Operación retorno
Centenares de científicos regresaron al país en los últimos años, favorecidos por el cambio de modelo y una política de Estado que ofrece alternativas de reinserción laboral. Opinan los protagonistas.
La expresión "echar raíces" alude al hecho asentarse definitivamente en un lugar. Establecerse, permanecer. Es lo opuesto de la mudanza, la movilidad, la disgregación, la emigración. No es casual, entonces, que RAICES (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior) sea el nombre de un programa que fomenta y facilita, mediante distintas estrategias y recursos, el retorno de intelectuales, investigadores y científicos que, por diversas razones, habían abandonado el país y cuya recuperación es una clara apuesta a la reconstitución del capital intelectual nacional. El regreso de ochocientos científicos e investigadores prueba el éxito de la iniciativa que impulsa el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en coordinación con la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y el CONICET que, a través del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, mantiene una política sostenida de repatriación de jóvenes investigadores argentinos residentes en el exterior a través del programa de becas de reinserción.
"Me fui primero en 1998 a Alemania a hacer un post doctorado en la Universidad de Wuerzburg. En el 2001 volví a Buenos Aires y unos meses después partí a San Diego, EEUU, a trabajar en investigación. Estuve siete años viviendo afuera", relata a Cabal Digital Antonia Marín Burgin (40), investigadora adjunta del CONICET (Neurociencias), que actualmente ejerce en el laboratorio de plasticidad neuronal de la Fundación Instituto Leloir. "En ese momento era nula la posibilidad de quedarse en Argentina como investigador, la carrera de investigadores de CONICET estaba cerrada y ni hablar de la posibilidad de tener subsidios para investigar. La mayor parte de mis compañeros de la universidad se fueron afuera en ese momento por el mismo motivo. Era la única opción para poder seguir trabajando en investigación. Hace dos años decidimos volver por varias razones. Una, personal, porque ya era momento de tener un grupo de investigación propio y extrañábamos Buenos Aires. La otra, es que hubo en los últimos años una apertura muy grande del sistema científico en el país. No sólo se hizo un gran esfuerzo de parte del gobierno a través del CONICET para traer científicos de afuera, sino que también se incrementó la cantidad de investigadores y subsidios para la investigación disponible para la gente que estaba aquí. En otras palabras, se incrementó mucho la masa crítica de científicos haciendo investigación de punta desde Argentina. Eso, sumado a que extrañábamos, nos decidió a volver. Muchos de nuestros colegas argentinos, aunque no todos, por supuesto, volvieron también.”
Las causas profundas de la popularmente llamada “fuga de cerebros” se remontan a décadas de inestabilidad política y económica: las sucesivas intervenciones militares y crisis que afectaron a la Argentina y crearon el marco favorable para que miles de jóvenes se decidieran a emigrar. La crisis política y económica del 2001 amplificó el éxodo de científicos, que veían en el exterior mayores posibilidades de desarrollo que en su país.
La situación comenzó a revertirse en el 2003, aunque fue a partir de 2008 que la repatriación de investigadores se convirtió en política de Estado y comenzaron a generarse y profundizarse las condiciones necesarias para que esos jóvenes pudiesen regresar. En noviembre de ese año se promulgó Ley 26.421, más conocida como “Ley RAICES”, destinada a promover acciones que favorezcan el retorno masivo de científicos. A esa iniciativa, fueron sumándose otras, como las de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que aportaron en la misma dirección. Desde 2010 también se ofrece asistencia legal a las familias de investigadores argentinos interesados en volver al país gracias a un convenio firmado con la Dirección Nacional de Migraciones.
Los objetivos de la que podría denominarse “Operación retorno” son esencialmente dos: por un lado favorecer la reinserción laboral y el otorgamiento de becas para posibilitar la repatriación de quienes se deciden a volver, en muchos casos junto a sus nuevas familias. Y, en segundo término, fomentar el vínculo entre los investigadores argentinos y los que residen en el exterior, tanto los argentinos como los extranjeros, a través de programas y propuestas concretas.
“El objetivo es fortalecer las capacidades científicas y tecnológicas del país por medio del desarrollo de políticas de vinculación con investigadores argentinos residentes en el exterior. También buscamos promover la permanencia de investigadores en el país y el retorno de aquellos interesados en desarrollar sus actividades en la Argentina”, explicó recientemente a la prensa la ingeniera agrónoma Agueda Menvielle, directora de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y titular del programa RAICES.
Laura Zarebski (37), bióloga con doctorado en Inmunología, aporta su testimonio, convocada por Cabal Digital. Ella es otra de las investigadoras argentinas que emigró y se vio tentada a regresar en los últimos años: "Me fui en el 2004, por motivos profesionales y familiares. Mi pareja y yo habíamos terminado el doctorado y decidimos ir al exterior a continuar nuestras carreras, para tener una experiencia afuera. Trabajé en La Jolla Institute of Allergy and Immunology (USA) y permanecí allí cuatro años, donde además nació mi hija. La decisión de volver obedeció a una conjunción de factores personales y profesionales: queríamos que nuestra hija creciera en la Argentina y a eso contribuyó que mi pareja consiguiera una beca de reinserción como investigador del CONICET."
Felix Acuto (41) explica: "Soy Investigador del CONICET (Antropología). En el 2003 decidí viajar para realizar un doctorado en EEUU, objetivo que concreté en State University of New York. Si bien tanto profesional como económicamente hubiera logrado un mayor desarrollo viviendo en EEUU, decidí volver un año después, por motivos personales y emocionales. Prioricé los afectos a una mejor posición económica o profesional." Su esposa, Melina Ginszparg (37), actual coordinadora de becas de intercambio en la Fundación Fulbright, emigró e hizo su experiencia profesional en School of Advanced International Studies (SAIS), Washington, pero apoyó la decisión de regresar: "Mi plan era y es estar cerca de mis afectos y criar a mis hijos en mi país".
A mediados de esta década ya sonaban lejanos los días de 1994 en que Domingo Cavallo hiciera pública aquella recordada y desafortunada expresión por la cual mandó a los científicos a “lavar los platos”. Esa frase dejó en evidencia, con toda crudeza, el lugar que durante los 90 las políticas neoliberales reservaban a la ciencia. Esa era la respuesta de un funcionario de primera línea del gobierno menemista a las demandas presupuestarias de los científicos. Queda claro que el problema de los investigadores no resultaba prioritario y el panorama al que se enfrentaban las generaciones de estudiantes era a todas luces desalentador.
Las políticas recientes en cambio, apuntan, y lo están logrando, a detener la llamada “fuga de cerebros” y devolver a los hombres y mujeres de ciencia un lugar preponderante y valorado, a través de subsidios y becas que cubren las necesidades materiales de los investigadores que regresan. El objetivo es lograr que retornen con un contrato laboral e incluso que resuelvan con facilidad el asunto de los trámites. Las autoridades de la Secretaría de Ciencia y Técnica son las que rastrean y contactan en muchos casos a científicos que residen en el exterior, intentando ubicarlos ya sea en las universidades públicas u otros organismos del Estado, como el CONICET, o en la actividad privada.
En las Ex Bodegas Giol se planea alzar, además, un Polo Científico de tres institutos de investigación internacionales, que actuarán como centros de intercambio y formación de estudiantes argentinos y extranjeros. Un dato que prueba que se abren en el país nuevas posibilidades de desarrollo e intercambio para investigadores recibidos y en formación.