires. «A partir de la revolución que hizo Piazzolla, muchos jóvenes se interesaron en su obra genial y luego, al ir hacia atrás, se descubrió una riqueza impresionante», asume Guillermo Rubino, violinista de El Arranque. «A veces es medio difícil salir de Piazzolla, porque después de lo que él hizo, del punto de inflexión increíble que generó, quedó posicionado en un lugar de padre del que necesariamente debemos independizarnos para poder buscar cosas nuevas, rumbos nuevos», puntualiza.

Con una mirada similar, Mederos advierte que «Piazzolla hizo una música maravillosa, de la cual no tengo ninguna objeción, sólo que la hizo para él: una música cerrada en sí misma, con todas sus maravillas, pero que no puede ser compartida por otros. A diferencia de toda la historia del tango, donde aquellas músicas tan pródigas eran casi una invitación a que cada músico hiciera su propia versión».

Saliéndose de esas especulaciones, Caracol decide tomar partido sobre aquella polémica que agitó las aguas de la milonga cuando Piazzolla hizo su incendiaria aparición. «Gracias a Dios, Piazzolla le pegó una patada en el culo al tango y lo puso en el mundo», afirma, con una sonrisa.

 

Saltar el cerco

Una de las vertientes derivadas de la corriente principal que más atención ha concitado no sólo en el país, sino también en el exterior, es la del tango electrónico. Los más conocidos en el rubro son los franco-argentinos de Gotan Project y la combinación de músicos locales y uruguayos que integran Bajofondo, con Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico a la cabeza. La lista de exponentes se completa con San Telmo Lounge, Tanghetto y Sudestada Tango, entre otros.

Con cierta aceptación por parte del gran público, ¿cómo se ven estos desarrollos desde el núcleo duro del género? «La popularidad del tango no la vamos a lograr con el tango electrónico, que propone una fusión que a mí no me gusta, no me interesa», dispara Leopoldo Federico. Como sea, la fuente de inspiración del dos por cuatro también ha servido de materia prima para una inquieta legión de músicos, compositores y cantantes. En esta avanzada diversa y entusiasta, se anotan cantantes de peso capaces de traducir el legado a nuevos ámbitos, tales son los casos de Alfredo Piro, Patricia Barone, Ariel Ardit, Cardenal Domínguez y Brian Chambouleyron. En ese apartado en el que resuenan ecos provenientes tanto del rock como del jazz, resulta imposible excluir los notables aportes del bandoneonista Pablo Mainetti, de un ex Abuelos de la Nada y Los Twist como Daniel Melingo y de la agrupación La Chicana, sostenida por los explosivos Acho Estol y Dolores Solá. A su modo, el juglar Ariel Prat también tangueó desde los arrabales de la murga y el candombe. Por su carácter eminentemente urbano, el rock local es un espacio creativo que avanza en el derribe de barreras entre géneros y condensa climas que parecen paridos en épocas de Discépolo y Cadícamo. Aun pasando por alto el legado barrial que aportaron Manal y Moris en los albores del género, es imposible no pensar en las canciones de Palo Pandolfo, en la huella abierta por la Pequeña Orquesta Reincidentes y hasta en el furioso power trío Acorazado Potemkin.

El trovador rosarino Adrián Abonizio naturaliza el tránsito que lo llevó del rock al tango. Y lo califica de «inevitable», porque «esta relación proviene del aire, de lo que estaba en la calle y en la radio. Y por ende, con cada tango que escuchaba, me reunía más con aquella idea de que somos de donde venimos. Y punto. No hay otra explicación», dice el compositor, que pasó de apuntalar el repertorio de Juan Carlos Baglietto con canciones emblemáticas como «Mirta, de regreso» a un presente con el explícito álbum Tangolpeando.

Puesto a asumir el rol que puede caberle en el planeta tanguero, comenta que su idea es «no transgredir ni ofender su matriz histórica, porque es un río muy poderoso para intentar cruzarlo sin medir la hondura de su calado y la fuerza de su oscuro torrente. En suma, siento que el tango es un género para cuidar, querer y conocer».

Al amparo de una música que, sin embargo, ellos se resisten a rotular de manera convencional, dos de los integrantes de la Orquesta Típica Fernández Fierro dejan en claro cuál es su actitud a la hora de plantarse en la esquina del tiempo que les tocó en suerte. «Nosotros no usamos la palabra tango, un poco por respeto y otro poco por fobia. Pero, fundamentalmente, porque tratamos de no mencionar marcas», ironiza el bandoneonista del grupo, apodado El Ministro.

