Enrique IV
Enrique IV. Autor: Luigi Pirandello. Dirección: Sergio Grimblat. Elenco: Juan Pablo Sierra, Bárbara Irisarri, Rubén Dellarosa, Eduardo Véliz, Juan Pablo Cappellotti, Federico Grinbak, Federico Lombardía, Constanza Cardillo, Lautaro Álvarez y Jorge Landaco. Diseño de vestuario: Valentina Remenik. Diseño de escenografía: Magali Acha. Diseño de iluminación: Julio A. López. Sala: Hasta Trilce. Duración: 90 minutos.
Con el escenario de una Europa salida hacía poco tiempo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el drama Enrique IV del dramaturgo italiano Luigi Pirandello no es solo un filoso ensayo sobre el significado de la locura y las relaciones con frecuencia inextricables sobre la ficción y la realidad, sino también, y en un plano menos manifiesto, el retrato de una burguesía frívola e insensibilizada que, mientras no dejaba de divertirse organizando infinitos bailes de disfraces y máscaras, abandona a los hijos de sus países a una guerra que los desangrara en los frentes de batalla. Esa misma insensibilidad es la que describe Pirandello en esta historia en la que una familia decide encerrar en una mansión de estilo medieval a uno de sus miembros luego de que éste, en una fiesta de carnaval donde están disfrazados de personajes históricos, cae de un caballo, se golpea la cabeza y comienza a creer que es, en verdad, el personaje que actúa: Enrique IV, aquel monarca del Sacro Imperio Romano Germánico que hizo el famoso y humillante “paseo a Canossa” para pedirle de rodillas perdón, durante tres días y tres noches de nieve, al papa Gregorio VII con el propósito de que lo absolviera de una excomunión.
Veinte años más tarde de aquel accidente del caballo, llegan al lugar el sobrino de ese hombre preso de la locura y un psiquiatra. Y ante la familia le proponen que mediante la simulación de una nueva mascarada lograrán sacarlo de su estado de alienación. Pero, al parecer, el enfermo ha recuperado ya su lucidez y en esta nueva situación caerán los velos de viejas felonías y simulaciones, que desembocarán, sin embargo, en una nueva encrucijada del engaño, como si una vez puesto en marcha ya nadie pudiera sustraerse de él. Con escenografía que recrea satisfactoriamente una de las salas del supuesto trono de Enrique IV y un vestuario adecuado, la puesta de esta pieza de 1921 y una de las más potentes de Pirandello junto a Seis personajes en busca de un autor, está lejos de alcanzar la calidad que requiere un texto de tal naturaleza. Con excepción de Juan Pablo Sierra, cuya inversión de energía y esfuerzo por otorgar matices cambiantes a su Enrique IV logra pasajes interesantes para su personaje, aunque nunca deslumbrantes, el resto de elenco oscila entre la artificiosidad absoluta y la inmadurez de principiantes que parecen no saber qué hacer en escena, déficit en el que tiene responsabilidad fundamental, sin duda, el director Jorge Landaco. La sola circunstancia de encontrar un texto como éste, con resonancias muy pertinentes y oportunas para el presente del mundo, no exime, sin embargo, de la necesidad de abordarlo con toda la seriedad del caso. Un texto así no vale solo por su contenido, sino por lo que también se hace con él en escena.