Crítica de teatro: Estela de madrugada
Estela de madrugada. De Ricardo Halac. Dirección: Lizardo Laphitz. Escenografía y vestuario: Silvia Rodríguez. Música original: Mirko Mescia. Iluminación: Fabricio Ballarati. Elenco: Alejandro Fain, Cristina Dramisino, Brenda Benotto, Gastón Cocchiarale, Emiliano Delucchi, Francisco Prim, Victor Sarchi. Sala Muiño del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1151, CABA.
Otro de los muy buenos autores surgidos en la década de los sesenta, Ricardo Halac emergió a la consideración pública con una obra que disfrutó de mucho éxito en su momento, Soledad para cuatro, estrenada por Augusto Fernandes en 1961. A ellas les siguieron Fin de diciembre, Estela de madrugada, Tentempié 1 y 2, Segundo tiempo, El destete y once títulos más que han sido reunidos en su obra completa, publicada por la Editorial Corregidor. En la actualidad, además de seguir escribiendo, Halac desarrolla una intensa actividad docente.
Estela de madrugada fue estrenada en 1965, con Federico Luppi y María Elina Ruas y disfrutó de una apreciable recepción de público. Es una historia que se desarrolla en el contexto social de los años sesenta y cuenta la desorientación de una joven llamada Estela que, anclada junto a sus padres y un hermano en un barrio del suburbio, se siente angustiada por una vida sin sueños. Su destino es el de casarse con un novio que ya conoce la familia y seguir un itinerario similar al de sus padres. Y ese es el motivo de su desasosiego.
La joven, sin embargo, se rebela frente a ese fatalismo y luchar por abrirse otra perspectiva en la vida, para lo cual aprovecha la relación que entabla con un muchacho, de nombre Jorge, que la corteja e insiste con intimar con ella pero sin atarse a ningún compromiso. Lo acepta y se enamora de él, pero la relación fracasa. No obstante, ese traspié la ubica ya en otro lado. Nada asegura que su existencia será mucho mejor o estará a la altura de sus sueños o de lo que esperaba, pero, por lo menos, su futuro será lo que ella decida o pueda hacer con esa decisión.
Fuerte crítica a las costumbres e ideas individualistas de una clase media encerrada en un mundo sin otros horizontes que no sean los del éxito y a una sociedad que condenaba a la mujer a un lugar sometido en las relaciones familiares, la obra de Halac sigue teniendo plena vigencia, pues si bien el tiempo ha pasado y hoy existen derechos que en aquella época no existían, la tendencia al egoísmo social y las dificultades de muchos jóvenes para encontrar una vida digna y posibilidades de realización sigue siendo, en amplias capas, un problema todavía sin resolver.
La dirección de Laphitz es muy pulcra y saca partido de las capacidades de los actores. La Estela de Brenda Bonotto es un personaje que conmueve. Y el resto de los intérpretes, especialmente los integrantes del entorno familiar, concretan un trabajo a la altura de las necesidades que exigen sus personajes.