Vacaciones sobre ruedas
En los Estados Unidos y algunos países europeos es una práctica extendida, favorecida por una infraestructura acorde a las necesidades de la actividad. En la Argentina, y en toda Latinoamérica, empieza a difundirse más, aunque las condiciones para su realización no son todavía las ideales, ni mucho menos, pero mejoran lentamente. Con los altos costos que suele tener el turismo interno, particularmente en las temporadas altas, vacacionar sobre ruedas es una alternativa atractiva y, en ciertas condiciones, más económica.
Las casas rodantes y los autoportantes –también conocidos como campers o motorhomes– representan una inversión importante para quien solo toma un par de semanas libres al año, pero no lo es tanto si se utiliza durante más tiempo, tanto para vacaciones como para miniturismo. También puede serlo para quienes viajan solos o de a dos, ya que los gastos se amortizan mejor y más rápido cuando son varios los que comparten el viaje. En cambio, quienes por conocimiento o hobby tienen facilidad para componer cualquier artefacto que se le ponga delante, siempre está la posibilidad de comprar un viejo colectivo y adaptarlo según las propias necesidades o los gustos personales o familiares.
Pero no es necesaria la más accesible inversión de comprar una casa rodante o la gran inversión de un autoportante para darse el gusto o, en principio, probar este tipo de vehículos-alojamiento. Cada vez son más las empresas que los ofrecen en alquiler, y cada vez es mayor la diversidad de la oferta: desde pequeños utilitarios convertidos en compacta vivienda hasta los monumentales RV, ómnibus de larga distancia con infinidad de prestaciones y confort inimaginable.
Más allá de estas cuestiones, que no son menores –como no lo es el hecho de que las rutas argentinas a veces no son las mejores aliadas de estos vehículos y de que muchos campings no están preparados más que para estacionarlos (y no, por ejemplo, para desagotar los baños químicos)–, no depender de horarios de aviones, micros o trenes, ni de check ins o check outs, ni de reservas hoteleras, más la posibilidad de cambiar de rumbo sin plan previo hacen de este tipo de vacaciones un canto a la libertad, a la autonomía y al contacto con la naturaleza, algo que la población mayormente urbana de nuestro país no está en condiciones de disfrutar a diario.
El confort interior de estas casas sobre ruedas va de una sencilla mesa plegable con un par de colchonetas de una plaza y un set mínimo para cocinar hasta cama matrimonial más varias camas individuales, cocina con horno, heladera, televisor, baño con ducha eléctrica y un larguísimo etcétera en el que hasta suele incluirse la ropa de cama. En el caso de los vehículos que se alquilan, ya vienen equipados con todo lo esencial para unas buenas vacaciones, más la posibilidad de incorporar algún equipamiento extra, que se suma individualmente a la tarifa básica, del mismo modo que sucede cuando se alquila un auto. En cambio, quienes deciden largarse a la aventura mayor, que es la de tener el propio autoportante o casa rodante, las empresas que se encargan de equiparlos lo hacen según los pedidos específicos de cada cliente. Es decir que son hechos a medida y se entregan llave en mano.
En alquiler
Quienes conocen la materia por propia experiencia aconsejan probar primero alquilando antes de embarcarse en una inversión de varios ceros a la derecha. El costo para vacacionar de este modo es variable, pero el alquiler promedio por día (para cuatro pasajeros, sin extras y por períodos cortos) ronda el equivalente en pesos a unos 120/150 dólares estadounidenses. Por supuesto, a mayor equipamiento y número de pasajeros (que requiere de un vehículo más grande), más alta será la tarifa, mientras que tenderá a bajar en el valor diario en la medida en que el período de alquiler sea mayor. También varía el costo si se trata de un vehículo estándar o de un todoterreno, una elección que en parte estará condicionada por los destinos elegidos y el tipo de viaje planeado. Por otro lado, no se paga alojamiento, y aunque el gasto en combustible es mayor que con un auto o incluso una 4x4, también se puede evitar la habitual visita a restaurantes, que a veces ni habrá posibilidad de hacer.
Para quienes están acostumbrados a la vida de camping, donde es necesario “trabajar” en vacaciones, las tareas en una casa sobre ruedas no serán una carga ni una sorpresa, aunque de todos modos serán algo más livianas. Habrá que tener siempre el sistema eléctrico al ciento por ciento, el tanque de agua lleno, el hogar limpio y ordenado porque por grande que sea por lo general no sobra mucho lugar, y a veces también puede faltar.
Respecto de donde “estacionar” el vehículo las posibilidades son muchas y depende de dos cosas: el equipamiento que tenga (a mayor infraestructura, más autonomía) y el espíritu aventurero de quienes viajen en él. En el primer caso, prácticamente cualquier sitio donde no esté prohibido hacerlo ni sea ostensiblemente inseguro. Puede ser un camping o una estación de servicio, pero también una calle de un pueblo cualquiera, un espacio no muy transitado ni ruidoso de una ciudad o un escenario natural de esos que dejan sin aliento. Así, las vacaciones podrán transcurrir, por ejemplo, cerca de un río o un lago, al pie de una montaña, a la vera de una ruta, en una playa junto al mar, en un camino de tierra en medio del campo…
Sobre los destinos más frecuentemente elegidos por usuarios de este tipo de vehículos-alojamiento, la Argentina ofrece su mundialmente apreciada diversidad paisajística y climática, pero hay destinos que viajeros nacionales y extranjeros ya convirtieron en clásicos de la actividad empezando por los lagos y montañas de la Patagonia norte y los glaciares de la Patagonia sur, pero también las playas del Atlántico, desde la costa bonaerense hasta la santacruceña; las provincias del Litoral, con su naturaleza exuberante; las sierras del centro y las alturas de Cuyo; la magia del Noroeste. En fin, casi todo el mapa: rutas argentinas hasta el fin.
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