A partir del interés que le despiertan los impulsos creativos de los que se animan a romper moldes y hurgar en nuevos horizontes, Pujol coincide en parte con lo anterior. El historiador confiesa: «A veces me pregunto si no es tiempo de ir pensando en otro término para llamar a la música de Buenos Aires. La pertenencia al tango tiene sus ventajas, pero también impone ciertos límites».

Por su parte, El Ministro completa su explicación: «Desde el principio no nos interesaba el lugar del cliché, del tango for export, ni cuestiones revisionistas o experimentales que muchas veces están más orientadas a lo comercial. Dentro del tango hay muchísimos estilos, como en el rock. En nuestro caso, más que definir una estética, empezamos por señalar el rumbo de hacia dónde ir. Entonces tomamos como referente a Osvaldo Pugliese y arrancamos por ahí, dejando muchas cosas afuera». La banda funciona desde hace una década como cooperativa. Y ya cuenta con un lugar propio, el Club Atlético Fernández Fierro, en el barrio del Abasto.

Además de lanzar la Radio CAFF, avanzan en una dirección estética que el cantante Walter Chino Laborde explica a partir de la decisión de «hacer la propia». «Empezamos haciendo canciones del Tape Rubín y Palo Pandolfo, que significaron pasos que nos permitieron perfilar un estilo que hoy nos permite estar haciendo músicas y letras en el seno de la orquesta». Laborde se entusiasma y destaca que la Fernández Fierro «ha sido pionera en muchas cosas. Por ejemplo, acercó a gente que no escuchaba tango y que nos importa más que el público conocedor, porque permite una apertura. Siento que somos una banda de locos tocando pasionalmente y forjando de ese modo un momento de cambio».

Sergio Arboleya

 

MARIANO DEL MAZO - PERIODISTA OPINIÓN

EL otro under

En el amanecer del siglo XX, Caras y Caretas pronosticaba la muerte del tango. Con la tragedia de Medellín, en 1935, muchos dijeron y escribieron que, más que Gardel, el que había muerto era el género mismo. Con el golpe de 1955, cuando por ése y otros factores las orquestas comenzaron a desaparecer y se extinguía la llamada Época de oro, la sentencia fue lapidaria: se terminó el tango. Astor Piazzolla por un lado y Julio Sosa por otro resistían en los 60 el aluvión de El Club del Clan y el rock: el tango era un cadáver exquisito, pero cadáver al fin. En 1983 la compañía Tango argentino triunfó en el Teatro Chatelet de París: «il morto» volvió a «parlar».

Y así. A esta altura se trata de un síndrome grave: la música más muerta (permitan la licencia idiomática) de la Argentina es, sin duda, la más vigorosa y saludable de la actualidad. Siempre hubo reacciones atávicas como las de Rodolfo Mederos. En cualquier sentido: en los 60 Edmundo Rivero opinaba que Los Beatles eran unos ingleses drogadictos que estaban destruyendo el tango y la juventud toda. Y así como a Piazzolla en una época los taxis no le paraban porque simbolizaba el mal, con ese mismo nivel de prejuicio y miedo por lo nuevo se analizan los fenómenos actuales. La cantidad y calidad de instrumentistas, compositores, cantantes, orquestas, quintetos y duplas que hoy están dando vuelta por Buenos Aires y por el mundo es una realidad irrefutable. Desde agrupaciones de diferentes estilos, incluso antagónicos, como El Arranque y la Fernández Fierro, de compositores extraordinarios como Sonia Posetti y Diego Schissi a cultores del tango humorístico (Dema y su Orquesta Petitera, Falopa, Ofidio Dellasopa), de glorias vigentes como Leopoldo Federico y Susana Rinaldi (sacaron un histórico disco juntos) a voces exquisitas como Ariel Ardit, Lidia Borda, Cucuza Castiello y tantos más. Es cierto: el tango no ocupa un lugar central en la cultura argentina como en los 40. Pero debajo de lo que pasan en la radio, más allá de pautas y sponsors, se puede vislumbrar una música vigorosa desarrollada en los extremos de ese mal necesario que es el tango for export y los arrebatos genuinos del tango under, ése que va del llamado corredor Almagro (CAFF, Sanata Bar, La Catedral, Musetta) al Teatro Goñi. El nivel de producción, la frescura y la falta de especulación de ese circuito evoca el espíritu del under del rock de comienzos de los 80.

 

Reproducción de Acción Digital,  edición Nº1090 -http://acciondigital.com.ar

 

Notas relacionadas