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El último disco de Adriana Varela

Si es cierto que es la cantante de tangos más rockera, como lo era en su género Roberto El Polaco Goyeneche, suena lógico que Adriana Varela haya grabado un disco con repertorio casi íntegramente dedicado al rock nacional. Justamente lo primero que llama la atención en Avellaneda, el álbum en cuestión, es la elección de los doce temas que conforman la placa, que fue producido por el muy buen guitarrista Rafael Varela, hijo de la artista. Si bien hay un par de esas que sabemos todos (Avellaneda blues, de Manal; Mañana en el Abasto, de Sumo), no son ni siquiera las primeras que suelen asociarse con el rock local a la hora de los covers.

Están, eso sí, casi todos los grandes valores del rock, pero no necesariamente con sus temas más populares. El disco arranca con Todo un palo, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, con el desafío que siempre implica ponerle otra voz que no sea la del Indio Solari. Y más cuando empieza con un recitado y una especie de bolero raveliano, aunque termine respetando al original. En Todo el hielo en la ciudad, de Almendra, con cuarteto de cuerdas y la voz de Ricardo Mollo, el tema, que ya tenía un aire tanguero, se convierte en una suerte de tango de cámara. Luego viene Total interferencia, del mejor Charly García, el de Piano bar, con Marcelo Macri al piano y Rafael Varela en guitarra, y le hacen honor.    

En Avellaneda blues, con formación jazzera de lujo (Hernán Jacinto en piano, Mariano Otero en contrabajo, Carto Brandán en batería, Varela junior en guitarra), rinde tributo al barrio donde vivió sus primeros 21 años, en una versión por momentos demasiado glamorosa. En cambio, Mañana en el Abasto, con las citas a Si me voy antes que vos, de Jaime Roos, y Tomorrow Never Knows, de los Beatles, más una buena presencia electrónica, desborda originalidad. En La despedida, de y con Fito Páez, y con Paula Pomeraniec en chelo, lo que se escucha es, lisa y llanamente, un tango.

Himno de mi corazón, de los Abuelos de la Nada, con la ex Blacanblus Deborah Dixon en voz, Pablo Márquez en guitarras, Julia Varela en coros, Hernán Crespo en acordeón y Rafael Varela en percusión, tiene un delicado tratamiento folk, del mismo modo que Adiós, de Gustavo Cerati, donde Varela aparece acompañada por un quinteto de guitarras y que es uno de los momentos más altos de Avellaneda. La bella No te busques ya en el umbral, de Luis Alberto Spinetta, demuestra, también en la versión de voz, guitarra y chelo de la Varela, lo difícil que es versionar al Flaco. Como también lo es Mientras escucho las nuevas olas, de Serú Girán. Finalmente, ¿Qué te pasa, Lobo?, de Carlos Gianni, y Margherita, del italiano Riccardo Cocciante, con Pedro Aznar, que no forman parte del repertorio de rock nacional, completan un disco que implicaba un desafío, del que, en términos generales, La Gata sale airosa y con más vidas por delante para seguir cantando. 

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