La Mansa. Un cuento ruso
La Mansa. Un cuento ruso. Basado en un relato de Fiódor Dostoievski. Dramaturgia y dirección: César Brie. Intérpretes: Abril Piterbarg y Iván Hochman. Vestuario: Vestuario: Carolina Ferraioulo. Escenografía: Duilio della Pittima. Música original: Pablo Brie. Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378, los viernes a las 21 horas.
Innecesario presentar a César Brie, un creador argentino que ha hecho una intensa carrera internacional como autor y director y ha sido muy valorado por distintos públicos de América Latina y Europa. Buenos Aires, sobre todo, ha tenido la oportunidad en los últimos años de ver varios de sus últimos espectáculos, siempre pensados y ejecutados con una admirable sensibilidad por lo humano y una poética que nunca deja de fascinar por lo que tiene como rasgos propios.
En La Mansa vuelve, como en otras ocasiones, a la literatura para saldar los desafíos que le propone su fantasía artística y lo hace abrevando una vez más en las letras rusas, que son tan de su gusto. Este cuento de Dostoievski describe a un usurero de cierta edad que pena junto al cadáver de su joven esposa, que ha fallecido poco antes. En su casa de empeño él reconstruye su breve vida con ella y trata de explicarse qué ocurrió entre ellos. La culpa lo corroe y va tomando conciencia de que su actitud la llevó, de algún modo, a la muerte. Ella, en el trabajo de la memoria del usurero, lo ayuda a buscar la verdad y llegar a ese triste alumbramiento de que su mezquindad y sus limitaciones le hicieron perder lo que más quería en la tierra.
En un escenario con un mínimo de elementos: una mesa larga sobre la que reposa el cuerpo inerme de la joven y una silla desde donde él medita sobre su desgracia, Brie va tejiendo una verdadera constelación de bellísimas imágenes. Una mesa, que la imaginación plástica del director puede convertir en múltiples objetos, y una luz que hace maravillas, construyen un relato visual paralelo tan valioso como el de las palabras, que en ningún momento pierden valor y realizan un contrapunto enriquecedor con lo que se ve.
Tal vez, el punto más débil de este espectáculo sea el de la actuación, no tanto en Abril Piterbarg, cuyo delicioso rostro y sensibilidad proveen a la puesta de sus mejores pasajes de magia interpretativa, como Iván Hochman, que parece demasiado joven para el personaje y muy agobiado por decir un texto que pronuncia con claridad y sin desafallecimientos, pero sin las necesarias tonalidades expresivas que requiere una criatura tan compleja como la que encarna. Es vestuario es impecable y la música de Pablo Brie siempre actúa como un factor más de sugestión para los climas que crea el director.