María Onetto se recibió a los 21 años de psicóloga mientras iniciaba sus estudios de actuación en la escuela de Hugo Midón. En 1991 llegó al Sportivo Teatral, el taller de teatro de Ricardo Bartís, en donde se sintió profundamente motivada por la entrega absoluta que allí les exigían a los estudiantes. Luego de tomar clases de actuación por un tiempo, comenzó a darlas ella misma en la escuela de Bartís hasta el año 1996.

La experiencia de estudiar y enseñar teatro la marcó mucho pero aún así tuvieron que pasar 13 años para que Onetto llegase a confiar en su talento como actriz y se animara a dar el salto. El punto de inflexión fue la obra Raspando la cruz, de Rafael Spregelburg, en la cual debutó, y a la que le siguieron rápidamente varias otras piezas teatrales, como Faros de Color, La escala humana, Donde más duele y La casa de Bernarda Alba.

El teatro es, sin lugar a dudas, su gran espacio escénico, a donde afirma pertenecer, el que le ha valido el respeto y la admiración de la crítica y sus pares. Sin embargo el reconocimiento del público le llegó de la mano del cine, con películas como La mujer sin cabeza y Nunca estuviste tan adorable, y de la televisión, con exitosos ciclos como Montecristo y Mujeres Asesinas. Recientemente se lució junto a la actriz Cristina Banegas en la obra Sonata de Otoño, la versión teatral de una famosa película de Ingmar Bergman, en la que se evidencia el conflictivo vínculo entre una madre y su hija.

Actriz talentosa, intensa y exigente, María Onetto hoy considera indispensable el oficio de actuar, aquel que en su juventud le llevó tanto tiempo incorporar a su vida.

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