Petróleo
Petróleo. Dirección y dramaturgia: Piel de Lava y Laura Fernández. Elenco: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes. Música y diseño de sonido: Zypce. Iluminación: Matías Sendón. Vestuario: Gabriela A. Fernández. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Sala Casacuberta del Teatro San Martín, de miércoles a domingo. Duración: 100 minutos.
El grupo Piel de Lava, que integran Elisa Carricajo, Valería Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, se creó en 2003 y desde esa fecha inició un trabajo que ya lleva más de quince años y durante el cual desarrollaron diversos procesos de creación colectiva que derivaron en cinco obras: Colores verdaderos (2003), Neblina (2005), Tren (2010), Museo (2014) y Petróleo (2018). Las tres últimas piezas las elaboraron con la codirección de Laura Fernández. Su búsqueda principal está enfocada en la indagación de ciertos procedimientos de actuación que puedan desembocar en una dramaturgia grupal. Petróleo es una demostración de lo aceitado que funciona ese mecanismo, sobre todo por el desafío que las cuatro actrices han asumido en el proceso de exploración de los distintos estereotipos con que se construye un género, en este caso el de la masculinidad, al que ellas representan en la obra con la composición de cuatro personajes varones, que desbordan gracia y eficacia, y el desarrollo de un alto poder de observación, como ocurre entre los actores de mucho vuelo.
La historia de estos cuatro personajes transcurre en un yacimiento petrolero de la Patagonia. Allí, en un tráiler no demasiado cómodo, conviven cuatro trabajadores que intervienen en la tarea de extraer petróleo de un pozo que ya está casi seco. Uno de ellos se ha incorporado en tiempo más reciente y es, con claridad, el blanco de distintas averiguaciones (si tiene pareja, cuál es su experiencia laboral, etc.) y bromas. En la instauración de esa nueva coexistencia, el recién llegado concita la adhesión de dos de ellos (uno no tan convencido) y se convierte en objeto de las hostilidades del tercero. Desde luego, la convivencia se verá, mientras esperan la vuelta al trabajo (tienen unos días de descanso), en un escenario de distintas dificultades, no solo por las diferencias que se producen entre ellos, sino por las irregularidades con que funciona el sistema eléctrico en el lugar y las pésimas condiciones en esas personas deben desplegar su trabajo. Y aunque el objetivo estético principal de la obra no busca poner en primer plano la denuncia de esas situaciones, sino en sacarle el mayor jugo posible a los procedimientos de su método de trabajo teatral, deja asentado el hecho
Ocurre entonces que para pasar el tiempo, y mientras organizan sus comidas, los obreros de ese tráiler se someten también a distintos desafíos, como una forma de pasar el tiempo y al mismo tiempo de conocerse mejor: dos pulsean de ellos pulsean en un momento (el recién llegado y el que lo mira con cierta ojeriza),más tarde se lo envía al nuevo a pesquisar qué le pasa al generador de energía que los deja cada tanto sin luz –como una forma de probarlo- y así se van sucediendo otros retos que, poco a poco, van armando como una pequeña trama o historia en la que el espectador encontrará cuatro trabajos excelentes, en especial el de Pilar Gamboa, que compone al personaje más lleno de tics y comportamientos típicos de cierta masculinidad, llevados con expresa deliberación al subrayado grueso para provocar la empatía del público. Las situaciones son con frecuencia resueltas con inteligencia porque lograr captar en los diálogos de los cuatro personajes formas de expresión idiomáticas, comportamientos o salidas que son realmente hilarantes y revelan, como dijimos, un afilado nivel de observación.
Tal vez la única debilidad de la obra es su extensión, porque el texto no siempre logra mantener en toda su longitud ese nivel de eficacia cómica que consigue en algunos pasajes y porque la trama, en general, parece a veces más armada para mostrar los resultados de la búsqueda actoral en el proceso previo de improvisación y creación que para construir una dramaturgia pensada con un criterio estructural más firme que lo tornaría más preciso y efectivo. Es como si hubiera cierto engolosinamiento o fascinación por mostrar todo lo que puede exhibir ese método con el que trabajan. De todos modos, y frente a la luminosidad de la presencia de las intérpretes en escena, cualquier objeción es menor. Es también de fina selección el material musical que se oye y una escenografía móvil muy funcional a las necesidades del trabajo escénico y de la peripecia que se cuenta, que por otra parte exige a las actrices un trabajo extra que, como en la trama, es cansador y se resuelve con muy buena disposición.