La savia
En un ámbito, que puede ser el patio cerrado de una casa u otro espacio, donde junto a varias bibliotecas alineadas de cuatro o cinco estantes llenas de libros y sobre el piso una abundante colección de masetas cuyas plantas parecen un verdadero jardín botánico, Elsa, el personaje clave de esta obra teatral, tiene una mesa iluminada a la que se sienta para escribir en un cuaderno sus recuerdos. En realidad es una gran lectora que dice jugar o coquetear con la escritura, sin asumirla del todo. Es algo que le sirve al espíritu. Por eso no deja pasar evocación o remembranza de la memoria con la que no dialogue. Puede ser la voz, que solo ella escucha. del padre que en el pasado le aconseja enterrar los libros frente al peligro de que le allanen el domicilio; la imagen de un corredor (El Chino), de una muchacha que en apariencia la ayuda en las tareas de la casa (Mariel), de sus hijos que ya no viven allí o del ex marido que se casó con otra mujer.
Está en una etapa distinta de su existencia y necesita reconstruirse, renacer de las cenizas del pasado, y para eso, caminando sobre el puente de las vivencias que le proceden del recuerdo o provocadas por la propia lectura, va armando un nuevo destino. Puede ser el de aceptar que de algún modo es la misma –como se lo indican las informaciones pretéritas que acuden a su cerebro- y al mismo tiempo distinta, esa flamante Elsa que conversa con Mariel y el Chino de la fuerza de las plantas, de su impulso de vivir semejante al de ella (el caso prototípico es esa Costilla de Adán que allí donde la coloquen no cesa de crecer), o acepta ir a un concurso de karaoke a entonar algunas canciones pegadizas, que habla del alma como una cajita llena de penurias. El texto de Ignacio Sánchez Mestre (autor también de Lunes abierto o Despierto), no deja nunca de contar una historia, pero lo hace a través de un pincel poético que de mucha primacía al valor de la palabra.
La iluminación trabaja con mucha calidez sobre distintas zonas de este jardín, creando con focos distribuidos en distintos lugares (las bibliotecas o las estructuras de acero ubicados a los costados del escenario) efectos y climas muy sugerentes. La escenografía es, a su vez, predominantemente vegetal, de intensos verdes. En el elenco, sobresale la entrañable actuación Mirtha Busnelli, que compone un personaje entre adorable y caprichoso con certeros detalles. Los dos jóvenes que la acompañan, Constanza Herrera y Agustín García Moreno, resplandecen también gracias a su gran frescura.