Crítica de teatro: Alfonsina y los hombres
Alfonsina Storni, la gran poeta argentina, mal le pese al hecho de haber nacido en Suiza por avatares del trabajo de su padre, viene siendo muy homenajeada en teatro últimamente. No a través de la puesta de algunos de sus títulos, porque también escribió textos para la escena, sino en obras concebidas bajo el influjo de su estro poético. El hecho tiene una explicación bastante clara: los poemas de Alfonsina, además de su reconocida y conmovedora belleza, son claramente indiciarios de aspectos de su vida, de sus amores y desdichas. De modo que el recorrido por ellos suele proveer abundante material a quien quiera hablar en términos dramáticos de su existencia.
Alfonsina y los hombres, del autor y director Mariano Moro, habla de la fragilidad del corazón de la poeta, de su inmensa necesidad de amor y de cómo distintas frustraciones impidieron que fuera feliz, salvo tal vez en algunos tramos puntuales de su vida que se esfumaron rápidamente. Su fuerte personalidad y el hecho de simbolizar los anhelos de libertad de tantas mujeres eran asuntos difíciles de digerir para una sociedad de hábitos muy conservadores y donde el hombre era amo y señor de todas las decisiones. En esa hostilidad al nuevo rol de lo femenino se pueden rastrear las raíces de muchos de los fracasos que tuvo Alfonsina en sus relaciones sentimentales, aunque, sin duda, pudo haber también otras.
Este espectáculo trabaja con distintos fragmentos de la obra de la autora, que no siempre son los más conocidos y que le permiten al autor hilar un retrato de ella alejado de las visiones más socorridas sobre su vida. Ese dibujo, al que Moro añade sus propios trazos, refleja la conflictiva relación que la poeta tuvo con los hombres. Los versos o escritos de la poeta que han sido seleccionados van desde los que evocan a la Alfonsina niña, que ya hablaba de la muerte, hasta los de la mujer madura próxima a quitarse la vida arrojándose al mar. Ese itinerario capta, a la manera de un testimonio lírico desgarrador, las expectativas, fugaces alegrías y duras penas de su alma.
La protagonista de este trabajo es Victoria Moréteau, una actriz y bailarina que atravesó la dura prueba de recitar los poemas de Alfonsina con refinada naturalidad y sensible ductilidad para adaptarse los distintos estados de ánimo que reflejan los versos. Eso además de corografiarlos, de “hablarlos” también con el cuerpo, lo que le aporta a la palabra una dimensión visual por momentos muy atractiva.