Obra de Dios
Obra de Dios. Autor: David Javerbaum. Versión de Elio Marchi. Dirección: Gustavo Zajac. Producción artística: Lino Patalano. Elenco: Humberto Tortonese, Roberto Peloni y Agustín Corsi. Diseño de escenografía e iluminación: Gonzalo Córdoba. Diseño de vestuario: Renata Schusheim. Arreglos musicales: Gaby Goldman. Jueves a domingo, 21 horas. Teatro Maipo.
Pieza de David Javerbaum, un varias veces premiado autor norteamericano de comedias para Broadway, letras de canciones y libretos para televisión, Obra de Dios, fue adaptada para su puesta en Buenos Aires por Elio Marchi con el fin de adaptar algunos aspectos de su humor a nombres y situaciones más familiares al público de esta ciudad. De ahí que es difícil dar una opinión sobre el texto original sin haber visto ni leído la obra hecha en Estados Unidos, que según su autor adaptó de los tuits que escribía para su cuenta @thetweetofGod, que ya fue cerrada por él mismo. Asumimos que el eje estructural del libro sigue siendo la decisión de Dios en un escenario teatral, encarnado en la figura de un comediante conocido, con el fin de reformular directamente frente al público, sin intermediarios, los diez mandamientos escritos en los comienzos del mundo y sometidos por el curso de los hechos de la historia a diversos envejecimientos o conflictos con la mentalidad contemporánea.
Ese eje, que es la escritura de diez nuevos mandamientos, alude a distintos pasajes de La Biblia y señala algunos misterios de la creación y errores en la traducción que llevaron a interpretar mal el texto original. En el origen no habrían sido Adán y Eva, sino Adán y Seba, pero la intromisión de la serpiente hizo cambiar de idea al Supremo y volverlos hombre y mujer. También se cuenta que no es real que en el Arca de Noé Dios se hayan puesto a tantas parejas de animales, porque si no la embarcación no hubiera podido zarpar. Y así, entre chistes y otras revelaciones, que incluyen a Sodoma y Gomorra también, el texto original atraviesa por una módica comicidad, que solo el poder histriónico de Tortonese y la colaboración de sus dos arcángeles torna aceptable.
Fuera de ese eje, el espectáculo se bifurca hacia otras zonas que tienen más que ver con la realidad de este país y los lugares comunes que circulan por el imaginario popular, entre ellos el de las figuras de la farándula a las que Tortonese les dedica picantes comentarios, la política y los temas que en general están presentes en la cabeza de los asistentes, como el de la inseguridad. Allí, Tortonese se torna más efectivo y cómodo, porque apela a sus recursos más felices y certeros. No hay duda que este intérprete, es uno de los actores de comedias y programas de humor en radio y televisión más carismáticos de los últimos veinte años. Y el espectáculo, en gran medida un divertimento que nunca alcanza el gran vuelo, está sostenido por su gracia y la de sus dos muy bien dispuestos arcángeles, uno de ellos algo díscolo. El público, sobre todo el que adora a Tortonese, se divierte de buena gana y participa también en un diálogo sin riesgos –a fin de no molestar a la gente- que algunos sostienen con Tortonese y con ayuda de los arcángeles. El aspecto visual está muy cuidado gracias, entre otras cosas, a una excelente iluminación de Gonzalo Córdoba –acompañada de algunos efectos siempre llamativos- y un vestuario en el mismo nivel de Renata Schussheim.